Varios amigos me han estado preguntando si vale la pena participar en la Revocación de Mandato.
Piensan que aquí hay algo oscuro, que es un capricho de Andrés Manuel López Obrador o que para lo único que va a servir va a ser para halagar la vanidad del presidente.
Obviamente está muy dura la guerra entre los amigos y los enemigos de AMLO, venimos de confrontaciones peor de violentas entre el INE y la Cuarta Transformación, y todo pinta mal.
Pero le suplico que enfriemos la cabeza y reflexionemos sobre lo que hay detrás de este peculiar evento.
Yo no veo a la Revocación de Mandato como una consulta que pudiera acabar con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
Por más que algunas instancias nos vendan la idea de que la popularidad del señor está bajando, me queda claro que México lo ama, que las multitudes lo idolatran.
Para mí la Revocación de Mandato es una inversión, un momento en la historia de México que se citará en 2094, en 2135, en un futuro tal vez todavía más lejano y que se recordará con orgullo como hoy recordamos el primer voto femenino y muchas otras aportaciones democráticas.
La Revocación de Mandato no es para quitar a AMLO. La Revocación de mandato es para que, en caso de que a los mexicanos del futuro les toque un presidente nefasto, el pueblo lo pueda quitar sin necesidad de levantarse en armas.
Es una gran idea que coincide con esta nueva realidad que todos estamos viviendo.
Gobernar México ya no es como en los tiempos de Adolfo López Mateos.
La cantidad de movimientos que el país vive día tras día exige un nivel de participación ciudadana muy diferente y, por supuesto, una garantía de calidad, por parte del Poder Ejecutivo, que no vemos en ninguna parte.
Seamos sinceros. Seis años es mucho tiempo para un presidente.
Sí, yo sé que no alcanzan para sostener un proyecto de nación ni para construir ciertas obras, pero a estas alturas del siglo XXI y en comparación a lo que ocurre en otras partes del mundo, son una eternidad.
Para cualquier Primer Mandatario sería muy fácil, después de un par de años, dormirse en sus laureles hasta que lleguen las próximas elecciones.
Si no es que chafear, robar o hacer muchas cosas peores.
La Revocación de Mandato va a ser un ejercicio de presión para, en caso de que la presidencia no cumpla con las expectativas de la población, el señor tome sus cosas y se retire.
Es más o menos lo que pasa cuando uno compra algo y sale defectuoso. O nos cambian el producto, o nos dan la devolución de nuestro dinero.
Evidentemente la Revocación de Mandato es algo muy nuevo y para que en verdad represente un mecanismo de presión hacia la figura presidencial va a requerir de muchos ajustes.
Pero lo que vamos a tener el 10 de abril va a ser importante porque va a ser el principio. Ahí es donde vamos a entender qué vamos a cambiar en los próximos años, cómo le vamos a hacer para que funcione más y mejor.
Imagínese si algo así se pudiera aplicar con los gobernadores, con los alcaldes y con muchas otras posiciones. ¡La de problemas que nos ahorraríamos!
De veras, esto no está mal y algo me dice que hasta nos lo van a copiar en otros países.
En resumen, yo sí creo en la Revocación de Mandato y estoy convencido de que hay que participar y atesorar este momento. ¿Usted no?
alvaro.cueva@milenio.com