El supervisor de zona y el director de escuela constituyen elementos fundamentales en la operación de políticas y estrategias del sistema educativo. Los responsables de las zonas escolares tienen la función de enlace entre la estructura del sistema educativo estatal y los planteles escolares. Los directores, por su parte, tienen la responsabilidad de concretar las políticas y estrategias en el ámbito escolar. En estos puestos se juegan y toman decisiones que tienen implicaciones con el avance, estancamiento o retroceso de los procesos educativos. En conjunto, estos dos actores son relevantes para que el sistema educativo estatal funcione en su cotidianeidad. Cualquier política, proyecto, programa o estrategia que se quiera implantar desde la estructura del sistema, debe pasar por estos niveles de decisión. Una reforma profunda en los modelos de gestión predominantes, exige un cambio estructural y en la cultura de estos actores, de las escuelas y también del sistema de educación en su conjunto, avanzar hacia una nueva racionalidad constituye un desafío presente. Lo anterior se reconoce desde las políticas educativas vigente en el sentido de impulsar una nueva cultura de gestión que impacte en actores clave del sistema educativo, supervisores escolares y directores de escuela, como responsables de la política educativa en el ámbito escolar.
Estos actores educativos laboran en condiciones que no responden a los requerimientos actuales de política educativa. La ausencia de un programa de formación permanente e integral que atienda sus necesidades en el ámbito de la gestión educativa, pedagógica y directiva, es uno de los elementos críticos que no han sido considerados. Por otra parte, parece ser que el paradigma administrativo que rige sus funciones, impacta en este sentido en los procesos pedagógicos que les conciernen. Desde esta perspectiva, las prácticas de supervisión y dirección que se desarrollan se han visto sedimentadas en la tradición administrativa, alejadas de la innovación que se pondera.
La gestión directiva enfrenta, en casi todas partes, una infinidad de problemas. Éstos reflejan su falta de adaptación a un nuevo entorno caracterizado por la creciente autonomía de la escuela y las desigualdades persistentes. Tenemos que reconocer entonces, que cualquier programa de reforma tiene que partir de una clara identificación del mandato específico del servicio. ¿Debe concentrarse más en el control, en el apoyo o en incitar la colaboración entre las escuelas? En esto radicaría el punto central de la gestión. Cobra relevancia entonces, un problema preocupante, la falta de seguimiento y evaluación de programas y proyectos, que regularmente ésta bajo el mandato de estos actores, con lo cual el impacto educativo se desconoce y recurrentemente se parte de cero para implementar alguna acción.
En este contexto, actualmente la escuela configura su propuesta social mediante su proyecto educativo que responde y promueve las aspiraciones y expectativas individuales y sociales en la determinación y puesta en marcha de intervenciones educativas que propicien y posibiliten la consecución de los fines de la educación en, con y para la comunidad dentro de un contexto global. La escuela enfrenta hoy cambios paradigmáticos que impactan significativamente en su cultura organizacional y la gestión escolar.
Dentro de este orden de consideraciones, y focalizando la atención en uno de los tantos cambios que están ocurriendo en la escuela, las funciones de dirección y supervisión emergen como un asunto necesario para la consolidación del modelo de gestión educativa que se impulsa actualmente, toda vez que constituyen dos espacios para promover y posibilitar la autonomía y la participación de los agentes educativos involucrados en el sistema escolar formal.
Por una parte, la supervisión de sector o zona constituyen elementos fundamentales en la operación de políticas y estrategias del sistema educativo. Los responsables tienen la función de enlace entre la estructura del sistema educativo estatal y los planteles escolares. En estas instancias se juegan y toman decisiones que tienen implicaciones con el avance, estancamiento o retroceso de los procesos educativos. La dirección de escuela, por otra parte, tiene la responsabilidad de concretar las políticas y estrategias en el ámbito escolar. Espacio micro, donde la expresión curricular e institucional cobra vida.
En conjunto, los dos actores responsables de estas funciones, son relevantes para que el sistema educativo estatal funcione en su cotidianeidad. Cualquier política, proyecto, programa o estrategia que se quiera implantar desde la estructura del sistema, debe pasar por estos niveles de decisión.
No asumir el compromiso de la formación, regularización laboral y de la normatividad que orienta las funciones de estos sujetos, implica esperar un panorama donde los procesos de gestión se verían estancados en modelos que no responden a requerimientos de innovación y cambio. En síntesis, una reforma profunda en los modelos de gestión predominantes exige un cambio estructural y en la cultura de estos actores, de las escuelas y también del sistema de educación en su conjunto.
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