Charlie Kirk fue asesinado durante un evento de activismo político en la Universidad del Valle de Utah. Kirk era un joven líder conservador, fundador de la organización Turning Point USA, un grupo dedicado a movilizar a estudiantes universitarios en favor de la agenda republicana. Su influencia se extendía más allá de los campus: era una de las voces más cercanas al presidente Donald Trump y un referente del movimiento juvenil que lo apoya.
Si bien la trágica muerte de Kirk fue un feroz golpe en contra del grupo político e ideológico del presidente Trump, es claro que tiene múltiples ramificaciones de análisis: desde el ya muy antiguo debate sobre la libre posesión de armas en Estados Unidos hasta el ambiente de encono que el propio presidente Trump ha generado dentro de los Estados Unidos. Todos estos análisis, sin embargo, apuntan hacia una especie de culpabilidad indirecta de Trump y sus posturas políticas. Un análisis contraintuitivo, sin embargo, es el que quisiera hacer hoy y tiene que ver con lo que yo llamo el radicalismo woke.
El término woke proviene de la cultura estadounidense y hace referencia a la supuesta “conciencia” frente a injusticias sociales como el racismo, el machismo o la discriminación. En principio, se trata de una postura legítima que busca una sociedad más inclusiva. Sin embargo, en la práctica ha derivado en un movimiento que no sólo defiende causas, sino que también intenta imponer una visión del mundo con un alto grado de intolerancia hacia quienes disienten.
Es aquí donde surge la contradicción. Mientras lo woke proclama el derecho irrestricto a la expresión individual, sus militantes suelen reaccionar con hostilidad contra quienes no comparten su ideario. Normalmente, la gente woke es sumamente intolerante y agresiva en contra de quienes no piensan como ellos, llegando a utilizar la censura, la cancelación y, en casos extremos, la violencia verbal o física.
Y aquí es donde volvemos al crimen que nos ocupa. Si uno observa los mensajes en redes sociales previos a la visita de Kirk a Utah, prácticamente todos los que deseaban la muerte de Kirk provenían de grupos que defienden la agenda woke. Por lo tanto, y a la luz del intolerante fanatismo woke, el asesinato de Kirk no debe sorprender, porque él era alguien que defendía una agenda profundamente anti-woke.
Por supuesto, con todo esto no estoy defendiendo la polarización social que Trump efectivamente ha generado. Sin embargo, tampoco creo que sus adversarios deban discutir con balas, como lo hicieron con Kirk. Incluso si, como era de esperarse, ellos creen que cualquier persona que no piense como ellos, debe dejar de existir. Es la opinión radical de tu Sala de Consejo semanal.