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La Pasión de Agustín Castro.

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  • Ángel Reyna

No lo esperaba. Recorría la expo "Versus: Agustínn Castro & Agustín Portillo" en el anexo Russek, del Museo Arocena. Primero la frivolidad de las pinturas de Portillo, luego la extraña belleza que atrapa, de las pinturas creadas en conjunto por los agustines y de pronto, más allá de la sala lúdica... la serie de Castro sobre la Pasión de Iztapalapa...

Fue impresionante, quizá desde que entré a la sala-bodega de "Los Murales de Osaka", en el Museo de Arte Contemporáneo, de Zacatecas, no me había sentido tan impactado por una colección de pinturas monumentales, me estremeció el humanismo, el sentido de inmensa tristeza que transmiten las pinturas de Agustín Castro, su "Viacrucis Pasión de Iztapalapa" me conmovió profundamente.

Son la visión íntima, chilanga, original dentro del "KItch" inevitable, como sucede con "Las Morismas de Bracho" en Zacatecas...

Mi asombro, mi sorpresa, los recuerdos de Iztapalapa... fue un balde frío de remembranzas, y luego la Semana Santa, la tele que transmite la Pasión desde el cerro de la Estrella y sus reminiscencias prehispánicas qué son, también, inevitables.

Traté de reaccionar con objetividad, pero no pude, la pinturas de Agustín Castro hieren, sacuden al espectador...

El pintor en el centro del torbellino cultural de la Ciudad de México, el monstruo que todo se traga, desde la tecnología de las comunicaciones, hasta la tragedia misma de Jesús el Nazareno que vuelve una y otra vez a las calles del barrio.

Estas pinturas son mosaicos enormes donde todo está, la religiosidad, el espectáculo, la espontaneidad y la puesta en escena, la honestidad popular impregnada de todas las culturas judeo cristianas, marcas comerciales, modas, interpretaciones, supuestos.

Castro junto a su mecías, el pintor como observador y partícipe de la tragedia humana.

Me detuve un rato, al margen de las personas que hacían el mismo recorrido por el museo, el barroquismo tenebrista de Castro me golpeó muy fuerte, veo los conjuntos de personas, los rostros, la utilería teatral, nada oculta el origen de la Pasión del carpintero qué murió por la salvación de sus semejantes.

No puede dejar de ir al museo Arocena y ser parte de un ejercicio universal, ser mirones y sentirse observados. Identificarse y rechazar.

"Viacrucis, Pasión de Iztapala", de Agustín Castro, una experiencia que no pasa desapercibida, de ninguna manera.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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