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La reapertura de los cines y ‘Amores modernos’

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Soy el hombre más feliz del mundo: acabo de ir al cine. No sé si usted entienda la magnitud de esto.

Desde marzo que no me paraba en una sala cinematográfica, que no sentía el placer de ver una película en una butaca, con mis palomitas, con mi refresco.

Hubo un momento en que me dieron ganas de llorar. Sí, yo sé que soy un ridículo, pero nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y yo sí sufrí mucho la ausencia de esto por culpa de la pandemia.

Fui la tarde del miércoles pasado al Cinépolis VIP de Plaza Universidad a ver cine mexicano, a ver Amores modernos porque, además, se lo había prometido a Ilse Salas y a Miguel Mier.

Ojo: esto no es un anuncio ni el resultado de una campaña de relaciones públicas. Yo elegí y pagué todo lo que vi, todo lo que consumí.

Pero necesito decírselo así para que sepa que es de verdad.

¿Cómo es ir al cine en la “nueva normalidad”? ¿Cómo está Amores modernos?

Estoy impresionado por la seriedad con la que los señores de Cinépolis se están tomando la reapertura de las salas cinematográficas.

Necesitaría tres columnas para describirle cada una de las cosas que se han modificado para garantizarle al público las máximas condiciones de sanitización.

Está de más que le diga lo de los cubrebocas, los termómetros, los tapetes desinfectantes y el gel antibacterial.

Aquello es, guardando toda proporción, como un quirófano que se desinfecta al límite entre función y función. ¡Incluso el aire acondicionado se limpia a través de unos procesos sofisticadísimos cada equis período de tiempo!

No hay manera de dar un paso sin ver letreros con instrucciones y sin respetar protocolos tanto para entrar como para salir de las salas.

Ni hablemos de los baños, donde jamás se me hubiera ocurrido ver lo que vi para proteger a la gente, o de lo que sucede con la venta de golosinas.

¿Me creería si le dijera que el público se sienta de manera estratégica para ir más allá de la sana distancia? Están muy gruesos y, lo mejor de todo, la experiencia nunca deja de ser divertida.

Yo tenía miedo de que ir al cine se fuera a convertir en una tortura, pero no. Juro que me divertí.

Por si esto no fuera suficiente, me gustó Amores modernos. Es una película ideal para ver en este momento porque nos reconcilia con la vida, con la gente que no hemos visto, con la que nunca volveremos a ver.

Es la historia de una familia donde, a partir de ciertos detonadores, nos vamos enterando de muy buenos chismes.

No es una comedia romántica, pero tampoco es un filme diseñado sólo para festivales.

Celebro que Cinépolis lo esté pasando porque más allá de que manda un mensaje de apoyo al cine nacional, está en un justo medio. El que quiera reír, reirá. El que quiera reflexionar, reflexionará.

Hay momentos muy divertidos, como cuando los personajes se deschongan bailando y bebiendo, pero también hay mucha inteligencia.

Desde la secuencia del temblor, con todo y alerta sísmica, hasta detalles finísimos que vinculan una muerte con un nacimiento o el orgasmo de una mujer de la tercera edad con el parto de chica muy joven.

No tengo el gusto de conocer a Matías Meyer, el director, pero disfruté lo que hizo.

Ni hablar de las actuaciones. Sí hay que felicitar a Ilse Salas, Andrés Almeida, Ludwika Paleta, Leonardo Ortizgris, Raúl Briones, Diana Sedano, Luis Alberti, María Evoli y a todos los demás.

¡Qué bonito trabajo! ¡Qué bonita experiencia! ¡Qué placer tan más grande regresar a los cines con ellos!

Luche por ver Amores modernos. Luche por ver cine mexicano. Luche por regresar a las salas cinematográficas. Yo lo hice en un Cinépolis y se me quitó el miedo. Le va a gustar. De veras que sí.


alvaro.cueva@milenio.com

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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