Las calles y los restaurantes vacíos en las calles cercanas al Zócalo de la Ciudad de México podían engañar a cualquiera y hacerle creer que los chilangos prefirieron quedarse en casa a ver el primer partido de la selección en el Mundial de Rusia 2018 a desmañanarse y acudir a la plancha del primer cuadro, pero el Cielito Lindo y El Rey que sonaban al llegar a la explanada rompió con la ilusión.
Eran apenas las 9:30 de la mañana cuando cientos de familias abarrotaron el Zócalo de la Ciudad de México para ver la transmisión del primer partido de México en las pantallas puestas por el gobierno de la Ciudad de México. Previo al encuentro, un mariachi amenizaba la mañana que sabía a tarde no sólo por el ambiente festivo, sino porque el sol cada vez más quemaba la piel.
Cual estrella de pop que sale al escenario por primera vez, fue como los asistentes recibieron a los jugadores de la selección mexicana cuando hicieron su aparición sobre la cancha del estadio Luzhniki; los abucheos recibieron a los alemanes.

Pasaron los minutos y de vez en cuando, cuando los seleccionados se acercaban a territorio alemán, se escuchaba a lo lejos las órdenes que le darían a los seleccionados si fueran Juan Carlos Osorio: “¡bájala!, ¡pásala!, ¡quiébrala!”
Así fue hasta que en el minuto 35, con un gol de Hirving Lozano, un grito ensordecedor inundó el Zócalo. Matracas y aplaudidores no dejaban de sonar, mientras que uno que otro desgarraba su garganta para grita “a huevo”.
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— Mariana R. Fomperosa (@Mariannela) June 17, 2018
Le siguieron los 48 minutos más agobiantes que los mexicanos han vivido en los últimos días. En cualquier momento los alemanes podrían arrebatar el triunfo histórico de la selección mexicana y como si los jugadores escucharán sus órdenes, los aficionados no dejaban de gritar órdenes o festejar jugadas.
Otros más, reclamaban a Osorio los cambios. No podían creer que el héroe del partido sería reemplazado y que Rafael Márquez sí tendría su oportunidad de jugar un partido en su quinto Mundial.

Pero no fue sino hasta los últimos diez minutos del partido inaugural de México que el ambiente se volvió tenso. Lo único que todos esperaban era detener el reloj y darle el triunfo a la selección. A cada atajada del contrincante, un suspiro le daba suspenso al momento.
A los tres minutos y cinco segundos del tiempo extra comenzaron los rechiflidos. México ya tenía el triunfo en sus manos y no querían que un descuido en el reloj se lo arrebatara. Cuando se pitó el final, los chilangos que sí madrugaron y soportaron el sol durante dos horas, no cabían de alegría. Gritaron, se abrazaron, lloraron y brincaron hasta ocasionar un sismo en la CdMx. México le había ganado al campeón mundial.
Vámonos al Ángel
Como si se tratara de un peregrinaje que se encuentra en nuestro ADN, los chilangos sabemos que si tenemos algo que festejar, debe ser a los pies de la Victoria Alada que está en Paseo de Reforma y así fue en esta ocasión.

Grupos de familia y amigos caminaron los cinco kilómetros que separan el primer cuadro de la ciudad y el Ángel de la Independencia para celebrar el triunfo inesperado de la selección.
Entre ciclistas y familias que paseaban a sus perros, las porras ponían al ambiente a la caminata: “Y dónde están, dónde están, los alemanes que nos iban a ganar”, cantaban.

A una cuadra del Ángel el ambiente ya era como si México hubiera ganado la Copa del Mundo. Banderas ondeando, una marea verde gracias a la playera de México, espuma blanca, matracas, tambores, cornetas y claxons le daban alegría a la caminata por Paseo de la Reforma. Mientras que para saciar el calor, una buena cerveza o hasta el tequila se dejó ver en más de una ocasión. Todo sea por la selección.
Así es como pasaron miles de personas el Día del Padre. Con un triunfo que se veía imposible, con festejos dignos de un finalista y familias reunidas alrededor del futbol.
mrf