En los rincones de las comunidades más apartadas de Guanajuato, donde las mujeres embarazadas no cuentan con servicios de salud, la única opción que tienen son las parteras.
Paola Segura, de 24 años, habitante de la comunidad El Toro, en el municipio de Atarjea. Actualmente, tiene dos meses de embarazo y no ha podido realizarse ningún estudio prenatal, ya que en su comunidad no hay ningún médico.
Los centros de salud de las comunidades cercanas carecen de los servicios necesarios y la situación se agrava porque en la zona donde vive no existe transporte público para trasladarse.
Paola comenta que este es su segundo embarazo y que, para ser atendida por un médico, debe viajar hasta Jalpan de Serra, en Querétaro; un trayecto de dos horas en automóvil desde su comunidad. Ese recorrido de 70 kilómetros lo hace con la esperanza de recibir atención. Sin embargo, al ser originaria de Guanajuato y no de Querétaro, en algunas ocasiones le han negado el servicio de salud.
Recordó que en su primer embarazo, del que nació una niña, se atendió hasta los cuatro meses de gestación. En su comunidad las parteras eran una opción, pero ahora ya no lo son, pues la última falleció hace ocho años, lo que ha complicado todo.
“Ahorita no he ido ni a hacerme los estudios por lo mismo, aquí están muy retirados de todos modos. Para hacerme estudios tiene que ir uno en ayunas y es mucho tiempo para andar en carro y ahorita pues yo me mareo bastante. Se me revuelve el estómago y no puedo andar tampoco en el carro mucho porque sí batallo bastante”, comenta Paola, preocupada.
Para llegar a la comunidad El Toro, en Atarjea, desde León son seis horas de traslado en automóvil, alrededor de 314 kilómetros. Se ubica al noreste del estado, colinda con Querétaro, por lo que incluso resulta más fácil llegar por esa entidad.
El trayecto implica pasar por los municipios de Silao, Guanajuato, San Miguel de Allende, San José Iturbide, San Luis de la Paz, Xichú, Atarjea y después subir la Sierra Gorda entre curvas, caminos rocosos y rutas sin pavimentar. Al llegar al punto más alto se pueden observar las nubes casi al ras del vehículo. Hasta allá se encuentra la comunidad El Toro.

Disminuyen parteras en Guanajuato
Hace 10 años, en 2015, la Secretaría de Salud de Guanajuato registraba 202 parteras activas; para 2025 la cifra disminuyó a 184. La reducción se atribuye principalmente a la edad avanzada de estas mujeres, fallecimientos o retiro voluntario de la práctica.
A 14 kilómetros de El Toro está El Salviar de Buenavista, donde vive la señora Hermenegilda Díaz Téllez. Cuando MILENIO habló con Paola, una vecina recordó que la última partera de la comunidad murió hace ocho años. Sin embargo, aún se mantiene viva la tradición gracias a doña Hermenegilda, considerada la única partera que queda en la Sierra Gorda.
Hermenegilda Díaz Téllez es originaria de la comunidad El Roblar, tiene 84 años y actualmente radica en El Salviar con sus tres hijas, luego de ser operada de cataratas hace dos meses. Recuerda como si fuera ayer que a los 25 años decidió dedicarse a la partería, un oficio que no aprendió en ninguna escuela, sino con la experiencia y el instinto.
Habla con facilidad, aunque a veces pierde lucidez. No obstante, rememora que la primera vez que atendió un parto fue el de una vecina. Llevó vendas, tijeras remojadas en alcohol, cordones de hilo para el ombligo y algunas hierbas para preparar té.
Relata que comenzó sobando el estómago de aquella mujer y así descubrió el gusto por el oficio.

El periplo de ayudar a dar a luz
Hace 60 años, cuando la señora Hermenegilda era joven, para llegar a comunidades cercanas debía recorrer más de 10 kilómetros montada en El Macho, un caballo café oscuro que durante décadas fue su principal medio de transporte para auxiliar a más de 10 mil mujeres —o muchas más, pues perdió la cuenta— en distintas comunidades, municipios e incluso otros estados.
Al preguntarle por qué se dedicó a esto, responde:
“¡Pues así nomás! Yo no tuve ninguna práctica. Así como les dijera, nomás así, a lo mío”.
También recordó que atendió partos complicados, como aquellos en los que los bebés no venían en la posición correcta.
“Ayudé mucho a las personas que estaban así —embarazadas—, como a veces los niños venían atravesados o venían sentados. Entonces yo tenía que trabajar en esa forma para que se aliviara la criatura”.
Madre, abuela y bisabuela, Hermenegilda nunca estudió nada relacionado con los partos; su conocimiento provenía de técnicas ancestrales, tés de hierbas para aliviar dolores y observación constante para evitar complicaciones durante y después del parto.
Por cada paciente cobraba alrededor de 200 pesos, aunque a sus familiares no les pedía nada. El servicio incluía revisiones mensuales, tés medicinales, masajes, apoyo durante la labor y cuidados posparto.

