Noviembre de 2021 fue un momento crucial para el planeta, ya que los países del mundo se reunieron en Glasgow, Reino Unido, para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP26.
Después de dos años de trabajos maratónicos y dos semanas de intensas negociaciones, logramos nuestro objetivo y casi 200 países acordaron el Pacto Climático de Glasgow. En cualquier medida, este es un acuerdo histórico y uno del cual las 197 Partes pueden estar orgullosas. Podemos decir con certeza que mantuvimos nuestro objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales dentro de nuestro alcance.
COP26 fue la reunión política más grande celebrada en la historia del Reino Unido. Glasgow recibió a representantes de 194 países, 120 líderes mundiales y asistencia de 38 mil personas acreditadas.
Desde el exterior, las negociaciones pueden parecer increíblemente técnicas, pero había mucho en juego: se trató de proteger las vidas y los medios de subsistencia de quienes se encuentran en la primera línea de la crisis climática.
Además, debemos proteger a las futuras generaciones: si les fallamos, estarán condenadas a vivir en un mundo peligroso, incierto y con algos índices de pobreza. Como dijo la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, en la COP26, para los pequeños estados insulares, “1.5°C es lo que necesitamos para sobrevivir. Dos grados es una sentencia de muerte”.
La ciencia nos dice que el mundo ya es en promedio 1.1°C más cálido que en la época preindustrial y podemos ver los efectos agudos de esto en millones de personas. El clima extremo está incrementándose en todo el mundo y el cambio climático no sabe de fronteras.
La cooperación global que hemos visto en este proceso de la COP debería dar esperanza al mundo. Claro que existieron algunos desacuerdos, pero en un mundo de políticas globales fracturadas, los países mostraron un objetivo común sobre el clima. Creció la confianza entre las naciones y con ella, una genuina determinación de llegar a un acuerdo.
Respaldado por los últimos avances científicos, el Pacto Climático de Glasgow reconoce la distancia abismal entre el lugar en el que se encuentran los países sobre los compromisos para reducir las emisiones y dónde debemos estar. También enfatiza la necesidad urgente de una acción más rápida y compromete a los países a revisar y fortalecer sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 cuando sea necesario a lo largo de 2022.
Por primera vez, el Pacto compromete a los países con un plan para alejarse de la energía generada por carbón y los subsidios a combustibles fósiles. Además, después de seis años de discusiones, finaliza los elementos pendientes del Acuerdo de París, para que éste alcance todo su potencial.
El Pacto también representa importantes avances en el financiamiento de la acción climática, en la adaptación, para proteger a las personas y la naturaleza de los efectos del cambio climático, y en las pérdidas y daños derivados de la crisis climática.
Fuera de las salas de negociación, en la COP26 acogimos los anuncios de objetivos netos cero, así como los compromisos que aceleran el paso a la energía limpia, frenan la deforestación y aumentan el flujo de financiamiento para la acción climática. Estos valiosos acuerdos, junto con nuestro Pacto Climático de Glasgow, marcaran la pausa para acekerar el ritmo en respuesta al inmenso desafío global del cambio climático para mantener vivo el límite de 1.5 grados.
Por ejemplo, con los compromisos asumidos en Glasgow, los objetivos de cero emisiones netas ahora representan el 90% de la economía mundial, frente al 30% al comienzo de la COP26 en el Reino Unido. También dimos la bienvenida a iniciativas como la Asociación para la Transición Energética Justa con Sudáfrica, que suma 8,500 millones de dólares para apoyar el avance hacia la energía limpia, y fuimos testigos de cómo los países que albergan más del 90% de los bosques del mundo se comprometieron a detener y revertir la pérdida de bosques. También vimos la mayor movilización individual al Fondo de Adaptación, que permite a las comunidades más vulnerables al cambio climático protegerse.
Glasgow fue un logro colectivo histórico, pero es una victoria frágil. Podemos afirmar que la meta de 1.5°C vive, pero su pulso sigue siendo débil. Corresponde ahora a cada país protegerlo y fortalecerlo en los próximos años.
El trabajo del Reino Unido como Presidencia de la COP26 apenas comienza. En el transcurso del próximo año, trabajaremos con los países, instándolos a tomar medidas y cumplir sus promesas establecidas en el Pacto de Glasgow para aumentar la ambición climática hasta 2030 y más allá. No existe un proceso punitivo formal en el Sistema de las Naciones Unidas para Cambio Climático, por lo que debemos mantener la presión constructiva y aprovechar la confianza y la buena voluntad generadas a través de la COP26.
Por Alok Sharma, Presidente de la COP26