Kris Ventura tiene la calma nórdica y el corazón mexicano. Hijo de Puebla y formado entre los hielos de Noruega, el golfista de sangre mixta arrancó con una ronda de ocho birdies sin bogeys en el World Wide Technology Championship, mostrando una serenidad que parece heredada de los fiordos y una sonrisa que claramente es mexicana.
“Empecé un poquito lento”, admite. “Fallé un putt en un par cinco, pero luego metí un par y me relajé. Pude jugar muy consistente.” Nada de drama, nada de aspavientos: el tipo habla como juega, sin adornos, pero con una precisión quirúrgica.
Lo curioso es que Ventura pertenece a una generación de golfistas noruegos que creció golpeando pelotas frente a una pantalla durante medio año. “En Noruega tenemos solo cuatro o cinco meses para jugar en pasto. El resto del tiempo estamos pegándole a una pantalla”, dice entre risas. “Eso te obliga a perfeccionar el swing.”
Su historia es tan improbable como su pasaporte. Aprendió a competir en México, donde desde los cinco años jugaba torneos infantiles. En Noruega, en cambio, los niños empiezan a competir a los doce o trece. “Desde muy temprano aprendí a competir, a manejar la presión. Pero también vi a muchos chicos dejar el golf por la presión de los papás o los entrenadores. A mí me tocó sacarle lo positivo.”
Y ahora, de vuelta en México, Ventura se siente como en casa. “Siempre es un placer venir, llego unos días antes del torneo para disfrutarlo. La comida, la gente, el clima eso no lo tienes ni en Noruega ni en Estados Unidos” responde a pregunta expresa de Grupo Multimedios.
Además suelta una confesión que resume perfecto esa mezcla cultural que lo define: “Ir al Oxxo a comprar donas. Y claro, el pan dulce. Esta es la semana en la que me permito comer lo que sea.”
Con ocho birdies en la bolsa y una sonrisa de quien juega sin peso encima, Kris Ventura demuestra que no hace falta elegir entre el orden de Noruega y la pasión mexicana. A veces, la fórmula ganadora es justo esa combinación improbable: mitad disciplina escandinava, mitad alma poblana y un pan de dulce para cerrar el día.
MGC