El tema emprendedor tiene varios años de moda en México. Nunca antes como ahora ha habido tanta gente en el país hablando del tema, apoyando a los emprendedores pero, más importante aún, emprendiendo.
Aún nos falta mucho para tener los emprendimientos de la calidad y cantidad que las empresas mexicanas y la economía en general necesitan para ser más competitivas, más innovadoras, más productivas. Pero los avances son notables y nadie puede negar que cada año que pasa el ecosistema se ve un poco más maduro (o menos inmaduro, si se prefiere ver así).
Esta semana, sin embargo, pude constatar y sorprenderme con algo que está sucediendo en una actividad tradicionalmente muy alejada del mundo emprendedor: la cultura, las bellas artes, las humanidades.
Bajo el liderazgo de Eduardo Cruz, fundador y coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), el cual funciona desde 2009, cuando se instaló en la UAM Xochimilco el Programa Economía Cultural, se está creando discretamente una generación de emprendedores muy valientes que cada vez más se animan a explorar oportunidades de negocio en actividades culturales.
El primer desafío al que se han enfrentado es el prejuicio de sus círculos sociales de origen y de formación, que suelen despreciar las actividades de esta índole que no estén subsidiadas por el Estado y alejadas de cualquier tufo de capitalismo. Por lo que vi en los emprendedores con los que platiqué, eso ya lo tienen bien superado, si es que alguna vez les afectó.
El segundo reto se ve un poco más difícil, pero el mismo tiempo es en donde están también las oportunidades. Se trata de las inercias a hacer las cosas como siempre y la resistencia al cambio. En pleno siglo XXI, por ejemplo, con una amplia cobertura de información digital, hay productores de teatro que se resisten a creer que hay otras formas de generar demanda de asistentes a sus obras que no sea a través del boca a boca. Por eso prefieren regalar boletos a sus funciones con la ilusión de que los asistentes promoverán la obra que fueron a ver gratis. Hasta que a una emprendedora se le ocurrió que sería mejor vender con descuento esos lugares y hoy tiene una plataforma en pleno crecimiento.
No obstante, el reto más grande que este grupo de valientes tiene es el mismo que enfrenta el resto de los emprendedores: detectar necesidades y dolores de mercado que puedan ser subsanados con sus productos y servicios.
Como emprendedor reconozco que siempre está latente la tentación de enamorarse de nuestra solución (o lo que es lo mismo, de nuestro producto) más que del problema que pretendemos resolver. Ahí es en donde estos emprendedores tienen que volverse más pragmáticos, sin olvidarse en lo posible de los sueños y del romanticismo que los llevaron a involucrarse en estas actividades.
Si alguien piensa que es difícil emprender en tecnología, en energía, en retail, imaginen lo que es hacerlo en la literatura, en la danza, en la actuación. De ese tamaño es el desafío. ¿Quién más se anima a intentarlo?
*Fundador de VenturaMedia, firma que promueve la cultura emprendedora.
@adolfoconected
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