Con un aproximado de 2 mil 800 estudiantes, de los cuales 60 por ciento son jóvenes provenientes de ejidos de Torreón, Gómez Palacio, Lerdo, Matamoros y San Pedro de las Colonias, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) también recibe a jóvenes que migran desde el centro y sur del país, de estados como Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Puebla, así como de Chihuahua, Durango y Baja California, entre otros.
Personal de Servicio Social realizó un censo, pues si bien los datos se concentran en el Sistema de Control Escolar, muchas veces los estudiantes ocultan, por diversas razones, su identidad indígena.
Gracias a este trabajo se sabe que de 40 por ciento restante de la población estudiantil, el 25 por ciento se autorreconoce como parte de una comunidad indígena o etnia, contabilizando alrededor de 30 lenguas en práctica de un total de 68 que se hablan en México.
Implementan cursos básicos de lenguas indígenas
En la UAAAN se habla mixteco, zapoteco, totonaco, náhuatl y maya, pero también hay quienes se comunican en tlapaneco, con altas posibilidades de que se escuchen además el wixárika y el tepehuano en el campus.
Por ello, la casa de estudios, a través de su director Edgardo Cervantes, implementa cursos básicos de náhuatl, mixteco y zapoteco, que son las lenguas más conocidas y de las cuales se cuenta con material didáctico.

Pese al crisol de culturas que representan los jóvenes que han tomado a la Narro como punto de encuentro, desde hace dos años no han podido acceder a las becas que otorga el gobierno federal para impulsar la educación en los sectores menos favorecidos; así lo expresó el profesor Fabián García Espinoza.
“Hace tiempo la Narro estaba dentro de las universidades prioritarias para recibir la beca. Por alguna extraña razón, la cual desconocemos tanto las autoridades como nosotros, los profesores, desde hace dos años ya no se está recibiendo y los muchachos ya no pueden hacer solicitud para obtener la Beca del Bienestar. Tienen beca quienes la solicitaron hace dos años; las matrículas de sexto semestre hacia arriba son las que cuentan con ese apoyo, pero los nuevos estudiantes no pueden acceder.
“Estamos trabajando junto con el área de Servicio Social, que atiende ese rubro, y la administración regional, para que la universidad vuelva a estar en el padrón, porque aquí se atiende a población nacional, indígena, de comunidades rurales y marginales. Todo un mosaico que representa prioridad para la asignación de becas”, refirió el maestro.
Su preocupación es genuina, pues se busca visibilizar ante las autoridades federales que los alumnos de la Antonio Narro necesitan las becas.
Al tener que trabajar para sobrevivir en una región que no es la suya, su rendimiento académico se merma: dejan de entregar trabajos y no descansan, por lo que se quedan dormidos en clase.
Migran para estudiar
Gabriel Ruiz Pérez, Luz Magali Ramírez Sánchez y José Alberto Temoxtle Panzo se movilizaron desde otros estados con la idea de estudiar.
Quizá los lectores pensarán que el transporte y la búsqueda de una residencia compartida podrían salir más caros que inscribirse en una universidad local, pero lo cierto es que ellos confirmaron que, por estudiar en la UAAAN, sus padres pagaron solo 700 pesos por semestre.
Por su parte, Fabián García Espinoza, originario de Pascala del Oro, Guerrero, afirmó que su comunidad, ubicada en la Costa Montaña, tenía muchos rezagos y carecía de transporte y servicios educativos.
Fue por ello que llegó a Torreón a estudiar en agosto de 2003. Aquí se graduó como ingeniero agrónomo parasitólogo. Luego formó su familia y se convirtió en maestro de los jóvenes migrantes y locales que estudian en la Narro.
“Me vine para la Comarca Lagunera, como ocurre con muchos de mis compañeros egresados de la universidad, buscando una oportunidad de estudio primero, y de trabajo después. La primera dificultad a la que nos enfrentamos es la escasa oferta educativa, sobre todo para el ámbito agropecuario, además del costo elevado de estudiar en las universidades de los estados, principalmente en las privadas, que abundan, pero que no todos tenemos la posibilidad de costear”.