Hermenegilda detalló que, después del nacimiento, vendaba el vientre de las madres por 40 días para evitar que “se vaciaran”, es decir, para que recuperaran su físico y prevenir infecciones.
Otro recuerdo que relató fue el de partos complicados, como el caso de un bebé que murió dentro del vientre y nació de color negro, o los llamados “partos extraños”, en los que junto con el nacimiento también se expulsaban “animalitos”. Para ello preparaba una hierba especial llamada olicórnio.
“Me tocaron unos partos que venían animales”, dijo.
—¿Cómo, qué tipo de animales?— se le preguntó.
“Pues no les puedo decir… nada más, nacían chiquitos los animalitos, por eso yo les daba esa hierba, esa medicina”, respondió.
¿Cuál fue la primera escuela de parteras en México?
A cuatro horas de El Toro se ubica San Miguel de Allende, donde se fundó la primera escuela de partería certificada del país, en la calle Santa Julia número 15, colonia Santa Julia.
Gabriela Cárdenas Coronilla, coordinadora de parteras de CASA A.C., comentó que desde 1997 más de 110 mujeres han egresado como técnicas profesionales en partería de esta institución.
En su edificio de muros amarillos, techos de teja roja y una cúpula dorada destacan murales folclóricos y fotografías antiguas de parteras que atendían hace más de dos décadas. La escuela cuenta con tres salones, auditorio, biblioteca, cafetería, consultorios y espacios para prácticas profesionales.
Cárdenas Coronilla explicó que la formación dura dos años e incluye obstetricia, salud sexual y reproductiva, nutrición, primeros auxilios y salud mental. Cada estudiante debe intervenir en al menos 80 partos.
“CASA A.C. fundó la primera escuela de parteras a nivel nacional con certificación, ¿qué quiere decir? Que tenía el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE) por parte de la Secretaría de Educación y certificación de la Secretaría de Salud, lo que avala que el personal formado cumple con las competencias para atender a la población”, dijo.
Han egresado 17 generaciones con título y cédula profesional; 24 parteras trabajan actualmente en hospitales públicos de estados como Chihuahua, San Luis Potosí, Tabasco, Guerrero, Colima, Puebla y Veracruz.

Clínica atendida por parteras
En la calle Allende número cuatro, colonia San Rafael, en San Miguel de Allende, funcionó desde 1994 la primera clínica de maternidad atendida por parteras profesionales en México. En casi 30 años registró más de 100 mil nacimientos de mujeres de comunidades vulnerables.
La clínica fue clausurada hace un año por falta de renovación de permisos estatales, aunque se conserva en buenas condiciones. Cuenta con 10 habitaciones sencillas, cada una con cama individual y puertas interconectadas.
Durante el recorrido realizado por MILENIO se observaron cuerdas de tela colgadas en el techo, sujetas a un aro de fierro. Manuela Mendoza Herrera, partera tradicional, explicó que las mujeres las usaban para sostenerse y pujar en cuclillas, mientras la partera asistía el nacimiento y familiares las apoyaban para evitar caídas.
La clínica también tiene sala de juntas, recepción, cuarto séptico, tres consultorios y dos cuartos con bañera de hidromasaje para partos en agua. La partera debía estar disponible las 24 horas para atender el nacimiento y cortar el cordón umbilical.
Gabriela Cárdenas detalló que la clínica estaba dirigida a mujeres sin condiciones de alto riesgo, con una tasa de complicaciones menor al 4 por ciento. Su propósito era reducir la medicalización innecesaria y fomentar decisiones informadas.
“Este es uno de los primeros espacios en México donde trabajó un equipo interdisciplinario que incluía a la partera profesional como parte central de la atención”, indicó.
Pese al cierre, Cárdenas Coronilla aseguró que hay gestiones para reabrirla en septiembre de este año mediante una alianza con IMSS-Bienestar.

Tres mujeres, tres caminos de partería
En San Miguel de Allende, Daniela Salmai Solís Fonseca, Tania González y Manuela Mendoza Herrera representan tres formas distintas de ejercer la partería, enfrentando prejuicios y barreras sociales para mantener viva esta práctica.
Daniela Salmai, de 24 años y originaria de Puebla, estudió la licenciatura en Salud Reproductiva y Partería, un diplomado en fisioterapia obstétrica y una certificación como doula. Residente en San Miguel desde hace dos años, ha enfrentado discriminación por su oficio.
“Es importante que como parteras profesionales estamos bastante conscientes y tenemos ese chip de brindar una atención de calidad y calidez, siempre y cuando sea de bajo riesgo”, señaló.
Por su parte, Manuela Mendoza Herrera, partera tradicional y originaria de San Miguel, aprendió el oficio de su abuela y lo ha ejercido por más de 30 años, asistiendo más de 3 mil partos. Su práctica se basa en plantas medicinales, técnicas naturales y acompañamiento fisiológico.
“Es un parto fisiológico, sin episiotomía, sin oxitocina. Cuando nace el bebé lo pongo sobre el pecho de su mamá y lo dejo ahí hasta que el cordón umbilical deja de pulsar”, explica.
En tanto, Tania Mendoza egresó hace siete años de la escuela de partería CASA A.C. y pertenece a la última generación formada en San Miguel. Originaria de Comonfort, eligió la carrera por el enfoque en el cuidado de la mujer. Aunque ha enfrentado desconfianza de médicos y enfermeras, defiende que las parteras profesionales tienen las competencias necesarias.
“Sobre todo que todas las mujeres confíen en su cuerpo, que son capaces de dar a luz y que no es necesaria una cesárea, salvo que tenga que realizarse. Se ha hecho creer que las cesáreas son de rutina, las pacientes se programan para esas cirugías y en realidad no lo necesitan”, concluyó.
MD