Me encanta. Es la mejor semana del año. Las calles vacías, no hay clases, los comercios medio vacíos y, en general, se respira un ambiente tranquilo, sosegado y despreocupado. Nunca salgo de vacaciones en Semana Santa, es una locura. A donde vayas hay gente –mucha– y es más el estrés de moverse entre esa marabunta que el descanso y esparcimiento que se puede conseguir quedándome en casa. Además no es tarea ni obligación salir a ninguna parte. Le comparto mi agenda. Fijemos el miércoles como base para tal desarrollo.
Lo primero y más importante es que el teléfono, correo y WhatsApp no reportan mucho movimiento. De esa manera no es productivo intentar comunicarse con personas con las cuales, bajo circunstancias normales, haríamos negocios. No te van a hacer caso. Y qué bueno. Pasemos al departamento de la comida, mi especialidad. Miércoles en la noche: prendí el asador pequeño y asé salchichas y chorizos, y me confeccioné unas tortas con una mayonesa al curry –mi receta–, aguacate, crema, lechuga francesa y cebolla guisada. Esta magnífica pieza va con una botella de Garnacha española y el resultado no es de este mundo. Música: primero flamenco y luego un jazz suavezón de los años 50. Jueves. Levantarse tarde, como a las 11:00. Bebo café veracruzano y leo El libro egipcio de los muertos:
“Ra, el heredero de la eternidad; él se engendró y se dio a luz a sí mismo, el rey de esta tierra, príncipe del submundo y señor de la eternidad; príncipe de lo imperecedero, gobernador de todos los dioses, dios de la vida, hacedor de la eternidad, creador del cielo que establece lo que está dentro del cielo”. Clarísimo: hoy haremos libaciones en honor a Ra. Comenzamos con un pipián de chile poblano con camarones, sobre una cama de arroz blanco, acompañado con calabacitas cortadas en tetraedros irregulares y salteadas con aceite de oliva, vinagre de arroz, pimienta verde y sal. Beberemos copiosa e irresponsablemente un Sauvignon blanc. Música: sones huastecos y jarochos, a todo volumen (los vecinos están de vacaciones y, aunque estuvieran en su casa, da igual). Eso fue la comida. En la tarde, una siesta bien merecida, que nunca me tomo. Y para cenar, apúntele: hamburguesa de carnes de res y puerco, con mayonesa de garam masala, aguacate, cebolla caramelizada, lechuga francesa, jalapeños rojos asados y licuados con vinagre, salsa de soya y aceite rojo. Guarnición de coliflor a la crema de hoja santa y ajonjolí tostado. Vino: Chardonnay californiano con mucha madera, tanta, que huele a aserradero de montaña. Música: rock pesado clásico. Y cerramos el jueves con una cita de Ra: “Yo soy el dios que vino a la existencia por sí mismo”. Esos son dioses chingones, no mamadas.
Viernes. Que vengan los amigos, muchos, los suficientes, los necesarios, los que deben ser. Ya vamos echando pellejos al asador: arrachera, salchichas para asar, tremendo diezmillo, costillas de puerco glaseadas, gordos sirlones y portentosos nuevayorks, salsa molcajeteada de chile piquín, tomatillo, tomate huaje, cebolla, ajo y alcaparras, con su toque de jugo de limón, vinos blancos, rosados, tintos, ron, quesadillas con salsa verde, berenjenas a la parrilla con aceite de oliva, sal y pimienta, dulces que la gente trajo y de música: rock clásico. Gran fiesta. El sábado, –hoy–, a levantarse religiosamente tarde, beber café y leer. Quizá a Osamu Dazai, a George Steiner o la épica de Gilgamesh. Lo primero que me llame la atención. Mañana domingo lo mismo. No quiero pensar en el lunes, no es saludable. Haré lo que me salga del forro de las pelotas, eso sí es saludable.
Lo de Semana Santa me tiene sin cuidado porque soy ateo y no profeso religión ni creencia alguna, y solo aprovecho la circunstancia para llevármela tranquilo y hacer lo que no puedo hacer normalmente. El que quiera creer, que crea, yo prefiero descansar y pasarla bien. Y espero que usted también haya aprovechado el tiempo de manera correcta y adecuada.
Y bueno, dije que era ateo. Era. Ya mismo comienzo a creer en Ra.