El maestro Fabián comentó que los jóvenes del sur salen de zonas marginales en busca de una oportunidad, y precisamente en la UAAAN, en sus sedes de Saltillo y Torreón, encuentran el camino para prepararse a costos significativamente bajos. Se trata de migrar o quedarse rezagados.
“Nos vinimos a buscar la vida, a buscar el trabajo, y terminamos avecindándonos en esta hermosa Laguna. Yo vine y encontré en esta universidad una oportunidad de estudiar. Hay una inscripción fija semestral que no pasa de los 600 o 700 pesos; es muy económica en comparación con las universidades estatales. La otra experiencia que tuve es que también vino una hermana mía a estudiar hasta acá. Bueno, ya tenía yo posibilidades de ayudarle, echarle la mano para que estudiara en la UAdeC. Y eran cuotas de 6 mil o 7 mil pesos semestrales, y en la colegiatura de enero se debía pagar un poco más”.
A este joven maestro y a sus estudiantes les tocó sortear la crisis de inseguridad en La Laguna, además de una pandemia. Saben que viajar y asentarse en otras ciudades implica ciertos riesgos. Durante el periodo de 2006 a 2013, las balaceras sobre el periférico Raúl Sánchez eran frecuentes, y las huellas de los disparos quedaron justo en el puente peatonal que cruzan los estudiantes para llegar al plantel.
Eso generó temor en algunos jóvenes que decidieron volver a sus comunidades, mientras que la mayoría supo sobreponerse a esa etapa. Por ello, la matrícula no descendió drásticamente, siendo esta casa de estudios una de las mejores en el ámbito agropecuario, incluso en América Latina, afirmó el maestro García Espinoza.
“La generosa Antonio Narro provee a quienes solicitan el servicio de comedor. Casi toda la matrícula puede acceder a este beneficio y recibir alimento por la mañana, al mediodía y por la tarde, es decir, almuerzo, comida y cena a su alcance”.
En cuanto a la vivienda, se detalló que hay internado al que pueden acceder los estudiantes con buenas calificaciones y que lo soliciten, pero el servicio tiene pocos cupos. Por ello, grupos de cinco o seis jóvenes hacen hermandad y rentan una vivienda de tres habitaciones. Las colonias más pobladas por estudiantes son Valle Verde, Fidel Velázquez y La Mina.

Migran para ayudar a sus comunidades
José Alberto Temoxtle Panzo nació en Tehuacán, Puebla. Actualmente, tiene 23 años y estudia el quinto semestre de Ingeniería Agrónoma.
Llegó a Torreón pensando en especializarse en el rubro del campo.
“Siempre tuve mucho interés en lo que se relaciona con el campo y hablaban muy bien de esta universidad. Me di a la tarea de investigar y me agradó. Soy el primero en mi familia en llegar tan lejos. Soy la primera generación que se va y quiero ser ingeniero porque noto las dificultades que tienen los campesinos de donde soy yo y quisiera aportar más que nada. Tehuacán es una ciudad muy grande y yo soy de una familia con cinco hermanos y abuelos que hablan lengua indígena.”
Para vivir en Torreón, José Alberto renta junto con compañeros una casa en la colonia Fidel Velázquez, aportando mil 300 pesos para cubrir ese gasto, mientras que el comedor universitario es una excelente opción para comer de manera regular, abundante y sana. Lo mismo piensa Gabriel de Jesús Ruiz Pérez, quien llegó a la región con 18 años cumplidos.
“La universidad me ha sorprendido bastante, venía con una idea de cómo era, pero verla en persona fue una gran sorpresa. Fue mi interés por estudiar y las carreras que ofrecen lo que me trajo hasta aquí, porque vengo de Los Cabos, y la universidad más cercana que ofrecía agronomía está en la Ciudad de La Paz, pero no me llamaba mucho la atención. Estuve investigando y una de las opciones era la Narro. Decidí hacer el examen y me quedé”.
Gabriel tiene familiares en Torreón, por lo que no paga renta. Dice que sus papás solo han cubierto el gasto del semestre (los 700 pesos), además de algunos materiales para sus trabajos y el transporte.

“Sale muy barato el comedor en el primer semestre porque te dan la oportunidad de tenerlo gratis y te ofrecen la beca de promedio”.
Asimismo, Luz Magali Ramírez Sánchez, de 19 años de edad, llegó de la Sierra Negra de Puebla, del municipio de Xochitlán, San Antonio Ecatepec.
Hace un año presentó su examen y lo aprobó, pero sus padres se negaron a dejarla partir. Así se dio un año sabático, pero volvió a hacer el examen y fue aceptada. Lo que más se le ha dificultado es acostumbrarse al calor extremo de La Laguna, pero su deseo es estudiar para médico veterinario porque le interesa el bienestar animal.
