Política

La imposibilidad de hacer catarsis

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • La imposibilidad de hacer catarsis
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

El pasado no es lo que ocurrió sino lo que deja sus huellas para construir futuros posibles. Por eso creo que no miento cuando digo que la viñeta que voy a emplear en esta ocasión parece sacada de un pasado que nunca existió.

Hace muchos años los hombres podían reunirse los fines de semana en un llano, dividirse en dos grupos y patear un balón hasta el aburrimiento, o transcurridos 90 minutos, lo que ocurriera primero. Casi siempre el tiempo del reloj imponía el límite a ese juego en el que había patadas, codazos, resbalones, buenos y malos golpes, piquetes en las partes nobles, mentadas de madre, amenazas que nunca se cumplían, sudor, sangre, y hasta goles. Futbol llanero le llamaban.

Al término de este lento corretear de un balón que no se dejaba alcanzar y menos quería entrar a un curioso arco de tres postes no curvos, los fantasiosos guerreros se reunían en torno a una caja con cervezas para lamerse las heridas. Justificar la derrota por las trampas de los otros o la esquiva diosa fortuna que esa mañana negó los besos a sus admiradores más amados. Pero también para regodearse en la grandeza y soñar juntos con copas mundiales y estadios extranjeros. Por eso se decía que si perdían había pretexto para tomar: la tristeza, y si ganaban había pretexto para tomar: la felicidad.

Ante la inexistencia de un Homero que contara estas épicas batallas, se borró el pasado y ahora se tienen que conformar con “realidades virtuales” puestas en escena en dispositivos móviles, que más que liberarlos los encadenan a una pantalla, que es solo eso, una pantalla. Los más afortunados van a canchas de ¡pasto sintético!, perdiéndose la posibilidad de tragar tierra, la misma tierra a la que algún día debemos volver todos. Y están obligados a tomarse fotos con sus uniformes originales o espejo, recién lavados y desarrugados, para subir una postal sin vida, pero con mucha alegría, al Instagram.

Los escenarios perdidos parecen nada cuando lo que en verdad se nos escapó de las manos es la posibilidad de hacer catarsis, esta liberación de afectos y emociones, que se ponían sobre una esfera de cuero a la que habría que patear hasta lograr la purificación tan anhelada de domingo a domingo. En esos tiempos idos nadie se atrevía a pensar que esta descarga de energía libidinal pudiera durar por siempre ni que al cabo de esta se transformaran en mejores personas. Simplemente se gritaba, se enojaba, se perdía o se ganaba, de una vez por vez.

Como esta posibilidad de hacer catarsis se han perdido muchas otras por la amenaza damoclética de los reinos de lo políticamente correcto del sur y el de la felicidad del norte. No pueden las mujeres salir a marchar porque las están matando, sino es con una guía de dónde pintar y donde no, qué destruir y qué no. O las policías de los medios digitales socializados, que pueden provocarte la muerte digital si reconoces que hay más odio en el mundo de lo que estamos dispuestos a tolerar.

Hoy la catarsis se debe hacer en un entorno controlado y parece ser de patente exclusiva de los psicólogos. No hay más teatros a los que acudir para lograr identificaciones dramáticas que nos hagan transitar por este Hades que llamamos vida. Y ni siquiera se logra la catarsis en los consultorios porque no hay tragedia, sino el llamamiento a convertirse en mejor persona.


Mored Catarsis
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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