Me parece buenísimo que los jóvenes tomen la sartén por el mango en las situaciones que los afectan.
La libertad de expresión no se cuestiona; al contrario, se promueve. Es buena, necesaria y saludable.
Sin ella viviríamos en un país injusto, donde solo alguna facción saldría ganando en una disputa.
Y lo digo precisamente por los acontecimientos recientes en los que algunos jóvenes se manifestaron ejerciendo su libre derecho de hacerlo.
Si están inconformes por algunas situaciones, qué bueno que las manifiesten y puedan alzar la voz ante todo ello.
Lo que no se vale —y desde el sector empresarial reprobamos— son los insultos, las provocaciones, las mentiras y el uso de la violencia.
Esas no son manifestaciones, son actos que desvirtúan cualquier causa. Las instituciones educativas son espacios de
formación, no de enfrentamiento, y por ello deben preservarse el respeto, la civilidad y el diálogo.
El objetivo principal de un estudiante en una institución es estudiar y sacar buenas calificaciones. Punto.
Para eso se crearon las escuelas, colegios y universidades: para preparar jóvenes capaces de defender su punto de vista con argumentos, inteligentes, con formación académica y herramientas para la vida; jóvenes que puedan luego emprender su propio negocio o emplearse en un trabajo bien remunerado, basado en su conocimiento, habilidades y preparación técnica.
Jóvenes que le sumen a las empresas sus capacidades, su talento y su actitud. Con un currículum limpio, de esfuerzo, de buenas calificaciones y pocas faltas; que llegaron puntuales a sus clases y cumplieron con todas sus tareas.
Aquellos alumnos que desarrollaron magníficos proyectos en sus materias y que lograron convertirlos en oportunidades para la inversión privada.
A esos alumnos queremos en la industria.
A quienes optan por otras formas, les convendría reflexionar. Les será complicado conseguir trabajo, pues el empresariado busca soluciones, no problemas.
En el sector productivo se valoran la disciplina, la constancia y el respeto; virtudes que siempre abren puertas.
Así no, querido lector. Las maneras lo son todo en la vida y en los negocios.
Cuando se recurre a la violencia es porque se han acabado los argumentos, y cuando eso ocurre, nada bueno florece.
La oportunidad sigue ahí, que se aproveche.