Creo que están asesorando mal a Ricardo Anaya. Él no es el líder de la oposición en México. Él no es una víctima. Él no es hoy lo que Andrés Manuel López Obrador fue en 2006 y en 2012.
Entre más lo obligan a jugar estos papeles, más lo hunden.
Creo que quienes están atrás de él se quedaron en el pasado, que subestiman al pueblo de México y que lo único que quieren es cobrar.
Don Ricardo no es un personaje popular como Vicente Fox. No es un hombre carismático como Enrique Peña Nieto.
Es un hombre enojado y en política, como en la vida misma, el que se enoja, pierde.
Toda su comunicación no verbal es de un odio infinito. ¿Cuál es el problema? Que una persona que odia no puede ser una víctima, que una persona que odia no puede ser buena.
Ricardo Anaya, cada vez que le reclama al presidente, lo hace tan mal, que le da la razón.
¿Usted ha visto las reacciones de Andrés Manuel López Obrador en “Las mañaneras”?
Mientras que Anaya luce agitado, asustado, frenético, López Obrador se ve tranquilo, seguro, en paz.
¿Sí entiende el mensaje? No hay una congruencia entre el Ricardo Anaya de hoy, como personaje, y el Ricardo Anaya que conocimos en el pasado.
Una cosa es reinventarse y otra, traicionarse. Ricardo Anaya tiene que volver a ser el que era al principio si en verdad aspira no sólo a llegar a las elecciones de 2024, a salir bien librado del problema legal en que está metido.
Ya no estamos en los tiempos en donde daba lo mismo que la gente hablara bien o mal de alguien con tal de que hablara.
Hoy, como nunca, las etiquetas positivas y negativas pesan y la arrogancia de Anaya es peligrosísima en términos de imagen.
¿Quién se puede identificar con él? ¿Quién lo puede mirar como a un héroe? ¿Quién podría soñar con cambiar a Andrés Manuel López Obrador por su presencia?
El problema, insisto, es de origen. Alguien, de una manera entre perversa y absurda, como que convenció al señor Anaya de que él era “la esperanza de México” y don Ricardo se lo creyó.
Resultado: mágicamente comenzamos a ver en varios medios y en varias redes, que Ricardo Anaya era “el opositor más fuerte”, “el líder de la oposición”.
Sí así está el líder, imagínese a los demás. ¿Sí entiende la gravedad de esto?
Los asesores de Anaya no sólo lo engañaron, le están haciendo un favor a la Cuarta Transformación al convencer al pueblo de México de que nada ni nadie puede contra AMLO.
El problema de la oposición en México, que sí existe, no es Ricardo Anaya, es que por elementos como Ricardo Anaya no se han podido inventar más ni mejores personajes que en un corto, mediano y largo plazo puedan poner a temblar a la 4T.
Por si esto no fuera suficiente, ¿quién le dijo al señor Anaya que un hombre con sus características podía jugar a ser la víctima?
El caso Odebrecht no es un fraude electoral. Es un evento con un tono muy oscuro. Una víctima, ahí, no es una víctima. Se necesita otra narrativa para ganar.
Y si hablamos de las próximas elecciones presidenciales, ¿en verdad existe alguien que crea que las multitudes volverán a votar por una víctima como lo hicieron en 2018?
Eso es no tener imaginación. Los próximos grandes personajes de la política nacional tiene que apostar por otras fórmulas. ¿O usted qué opina?
Álvaro Cueva