Lo que usted, millones de mujeres, millones de hombres y yo vimos la noche del 15 de septiembre en México y en todo el mundo fue un momento cumbre en la historia de la humanidad.
¿Por qué? Porque no sólo fue la primera vez que una mujer dio “El grito”. Eso es muy de nosotros. Eso es muy local.
Fue un cambio en las narrativas de liderazgo a nivel internacional.
Nunca antes, nunca, una mujer había brillado en una ceremonia masiva de corte festivo, político, social y cultural, como Claudia Sheinbaum brilló esa noche en el Zócalo.
Imagínese usted, por un instante, que no estamos en México, que no estamos en 2025.
¿Ya se puso a pensar en el poder de esas imágenes, de esa señora, tocando esa campana, enarbolando esa bandera y compartiendo todo ese orgullo con aquella multitud en un clima de absoluta paz y respeto?
No conozco imágenes parecidas. Y aquí hay otro elemento que debemos poner sobre la mesa ya cuando entendemos que se trata de México:
En este país de machos, la que grita ¡Viva México! es una mujer. En este país bravo, la que nos aplaca es una mujer. En este país dividido, la que nos une es una mujer.
¿Cuántos países del mundo puede presumir de algo así? ¿Cuántas potencias globales son capaces de generar imágenes así de contundentes?
No nos quedemos con lo del acontecimiento histórico. No miremos sólo lo local. Vayámonos al mundo. Entendamos, de una buena vez por todas, dónde estamos parados.
Y es en este punto donde yo debo felicitar públicamente a las y a los responsables de la transmisión oficial de la “Ceremonia del Grito de Independencia”.
Le explico: más allá de lo real, están lo mediático y lo digital. Traducir esa fiesta a radio, televisión y redes sociales es un reto inmenso.
Todavía recuerdo, con bastante vergüenza, un grito de Andrés Manuel López Obrador lleno de errores de producción.
El primer Grito de Claudia Sheinbaum fue increíblemente perfecto. Quiero ir a abrazar a la directora o al director de cámaras porque trabajó como casi nunca se trabaja en un evento en vivo.
Las tomas estaban estudiadas, las luces estaban bien colocada, jamás vimos gente atravesándose por detrás, se cuidó todo el tema de los rayos láser y hasta las tomas de reacción, con gente del pueblo en el Zócalo, salieron divinas.
¿Me creería si le dijera que hasta el viento contribuyó creando atmósferas exquisitas moviendo la bandera exactamente como se tiene que mover?
El texto que dijo la presidenta no pudo haber sido más redondo porque, aunque estamos en tiempo de mujeres, los hombres también formaron parte de la ceremonia.
Y fue hermosa la guardia de honor ante la madre de nuestra patria, y fue en éxito el equilibrio que escuchamos entre el reconocimiento a nuestras heroínas y a nuestros héroes sin olvidar la parte social, sin olvidar el tema de nuestros valores.
Por si esto no fuera suficiente, había una suerte de coreografía muy bien cronometrada entre los movimientos de Claudia Sheinbaum, los de su esposo y los tiempos mediáticos y digitales.
Pero, ojo, no por eso, no hubo espontaneidad. Hubo una secuencia, particularmente feliz, en donde la presidenta estaba gozando del espectáculo de fuegos artificiales mientras tomaba de la mano a su esposo y cada vez que la canción decía “¡Viva México! ¡Viva!” ella le jalaba la mano emocionada.
¿Qué significa esto? Que lo que vimos fue de verdad, que la comandanta suprema de nuestras fuerzas armadas no sólo estaba protagonizando una ceremonia protocolaria, que la estaba sintiendo, que la estaba viviendo.
Eso no se ve en casi ningún otro lado. Eso es lo que hizo de la noche del 15 de septiembre un momento cumbre en la historia de la humanidad.
Por último, yo quisiera hacerle un reconocimiento a Azul Alzaga, a Juan Becerra Acosta y a las personas que decidieron que ellos fueran los presentadores del primer grito de Claudia Sheinbaum. Creo que Jenaro Villamil estuvo detrás de esto.
Aquí hay muchas cosas importantes. Vámonos en orden:
A diferencia de lo que pasaba en los Gritos neoliberales, a diferencia de lo que pasaba en los Gritos de AMLO, gracias a esta magnífica mancuerna, tuvimos, por primera vez en la historia, la unión de los medios públicos y de los medios privados presentando de manera estelar y en igualdad de circunstancias este evento.
Azul está en “Punto de referencia”, el gran noticiario de los medios públicos nacionales. Juan es una figura fundamental en Radio Fórmula.
No más separaciones. No más guerras ideológicas. No más rencores. ¡Bravo!
Pero espérese porque se pone mejor: Azul y Juan eran los conductores del noticiario nocturno de Capital 21 en los tiempos en los que Claudia Sheinbaum era jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Volver a verlos juntos fue un reconocimiento a aquel canal, en aquel momento. Que la presidenta los haya invitado y que ellos hayan aceptado manda muy buenos mensajes.
Además, qué buenos son, qué bien conducen, qué bien se llevan, qué bien se ven y qué bien conectan. Ojalá pudiera decir lo mismo de otras parejas de conductores de noticias. ¡Felicidades!