Entre las leyendas que forman parte fundamental del folclore otomí en la Sierra Oriental de Hidalgo, destaca la historia de los “Uémas”, seres descritos como gigantes que habitaron el valle y sus alrededores. Estos gigantes no solo forman parte del imaginario colectivo, sino que son considerados ancestros míticos por las comunidades indígenas hñähñü, conocidas también como otomíes.
La leyenda de los Uémas cuenta que estas gigantescas criaturas construyeron grandes basamentos piramidales y desarrollaron una cerámica magnífica, reflejando una avanzada cultura artesanal que perdura como patrimonio tangible en la región; la tradición cuenta que eran tan gigantes que, si se caían, se rompían en pedazos.
Estos seres vivían alejados de los ríos porque le tenían miedo al ruido y al agua y, a diferencia de los humanos comunes, no trabajaban como faeneros ni por cuenta propia, sino que se unían para realizar labores colectivas, moviendo y erigiendo objetos pesados con gran fuerza y dedicación.
De hecho, la tradición oral de la región cuenta que la Piedra Campana, ubicada en la región otomí de Ixmiquilpan, es un vestigio arqueológico clave asociado a la leyenda, una enorme roca que emite un sonido especial cuando se golpea y está cubierta con jeroglíficos que, según expertos, narran historias relacionadas con los Uémas, simbolizando su presencia protectora sobre el Valle del Mezquital.
Los ancestros de los hñähñü aprendieron de ellos el arte de la alfarería. Se alimentaban de carne de los animales que cazaban y con sus pieles se vestían. Tenían gran fuerza física y gracias a ello construían enormes templos en una sola noche, pero se extinguieron cuando la Tierra se volteó debido a un terrible diluvio que arrasó con todo, de ahí su miedo al agua.
Hay quienes aseguran que en los campos se pueden encontrar huesos de estos seres a los que atribuyen poderes curativos cuando se ingieren disueltos en algún líquido.
La Piedra Campana: vestigio protector y símbolo de los Uémas
La Piedra Campana no es solo una formación física, sino un ícono místico para los pobladores, quienes creen que la esencia de los Uémas aún reside en ella, vigilando y cuidando a la comunidad.
La etnóloga María Angélica Galicia Gordillo ha documentado estas conexiones, resaltando el profundo simbolismo que la piedra y la leyenda conservan. De acuerdo con un boletín emitido por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el 20 de septiembre de 2022, esta piedra fue hallada por la etnóloga del Instituto de Investigaciones Antropológicas y cuenta además con inscripciones rupestres que aún no han sido interpretadas.
Al interior de la pieza, cuyo peso es de dos a tres toneladas, hay pinturas.
“Un fenómeno así tan significativo no puede ser azaroso. Es una piedra en solitario, no hay nada alrededor de esta”, confirmó al concluir en este año la interpretación del hallazgo.
En algunos códices, específicamente en el denominado “Vaticano A”, argumentó entonces la especialista, podría realizarse una referencia específica sobre estos “gigantes” que fueron registrados a través de una pintura cuando a los indígenas, asentados en esta parte del centro del país, los españoles les pedían que les relataran sus ideas, aunque la mayoría de esta información fue destruida.
“En una de las placas del mencionado códice aparecen los gigantes, y en la descripción del documento narra que hubo una era en donde vivían varios de estos personajes, calculan que medían entre tres y seis metros de altura; a partir de ese mito, los pobladores hicieron sus interpretaciones”.
Los habitantes en Ixmiquilpan, agregó, recuerdan que las pinturas son tan altas en la iglesia que esas obras y el inmueble no pudieron haber sido realizados más que por seres enormes.
“Quiere decir que es un mito vigente, es una historia que ha pasado de generación en generación. Me han dicho que los gigantes tenían coronas, descrito cómo vivían en cuevas, tal y como aparece en algunos documentos acreditados”.
Una leyenda que perdura en las generaciones
Los Uémas también representan un nexo entre el pasado ancestral y el presente cultural de los otomíes, contribuyendo a fortalecer la identidad y la memoria histórica del pueblo. Estas criaturas no son solo gigantes legendarios, sino guardianes invisibles que protegen el equilibrio y el bienestar del valle.
La dualidad en la cosmovisión otomí se refleja en el término “Uéma”, que puede designar tanto a gigantes como a seres diminutos, cada uno con sus roles específicos dentro de la mitología. Mientras los Uémas gigantes ejecutaban grandes obras y simbolizaban la fuerza, los Uemalitos, o seres pequeños, protegían la naturaleza y los lugares sagrados.
Estas leyendas también hacen referencia a la importancia de la alfarería y otros oficios tradicionales preservados a lo largo de generaciones, vinculando a los Uémas con la transmisión de conocimientos artesanales y espirituales.
En varias comunidades se preservan relatos orales que confirman que el fin de los Uémas ocurrió con grandes catástrofes naturales, asociadas a diluvios o cambios climáticos drásticos, que marcaron el fin de su era y el inicio de la vida humana tal como se conoce.
A pesar de ser relatos antiguos, las leyendas de los Uémas siguen vivas en la tradición oral y en las celebraciones culturales, siendo contadas y cantadas en festivales y eventos para honrar a estos poderosos antepasados.
Este mito es solo una entre muchas historias que ilustran la riqueza cultural de la Sierra Oriental de Hidalgo y el orgullo de sus pueblos originarios por sus orígenes ancestrales.
Preservar estas leyendas es fundamental para mantener la conexión cultural, espiritual y social con el pasado, vital para la identidad contemporánea de los hñähñü y todo México.