Actualmente, poco más de la mitad de la población del mundo habita en ciudades y, según datos de la ONU, se estima que ese porcentaje aumentará 13% para 2050. Esto significa que cada vez más las personas residen y se mudan a núcleos urbanos, lo cual traerá consigo una mayor demanda de vivienda e infraestructura relacionada con los servicios básicos y la movilidad.
Dicho de otra manera, el llamado “crecimiento horizontal”, con viviendas unifamiliares y urbanizaciones de baja densidad, parece tener los días contados. Si, como se prevé, en 30 años habrá 15,000 millones de habitantes en el mundo, la demanda de vivienda requerirá edificar cuatro veces más de lo que ya está construido.
En ese sentido, las urbes no están preparadas para un crecimiento masivo de tal magnitud, además de que mantener el modelo actual sería muy costoso. Así pues, estamos obligados a repensar las ciudades y a reformular el concepto de urbe como un espacio de concentración demográfica más eficiente.
Una de las soluciones que proponen los planifica- dores inmobiliarios, pensando a futuro, son las ciudades verticales. Pero esto va mucho más allá de construir rascacielos, pues implica grandes cambios en el estilo de vida y en los modelos de convivencia.
Por ello, grandes desarrolladores plantean edificaciones que integren diversos usos dentro de un mismo proyecto, en ciudades como Puebla, Guadalajara, Monterrey y la Ciudad de México.
Según datos de M2CROWD, plataforma de bienes raíces, la Ciudad de México es la ciudad del país más atractiva para invertir en las ciudades verticales, con 70% de preferencia; seguida de Querétaro, con 55%; Nuevo León, con 41%; Jalisco, 39% y Quintana Roo con 34%.
Parar el crecimiento horizontal
La meta de la expansión vertical es crear entornos más sostenibles, al explotar mejor los espacios reducidos y aprovechar al máximo los recursos, lo cual podría conseguirse mediante la construcción de grandes estructuras multifuncionales que alberguen viviendas, pero también centros de trabajo, escuelas, lugares de esparcimiento, servicios de salud y centros comerciales, todo en un solo lugar.
El presidente de la desarrolladora Orange Investments Carlos Rousseau dice que más que una tendencia, la verticalidad es una estrategia de reestructuración para los espacios que ya son insuficientes. Pero la ventaja más importante de las ciudades verticales es que ayudan a construir espacios ordenados en asentamientos urbanos limitados, cuando el crecimiento de la ciudad es acelerado.
Parte de sus bondades, dice Rousseau, es su contribución a disminuir el tráfico vehicular, ya que concentra gran cantidad de habitantes y servicios por metro cuadrado, lo que fomenta el uso de sistemas de transporte colectivo, así como la disminución e incluso el cambio del automóvil por caminatas o bicicletas.
Enrique de la Madrid Cordero, director del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tec de Monterrey, lo explica a la inversa. No duda de que habitar las ciudades tiene el enorme beneficio de vivir agrupados, juntos y tener una intensa actividad social, cultural y económica, pero el problema es que muchas veces estas áreas crecen más en extensión que en población, lo cual va en contra de la idea de una mejor calidad de vida, pues la gente tiene que hacer largos traslados entre su hogar y su trabajo, eso implica largas horas perdidas en el transporte público y un gasto de hasta 25% del ingreso mensual familiar.
Uno de los casos más dramáticos que recuerda De la Madrid Cordero es la zo- na metropolitana del Valle de Toluca, que entre 1980 y 2010 creció 27 veces en extensión y tres veces en población. “Tenemos que parar ese crecimiento horizontal”, dice De la Madrid.
“Tenemos que hacer ciudades más densas, más compactas, que crezcan hacia arriba, cuidando que esto no se convierta en hacinamiento, porque no se trata de que vivamos apretados; se trata de que vivamos más juntos, en una comunidad en la que a no más de 15 minutos tengas la escuela, el trabajo y todos los servicios”.
En ese sentido, el especialista del Tec de Monterrey habla de cambiar las reglas del juego, flexibilizar el uso de suelo en donde esto sea posible y permitir construcciones más altas, no necesariamente torres monumentales, que nos permitan volver a reagruparnos.
Sin embargo, considera que parte del cambio de reglas requiere también que los desarrolladores construyan vivienda asequible para diferentes niveles económicos en una misma zona, de modo que no ocurra, como hoy, que la gente de mayores recursos pueda vivir donde quiera y los demás “donde les toque”, dice.
Miguel Angel López Méndez, presidente del Colegio de Arquitectos de Nuevo León, considera que uno de los grandes obstáculos para avanzar hacia la verticalidad es la deficiente planeación metropolitana. Esto significa que los municipios tienen autonomía en cuanto al desarrollo de sus planes de desarrollo urbano y toman decisiones totalmente independientes uno del otro, así que no hay un diseño integral de las ciudades y sus zonas conurbadas a fin de establecer áreas de mayor densidad.
López Méndez se refiere al caso específico de Monterrey y advierte que, por ahora, está lejos de ser una ciudad compacta, pues aunque se piensa que la infraestructura existente podría soportar hasta 1,000 viviendas por hectárea, la normatividad actual solamente contempla 250, es decir, se aprovecha apenas un 25% de su potencial.
Esto ha creado vicios como la construcción de departamentos de 75 m2 con 2.5 cajones de estacionamiento, “terminas construyendo más estacionamiento que vivienda”, dice.
Todo en un lugar
El Plan de Desarrollo Urbano vigente desde 2013 en ese municipio regio contempla directrices para corregir esa tendencia, al incluir el concepto de Desarrollo Orientado al Transporte (DOT), que promueve los desarrollos de uso mixto, con alta densidad y con una política restrictiva de estacionamientos en las zonas cercanas a sistemas de transporte colectivo (desincentivando la posesión de autos), así la gente puede vivir sus necesidades en un perímetro cercano y disponga del transporte público para recorrer distancias más largas.
Esto permite cierto optimismo a Carlos Rousseau, de Orange Investments, quien afirma que esta concepción de la ciudad ya comienza a permear en la zona centro de Monterrey y los distritos urbanos, los cuales aún tienen camino que recorrer, pero que ya empiezan a mostrar la tendencia a una densificación ordenada con nuevos proyectos verticales de departamentos que, hasta ahora, han sido exitosos y han generado interés en la gente regiomontana.
“La verticalidad no es un ente individual, pues funciona siempre y cuando existan y se fomenten otros factores a nivel urbano. A medida que las ciudades se densifiquen de manera ordenada e inteligente, los espacios públicos se fortalecerán y desempeñarán un papel fundamental para la comunidad”, dice. “Ahí está el concepto de ‘usos mixtos’, que agrupa distintas necesidades en un mismo lugar, potencializa el sentido de comunidad y seguridad, acorta tiempos y genera plusvalía, todo gracias a la densidad y un mejor aprovechamiento de la tierra”, agrega Rousseau.
Enrique de la Madrid abona a esta idea: “Es menos costoso llevar servicios como agua, electricidad y drenaje a 144 departamentos en dos cuadras que a 144 casas ubicadas en 12 cuadras”. Y agrega: “Pero no queremos únicamente zonas con edificios altos. Es mejor que ya demos el paso de manera ordenada y bien planeada a la verticalidad, reconociendo que la vida ya no nos da para grandes casas”.