Antes que nada me gustaría plantear una serie de definiciones en torno a lo que entendemos como fantasma. Y el asunto no es fácil porque posee variantes con características distintas. De esa manera tenemos al espectro, al fantasma propiamente, una proyección, aparición, visión, confusión, claroscuro, espanto, espíritu, energía, alucinación y prefiguración. Partimos entonces de dos puntos de vista más o menos definidos: el fenómeno que se percibe fuera de nosotros y el que se produce en nuestro sistema nervioso. De este último pertenecen las alucinaciones, por ejemplo. Quiero concentrarme en el primer apartado, en las cosas que vemos y que estamos seguros de que no pertenecen a ninguna maquinación neurológica. Cuando dos o más personas ven algo y todos están de acuerdo en lo que vieron, podemos estar seguros de que tal fenómeno pertenece a una realidad externa a ellos. Lo que cada una de esas personas interpreten sobre tal efecto es otra cosa y, claro, merece una buena discusión.
Escéptico como soy, me confunden muchísimo estos eventos, pues he vivido algunos y francamente no sé ni por dónde empezar ni qué hacer de ellos. Y eso porque no tengo una base científica para establecer un punto de partida objetivo con el cual pueda yo crear una conjetura creíble o por lo menos que logre consolidar las bases para establecer una hipótesis adecuada.
Voy a intentar describir lo que vi de la manera más objetiva posible. Después podremos tratar de interpretar el fenómeno. Me he ayudado por la IA para crear un video sobre esta experiencia y creo que logró un resultado satisfactorio.
Los hechos son los siguientes: “14 de junio, pasan de las ocho de la noche. Estoy con amigos asando carne en mi casa. Sentados en la mesa de madera que está bajo el encino rojo, esperamos que llegue siquiera una discreta y tímida brisa para sentir el fresco, aunque sea momentáneamente. Claro que el calor del asador no ayuda, pero los aromas a carne con grasa y humo estimulan y nos hacen olvidar estos calores inmundos. Ya sale la carne. Cenamos. Bebemos cerveza. Todo moderado, aquí no hay borrachos. Luego de un rato pasamos a la sobremesa. Se cuentan chistes, recordamos cosas, se tocan temas de moda y noticia, y en general el ambiente está relajado. Entonces ocurre: siento algo, quizá comienzo a verlo de reojo; volteo a mi derecha y claramente se presenta una figura humana que corre de mi derecha a izquierda, como a seis metros de la mesa. La figura está hecha como de partículas, como si fuera de un tipo de arena cuántica y al ir corriendo se fija en nosotros y muy rápidamente comienza a disgregarse, a desintegrarse, hasta desaparecer por completo. Me giro a la izquierda y noto que Luis Rivas (el parrillero) también lo vio. De inmediato intercambiamos expresiones de asombro y después, opiniones. Qué fue eso... ¿Lo viste? ¡Desapareció! ¡Sí, era una figura humana! Los otros no vieron nada, estaban distraídos, conversando, bebiendo. Por lo menos dos personas fuimos testigos de algo inusual. Nadie está borracho ni alucinamos. Entonces la charla se vuelca sobre el fenómeno: ¿Un fantasma, una aparición o espectro? ¿Un ser interdimensional o un viajero del tiempo? ¿Una proyección psicológica creada por nosotros? De eso último no apostaría mucho, pues nadie estaba hablando de fantasmas o cosas parecidas como para estar condicionados”.
Como dije, el ambiente era relajado y se tocaban distintos puntos, ninguno relacionado con el fenómeno en cuestión. El ejercicio de especular sobre tal visión, en tanto que no puede reportar nada conclusivo ni concreto, sí es importante porque representa una reivindicación de nuestra capacidad imaginativa, pero aquí no hay ciencia. Ni religión. Se trata de un fenómeno extraño, por lo pronto inexplicable y que nos dará muchos años de anécdotas. No creo poder agregar nada más, solo que nunca había visto algo así y que cualquiera que haya sido esa cosa, fue real y no imaginada, y que, además, fue endemoniadamente entretenida, intensa.