Yunuen Esmeralda Díaz Velázquez recibió este miércoles el premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas gracias al desarrollo de un trabajo que vincula a la cocina con el arte desde la raíz. La escritora sabe que en la mente colectiva prevalece la idea de que somos lo que comemos, pero también sabe que no se come lo que debe porque a la población se le ha separado de la mesa, del mercado y de la comunidad.
En entrevista para MILENIO, habló justo de ese desequilibrio que ahora los propios artistas ensayan en sus trabajos, donde piden volver la mirada al pasado y a los alimentos cimientos que dieron sustento a la humanidad. Ella lo llamó en el ensayo 'La tierra en la boca. Arte contemporáneo y alimentación en México'.
“Es un ensayo en el cual estoy reflexionando sobre la comida como un aspecto político, un aspecto fundamental de la vida. El tema se expande hacia las prácticas de cocina y cómo desde el arte contemporáneo de finales del siglo pasado, desde los setentas, digamos, empieza a haber obras de arte que se interesan por la comida. Sean por denunciar a la industria alimentaria que se está enriqueciendo, pero al mismo tiempo empieza a tener prácticas no éticas, y por otro lado están los otros artistas que trabajan en el cómo pensar que la comida restaura vínculos y nos permite tener un reflejo de la realidad”.
Yunuen hace un paréntesis para valorar el trabajo que realizan las mujeres en torno a la comida, como una labor de cuidado. Se trata de un tema que lleva mucho tiempo trabajando a través de la escritura y la producción artística, desarrollando investigaciones de campo sobre el arroz y la chía. Así fue como comenzó su ensayo.
“Comencé con el arroz marca Morelos, con el nombre de Morelos, que en realidad venía de los Estados Unidos. La historia de Morelos es una donde el arroz llega con la conquista y se instala en la colonia. Sin embargo, en la época de la revolución los hacendados salen huyendo, los campesinos se quedan con el cultivo, se lo apropian y tiene este símbolo de emancipación y de lucha”.
Fue así que encontró que había un arroz importado que usaba el nombre de manera indebida, le llamó la atención y ella comenzó a preguntar sobre dónde estaba el arroz real de Morelos. Así lo ubicó en el campo, los molinos y en el campo, con los productores. La investigación derivó en exposición y se vinculó a otros artistas que también pensaban en la comida y se dio cuenta de que el problema es más amplio y se enmarca en lo que el escritor hindú Arjun Appadurai llamó la gastropolítica.
“La agroindustria se consolida y Estados Unidos empieza a usar tecnología para los cultivos, pero no solo la tecnología, sino el uso de ciertos químicos, el glifosato que se ha visto que no es solo contaminante, sino que dañan la salud de las personas. Esas cosas están ahí, y están ocultas; cuando comemos algo, casi nunca nos preguntamos ya de dónde viene o por qué cuesta tanto. Ahora que la fruta sea tan cara en un país donde normalmente la podíamos comer”.
De esta manera, el ensayo aborda el contexto de la producción de los alimentos y en una segunda parte, la producción artística que se gesta en México. Algunos lo hacen desde la denuncia y otros intentando restaurar los vínculos con la comida, desde una visión ecológica.
“La comida es una relación con el territorio, con la tierra, con la vida, pero como ya nos entregan todo empaquetado, a veces nos olvidamos de eso. De pronto se construyen ideas de moda, por ejemplo de la chía se dice que es el superalimento, y eso es como si un solo alimento te pudiera dotar de todos los nutrientes cuando eso es falso. Es un tema que está vinculado a ideas políticas, económicas, de salud y justo el libro va hablando justo de esto”.
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