La Conferencia del Episcopado Mexicano ha convocado a una marcha que se llevará a cabo el próximo 3 de octubre en la Ciudad de México, para manifestar su protesta en contra de la reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia en torno al polémico tema del aborto.
Se enarbola el principio fundamental del derecho a la vida, que es algo indiscutible, y la marcha sin duda será multitudinaria y reflejará la obvia posición de la Iglesia Católica y su feligresía en torno a la legitimación del aborto: su completo desacuerdo y rechazo.
El punto fundamental es que la decisión de la Corte ya no tiene vuelta atrás por la vía jurisdiccional; en todo caso sería el Congreso de la Unión el que, a través de una reforma constitucional de gran calado, revierta esta decisión festejada por unos y condenada por otros.
Hay un principio fundamental e inmutable: la vida. Todos tenemos derecho a ella; sin embargo, corrientes modernistas y posiciones moralistas se trenzan en una lucha que no tiene fin; las posiciones son completamente antagónicas, no puede haber una intermedia: o hay vida o no hay vida.
Las protestas solo son eso: protestas; fijar una posición en desacuerdo, con mayor o menor ruido, pero sin resultados realmente efectivos en torno a modificar el criterio de la Corte que, repito, ha sido aplaudido por unos y silbado por otros.
Más que marcha, debería orientarse la estrategia a la recta aplicación de la conciencia de los fieles católicos; cada uno en su fuero interno sabrá si encuentra en la muerte del producto de la concepción la paz de un embarazo no deseado o permanecerá todos los días de su vida arrepentido por haber privado del derecho a vivir a alguien que no tuvo la mínima oportunidad de defensa.
Un tema delicado y evidentemente polémico y que necesariamente tiene que ver con las libertades; la libertad de la mujer sobre el manejo de su sexualidad y de su cuerpo y la libertad de quien pudo ser alguien y que, gracias a la libertad del otro, no le permitió vivir.
Cada uno su conciencia. Allí es donde los que van a protestar deberían enfocar sus esfuerzos: en despertar la conciencia de todos para un manejo más racional de su sexualidad, a que se hagan juicios de valor para que prevalezca el respeto a la vida, que es el más preciado tesoro que tenemos los humanos.
Abel Campirano
lcampirano@yahoo.com