Creo que tengo buen ojo. Aquí, en Milenio, he tenido el gusto de escribirle de todas las cintas que está nominadas en la categoría de Mejor Película para el Ariel de este año.
La única que me faltaba era “No nos moverán”. No es que no la hubiera visto. Era por un tema de respeto, de distribución.
Conocí este filme de Pierre Saint Martin Castellanos cuando fui jurado del Festival Internacional de Cine de Tequila. Lo que pasa es que se me hacía una grosería escribirle de ella antes de su estreno.
Ahora que usted y miles de personas la pueden ver gracias a muchas de nuestras instituciones y a los esfuerzos de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, llegó la hora de poner este título sobre la mesa.
¿Qué es “No nos moverán”? ¿De qué trata? ¿Para quién es? ¿Qué aporta? ¿Vale la pena ir a verla?
“No nos moverán” es la primera película de Pierre Saint Martin Castellanos pero haga de cuenta que la hizo Arturo Ripstein.
No sólo no se siente la novatada, es cine mexicano del mejor con una clara propuesta artística que le puede volar el cerebro a cualquier persona sensible, politizada.
Sí, como seguramente usted ya sabe, trata del 68 pero, ojo, le suplico que no cometa el error de suponer que es “pan con lo mismo”.
“No nos moverán” habla del 68. Sí, del 2 de octubre. Pero del otro 2 de octubre. Del de las personas que perdieron a alguien. Del de las ausencias.
Por increíble que parezca, jamás se había hecho una película sobre esto. Jamás se había hecho una película así.
No, y menos si le digo cuál es el punto de vista. No es el de las y los jóvenes. No es el de las mamás ni el de los papás. Es el de las personas mayores hoy. Sí, hoy.
El resultado es una bomba porque en México casi nadie hace películas sobre adultos mayores, con adultos mayores.
No tiene usted ni la más remota idea de lo impresionante que es esto, ni de la cantidad de mensajes que manda ni de lo poderosa que es conectando, sí, con las mujeres y los hombres de más de 60 años, pero también con las chiquitas y los chiquitos de 2025.
“No nos moverán” cuenta la historia de una persona mayor que se quiere vengar del soldado que le mató a alguien en “La noche de Tlatelolco”.
¿Así o más fuerte? Esto no se hubiera autorizado ni en los tiempos de “Rojo amanecer”. ¿Así o más íntima? Tiene todas las pasiones universales.
¿Así o más actual? Ojo por ojo. Ahora todo el mundo quiere ojo por ojo. Mire las redes. Mire a las “ladies” y a los “lords”. Mire a los políticos.
Ahora imagínese eso con personas de la tercera edad y en un cine 100 por ciento de arte con las actuaciones más prodigiosas del universo y una exquisitez audiovisual que no acaba nunca.
No le voy a vender trama pero le voy a describir una escena para que le mida el agua a los camotes:
Está la inmensa maestra actriz de actrices Luisa Huerta retratada en perfecto blanco y negro discutiendo en un pasillo de Tlatelolco algo muy intenso.
Vemos un gato negro. ¿Qué quiere? Matar a una paloma blanca. Escuchamos una ópera de fondo. Doña Luisa voltea, se percata de lo que va a pasar, corre a tratar de salvar a la paloma que está lejísimos.
Obvio, su personaje, a su edad, con sus antecedentes, batalla para moverse. Todo es en cámara lenta. El gato avanza. La paloma sabe que va a morir. Luisa corre pero no corre. Corre. Y no le cuento el final.
Esto es “No nos moverán”. Un poema. Todo lleno de símbolos. Todo estudiado. Todo magistral.
Es en este punto donde yo le tengo que hacer un homenaje en vida a los guionistas Pierre Saint Martin Castellanos e Iker Compeán Leroux.
Han convertido en pieza, el género de la razón, un evento 100 por ciento pasional, de la sinrazón.
A esto súmele el trabajo fotográfico de César Gutiérrez Miranda que hace de una película muy encerrada, de muy pocos personajes, algo increíblemente hermoso lleno de claroscuros, texturas y aportaciones.
Pero para aportaciones, las de Daniel Rojo Solís y Alejandro Díaz Sánchez en el diseño sonoro, y las de César González Cortés en la mezcla de sonido.
Así como “No nos moverán” se ve de hermosa, así se oye de divina. Aquí no hay equivocaciones. Cuando oímos, pero no debemos entender. Oímos, pero no debemos entender.
Y luego entra la música de Alejandro Otaola, y la actriz mastica un pan quemado. Enorme edición de Roberto Bolado y Raúl Zendejas. Ovación de pie para el diseño de producción de Alisarine Ducolomb.
Pero nada como las actuaciones. Luisa Huertas está más diosa que nunca. Rebeca Manríquez da cátedra. José Alberto Patiño no puede estar más sublime.
Pedro Hernández está genial. Juan Carlos Colombo nos roba el corazón. Y me encanta la participación de la actriz argentina nominada al Ariel Agustina Quinci porque catapulta esto hacia otras lecturas.
No cualquiera conecta lo que pasó aquí en 1968 con lo que pasó después en otros países como Argentina (más la parte de género). Ella, gracias a Pierre Saint Martin Castellanos, lo logra perfecto. ¡Felicidades!
Luche con todas sus fuerzas por vivir el Ariel 2025 el 20 de septiembre desde Puerto Vallarta y luche con todavía más rabia por ver “No nos moverán”.
No importa la ciudad en la que viva. Consulte el apartado “Rumbo al Ariel” en las redes de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Si lo suyo, como lo mío, va por aquí, le va a gustar. De veras que sí.