Le voy a dar un dato que no es nuevo. De hecho, la primera vez que se escribió fue en 1769. Sin embargo hoy, frente a la evidencia de que decir lo que uno piensa puede ser motivo de linchamiento o cancelación: proceso en el que se pierde el trabajo, la reputación o hasta la vida; el apunte no solo resulta relevante, también perturbador. Al First Amendment de la Constitución de los Estados Unidos, referente obligado a nivel global sobre la protección de la libertad de expresión, le sigue, como es lógico, el Second Amendment, aquel que le da la libertad a todo ciudadano de portar un arma para defenderse. Pareciera que la curiosa circunstancia responde a un cuestionamiento cada día más presente: ¿Qué distancia existe entre la libertad de decir y el derecho de “sacar una pistola” y defenderse de lo dicho? Tan solo un punto y aparte.
Muchos dirán que es una casualidad. Sí, pero no. Quizá no había en los padres de la patria estadounidenses una intuición privilegiada sobre la esencia humana y sus entrañas y sedimentos, pero sí una jerarquización para operar el mundo. A la libertad le sigue la defensa. Por lo menos así lo demuestran con una escalofriante cantidad de datos Greg Lukianoff y Rikki Schiott, en su nuevo libro The Cancelling of the American Mind. El establecimiento de un pensamiento único o unidimensional, el miedo a pensar distinto y el castigo para aquellos que lo hacen.
Basta un solo dato para introducir la evidencia y relevancia del tema: el número de profesores despedidos por su forma de pensar durante la era de la Cultura de la Cancelación (2014–2023), es casi el doble de los profesores corridos durante el macartismo. Con una agravante, dentro del macartismo la libertad de expresión era vista como un valor, hoy ya no tanto.
Lukianoff es un abogado y periodista reconocido, entre otras cosas, por haber publicado junto con el psicólogo social Jonathan Haidt un relevante ensayo en 2015, que daba respuestas sobre la generación Z, la generación de cristal, la copo de nieve, la frágil, llamado The Coddling of the American Mind. El influyente artículo más tarde se convirtió en un popular libro del mismo nombre, el cual fue bien recibido aunque con algunas críticas sobre el alcance de las conclusiones. En esta nueva entrega los datos que sostienen los dichos de los autores no solo son contundentes sino abrumadores. Imposible no preocuparse por esa mente americana cancelada, sino sobre una mente global, incluida la nuestra, silenciada y amedrentada.
Juzgue usted mismo la pertinencia del tema. El libro plantea que es precisamente la izquierda política, la misma que promovió la libertad de expresión como una causa propia, la que ya no cree que sea tan buena idea. Para lo cual ha creado fórmulas con las que hace creer que el discurso que se le opone es “conservador” y equivocado y hay que silenciarlo a como dé lugar. Que solo hay un pensamiento válido, por lo que el 62% de los adultos ya no se atreven a expresar sus opiniones en público.
En el fondo y para el futuro, el libro es aterrador y solo permite remitir a un famoso general de los Estados Unidos: George Patton. “Si todo el mundo piensa igual, entonces alguien no está pensando”. ¿Se imagina un futuro sin pensar? Tal vez no, porque nadie lo querrá imaginar.