El año que termina fue para la presidenta Sheinbaum el de la definición de mando. Llegó bajo la sombra de una narrativa que apostaba por una Presidencia tutelada y con márgenes reducidos de decisión. Su primera tarea fue desmontar esa idea. Lo hizo no con gestos espectaculares, sino con señales determinantes de conducción: autoridad institucional, control del aparato gubernamental y una lectura precisa de los equilibrios internos del Estado.
Relevantemente, destacó la reconfiguración del sistema de seguridad nacional. Lejos del golpe mediático, la estrategia apostó por alinear fuerzas armadas, seguridad civil, inteligencia financiera y procuración de justicia. Ordenando instituciones que durante años operaron de forma fragmentadas.
En paralelo, Sheinbaum envió mensajes puntuales al Poder Judicial y a los poderes fácticos. Sin confrontación directa, dejó en claro que el equilibrio de poderes no implica parálisis del Estado ni veto al Ejecutivo, y que la gobernabilidad no se negocia desde la debilidad.
En política exterior, el cierre del año estuvo marcado por un discurso consistente de soberanía. Frente a las presiones de Estados Unidos en materia de seguridad, migración y crimen organizado, la Presidenta optó por posicionar a México como un interlocutor firme, no subordinado. Esa línea será central en 2026, cuando se revise un T-MEC desgastado y permanentemente amenazado.
En el terreno simbólico, supo ejercer contención frente al ruido mediático, con límites definidos cuando los ataques buscaron erosionar la legitimidad presidencial.
Así, 2026 llega como el año decisivo. El Mundial de la FIFA será una prueba de Estado: organización, seguridad, inversión pública y cooperación internacional con EU y Canadá. Al mismo tiempo, la negociación interna en Morena para definir candidaturas rumbo a 17 gubernaturas pondrá a prueba su capacidad de mando real y su margen de decisión rumbo a 2030.
Palabras clave
Un factor atraviesa todos los frentes: la seguridad. Reto prioritario para 2026. El éxito del Mundial, la estabilidad política y los resultados electorales en los estados dependen de que la estrategia contra el crimen organizado siga dando resultados visibles y sostenidos. Sin orden no hay proyecto. El año que viene no será de popularidad, sino de confirmación. Esto, si Claudia Sheinbaum logra convertir poder político en poder de Estado.
