La educación superior ha padecido de grandes problemáticas en las décadas recientes, entre las que destacan: la deserción, la reprobación, el rezago escolar y la eficiencia terminal. Particularmente en los últimos tres años, esta situación se agudizó como consecuencia de la pandemia del covid-19. Frente a ello, las instituciones de educación superior han implementado diversas estrategias para superarla, como lo ha sido, el fortalecimiento de sus programas de tutoría. La tutoría entonces se constituye en un dispositivo que acompaña los procesos formativos de los estudiantes desde diversas áreas y ángulos que son propias de su función.
Cruz, Chehaybar y Abreú (2011) nos refieren, a partir de recuperar a diversos autores, que el dato más antiguo sobre tutoría se encuentra en el poema épico de Homero, “La odisea”. En él se narra que Odiseo, antes de partir a la guerra de Troya, confió la educación de su hijo Telémaco a su amigo Mentor (personificación humana de la diosa Atenea). Mentor fue guía, consejero, compartió su experiencia y se convirtió en el responsable de su educación física, intelectual, espiritual y social.
Lo anterior tiene sentido, si tenemos presente que, desde la antigua Grecia hasta nuestros días, una pretensión de los procesos educativos es el desarrollo integral de los estudiantes. Esta cuestión es recuperada en la educación superior al poner al centro los procesos de aprendizaje, misma intención que se plantea en el Plan 0-23 de la SEP como parte de la política de la Nueva Escuela Mexicana. Al respecto, cobra relevancia la aportación de Rodríguez (2004) sobre el origen de la tutoría universitaria. Rodríguez distingue tres modelos de universidad los cuales definen la función de tutoría que se desarrolla. El primer modelo lo denomina académico (ligado a la tradición alemana y con presencia en el contexto de Europa continental) en donde las funciones de la universidad se centran en el desarrollo académico de los estudiantes. En este modelo, las actividades tutoriales se centran en coadyuvar en el dominio de los conocimientos sin traspasar el ámbito escolar. Al segundo modelo lo denomina de desarrollo personal (vinculado a la tradición anglosajona) en donde la universidad presta mayor atención al bienestar y al desarrollo personal de sus alumnos. En este modelo las funciones de los tutores incluyen tanto orientación académica como profesional y personal. Por último, al tercer modelo lo caracteriza como de desarrollo profesional, en el cual las actividades tutorales tienen como objetivo brindar apoyo a los estudiantes para que se capaciten en la profesión y se ajusten a las necesidades del mercado laboral. (Cruz, Chehaybar y Abreú, 2011).
Desde estas aportaciones, la tutoría en el ámbito universitario debe considerarse como una estrategia de innovación permanente, que no se distancia del contexto y entorno social, y que además reconoce las posibilidades institucionales para desarrollar un acompañamiento con los estudiantes. Esta intención remite a la configuración clara de un programa de tutoría y a su desarrollo por parte de personal académico capacitado para ello. La pretensión de la tutoría gira en torno a desarrollar y potenciar en los estudiantes las capacidades profesionales necesarias para su desempeño en escenarios de práctica posibles y no limitarse a la formación académica durante la carrera. En este sentido, cobra relevancia su sentido innovador. Si esto es así, la tutoría pasa de ser meramente un paliativo o actividad remedial para constituirse como un dispositivo de fortalecimiento de la formación.
Finalmente, apunto y recupero tres ideas de tutoría planteadas por Castellanos, A. R. (2006):
• La tutoría ayuda al estudiante en el reconocimiento de sus capacidades, intereses, motivaciones, valores y aptitudes ante su situación académica y social; ofrece servicios educativos diversos que atienden aspectos relacionados con la prevención del fracaso escolar, la reprobación, la deserción.
• La tutoría apoya a los alumnos en la planificación de un proyecto de vida que les permita tomar decisiones autónomas y responsables, basadas en sus características y expectativas personales a partir de los requerimientos de las opciones académicas y laborales que el contexto ofrece.
• La tutoría académica no es una acción que se desarrolle en forma aislada por el tutor, sino una actividad educativa que ha de realizarse de manera coordinada involucrando a docentes y a la estructura e instancias de la institución educativa en su conjunto.