Política

Lección de la elección

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A grandes rasgos, Claudia Sheinbaum ganó con el 60% de la votación porque se llevó completo el 60% de aprobación de Andrés Manuel López Obrador. Es decir, Xóchitl Gálvez no atrajo el voto blando que coexistía con el intocable y mayoritario voto duro obradorista. Y no lo hizo en gran medida porque al fenómeno Xóchitl lo detuvo el fenómeno AMLO, con su alevosa campaña mañanera para infamar a la candidata opositora. La 4T, en suma, ganó por los programas sociales y arrasó por la injerencia ilegal del presidente.

AMLO es popular porque favoreció a los desfavorecidos, que son mayoría, en el presupuesto y en el discurso. Algunos se reían de su “disco rayado”, su cantaleta de los abusos con que zaherían al pueblo los corruptos del periodo neoliberal, que son los mismos que están ahora parapetados en la oposición. No entendían que así mantenía su talante antisistema, el del presidente que seguía siendo, paradójicamente, un outsider cuya mala gestión era resultado de la herencia maldita y del sabotaje que la oligarquía voraz realizaba vía el poder judicial y los medios. He aquí el mensaje: “sigan enojados con el establishment de ayer, que es el de hoy, y apoyen a la 4T porque el mañana venturoso nos exige culminar la purificación de México”.

AMLO plasmó en el imaginario colectivo una elección plebiscitaria en la que Xóchitl encarnaba el pasado negro que quería volver por sus fueros. Cierto, contó con la invaluable colaboración de la campaña opositora, que presentaba impresentables y reivindicaba a los gobiernos anteriores. La oposición no quiso deslindarse de la corrupción de Peña Nieto ni de la guerra contra el narco de Calderón. Mucha gente, en efecto, percibió que la oferta opositora era volver a los buenos viejos tiempos que AMLO interrumpió. Se equivocó tanto la partidocracia como la sociedad civil: una soslayó la justa indignación popular contra el saqueo y la desigualdad y la otra sobrevaloró la disyuntiva democracia o autocracia. No escuchamos al Latinobarómetro, que nos advirtió de la inclinación autoritaria de los mexicanos, la mayor de América Latina.

El tsunami fue multifactorial, sin duda, pero comenzó en la amnesia de una oposición que no recordó sus errores y que en vez de un cambio distinto propuso un retorno implícito. Sí, hay otras cosas a reflexionar, como la baja participación: votó apenas el 60%, menos que el 63% de 2018 y de 2012, muy lejos del 77% de Fox. Pero la clave del triunfo de AMLO, el anestesiólogo, fue quitarle el dolor a un país enfermo de cáncer sin extirpar sus tumores. Y el paciente, que intuía que sus males no habían desaparecido pero que sabía que venían de lejos, agradeció al médico la necesaria y reconfortante anestesia. Amor con amor se paga. Con amor y con un cheque en blanco para que, plan C en ristre, remueva los estorbos en su brega por mitigar la pobreza.

Días antes de la elección, en una conferencia, vaticiné que desgraciadamente Sheinbaum ganaría por 10 puntos. Me equivoqué en el margen, pero no creo haberme equivocado en mi otro vaticinio: ya resentirá México, con todo y programas sociales, el golpe del pensamiento único. Por ahora solo una minoría resiente que AMLO sea, además de un mal perdedor, un mal ganador. De los que escupen al contrincante que noquearon cuando está en el suelo.

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Agustín Basave
  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
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