La guerra y el deporte parecen conceptos opuestos: mientras una destruye, el otro une; mientras una apela al odio y la confrontación, el otro busca la convivencia y la celebración. Sin embargo, a lo largo de la historia ambas esferas han estado entrelazadas. Cada conflicto bélico de gran magnitud ha dejado huellas profundas en los calendarios deportivos, en la vida de los atletas y en la memoria colectiva de millones de aficionados.
De hecho, el deporte ha servido tanto de víctima como de escenario y hasta de propaganda en los momentos más oscuros de la humanidad.
Más allá de los calendarios y las sedes, la guerra ha dejado historias personales desgarradoras en el deporte.
Durante la Primera Guerra Mundial, más de 120 atletas olímpicos murieron en combate. En la Segunda Guerra, la cifra fue aún mayor, con casos emblemáticos como el del campeón de boxeo polaco Tadeusz Pietrzykowski, quien fue prisionero en Auschwitz y obligado a pelear por sobrevivir. En conflictos recientes, futbolistas ucranianos, sirios o palestinos han tenido que cambiar los botines por rifles. Algunos nunca regresaron a la cancha.
Tadeusz Pietrzykowski – pięściarz z Auschwitz. pic.twitter.com/yahdncZCia
— Instytut Pamięci Narodowej - Oddział w Warszawie (@ipn_warszawa) June 14, 2025
Los juegos que nunca se realizaron
La primera gran víctima de la guerra en el ámbito deportivo fueron los Juegos Olímpicos de 1916, que debían celebrarse en Berlín. Alemania estaba lista para recibir a atletas de todo el mundo cuando estalló la Primera Guerra Mundial. El Estadio Olímpico quedó en silencio, convertido en un símbolo del conflicto que sacudió a Europa.
Fue hasta 1920 cuando los Juegos volvieron a celebrarse, esta vez en Amberes, Bélgica, un país que había sufrido bombardeos y ocupaciones. Aquella justa fue vista como un acto de resiliencia, pero también de exclusión: las naciones derrotadas (Alemania, Austria, Hungría y Turquía) fueron vetadas.
El deporte, que en teoría debía unir a los pueblos, reflejó así las heridas abiertas de la guerra.

La Segunda Guerra Mundial: siete años de silencio
El conflicto más devastador del siglo XX trajo consigo la cancelación de dos ediciones olímpicas consecutivas: Tokio-Helsinki 1940 y Londres 1944. No había margen para el deporte en un mundo sumido en destrucción.
En Inglaterra, la liga de futbol se suspendió desde 1939 hasta 1946. Algunos clubes organizaron torneos regionales para mantener viva la pasión, pero sin carácter oficial. Muchos estadios se convirtieron en centros de reclutamiento o en refugios antiaéreos durante los bombardeos de la Luftwaffe.
Jugadores de renombre como Stanley Matthews o Tom Finney, ídolos del futbol británico, interrumpieron su carrera para servir en el ejército. Lo mismo ocurrió con atletas de Italia, Francia, Alemania y Estados Unidos, quienes cambiaron el uniforme deportivo por el militar.
En Italia, el calcio se redujo a ligas locales, mientras en Alemania los nazis intentaron sostener competiciones, aunque con estadios vacíos y un uso propagandístico evidente.
#OnThisDay 1915: Sir Stanley Matthews is born. "The man who taught us the way football should be played" - Pelé pic.twitter.com/W41wdLHhbj
— BBC Archive (@BBCArchive) February 1, 2016
El deporte como propaganda
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 son el mejor ejemplo de cómo la guerra y la política se filtran en el deporte. Hitler buscaba mostrar al mundo la “superioridad aria” de su régimen, pero el relato fue desmontado por el velocista afroamericano Jesse Owens, que ganó cuatro medallas de oro y se convirtió en un símbolo contra la segregación racial.
Décadas más tarde, la Guerra Fría transformó al deporte en un campo de batalla ideológico. Los boicots fueron la expresión más visible: Estados Unidos y más de 60 países se negaron a participar en los Juegos de Moscú 1980 en protesta por la invasión soviética a Afganistán. Cuatro años después, la Unión Soviética y sus aliados respondieron boicoteando los Juegos de Los Ángeles 1984.
La confrontación no era bélica en el sentido clásico, pero el mensaje era claro: el deporte podía ser un terreno de disputa geopolítica.

Futbol en tiempos de guerra
El futbol, como deporte global, ha sido especialmente sensible a los conflictos armados. Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), el club Barcelona sufrió pérdidas humanas y económicas. Varios jugadores huyeron al exilio y el club organizó una gira por México y Estados Unidos para sobrevivir financieramente. Ese viaje, además, contribuyó a internacionalizar la marca Barsa.
En la década de 1990, la Guerra de los Balcanes golpeó duramente al futbol yugoslavo. La selección, considerada una de las más talentosas de Europa, fue expulsada de la Eurocopa 1992 debido a las sanciones internacionales contra el país. Croacia y Eslovenia, recién independizadas, comenzaron a forjar sus propias selecciones, mientras jugadores de Bosnia y Serbia sufrían la disolución de su patria deportiva.
Más recientemente, en Medio Oriente, el futbol ha sido interrumpido repetidamente por la violencia. Partidos suspendidos, estadios cerrados y selecciones limitadas para competir internacionalmente son parte de una realidad en la que el balón convive con la pólvora.

Ucrania y Rusia; el deporte bajo sanción
La invasión rusa a Ucrania en 2022 provocó una reacción inmediata del mundo deportivo. La FIFA y la UEFA suspendieron a equipos y selecciones rusas de todas sus competencias. La final de la Champions League, programada para San Petersburgo, fue trasladada a París en cuestión de semanas.
Además, el Comité Olímpico Internacional recomendó a las federaciones internacionales excluir a atletas rusos y bielorrusos de sus torneos. Aunque la medida ha sido debatida, pues muchos deportistas no tienen relación directa con las decisiones políticas de sus gobiernos, refleja cómo el deporte sigue siendo un instrumento de presión diplomática en tiempos de guerra.
Para los atletas ucranianos, la situación es dramática. Varios se han enlistado en el ejército, mientras otros compiten con la carga de tener familiares en zonas de conflicto. Los partidos de la liga local se juegan en condiciones de seguridad extremas, con sirenas antiaéreas que a veces interrumpen los encuentros.

México: ecos de guerra
Aunque México no ha vivido una guerra en su territorio en la era moderna, sí ha sentido los efectos de conflictos internacionales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, atletas mexicanos enfrentaron dificultades para viajar y competir en el extranjero.
Al mismo tiempo, el país fue sede de equipos de refugiados. El caso más recordado fue la visita del Barcelona en 1937, cuando jugó partidos en la Ciudad de México y en otros puntos del país para recaudar fondos en plena Guerra Civil Española.
Lo que comenzó como una simple gira de cinco partidos programados en territorio mexicano a lo largo de tres semanas terminó convirtiéndose en una travesía de tres meses, con nueve encuentros adicionales que desbordaron cualquier expectativa. La respuesta del público sorprendió al propio Barcelona, pues la afición en México y Estados Unidos les ofreció un recibimiento cálido y apasionado que generó un lazo especial, mismo que el club ha buscado preservar con el paso de los años.
En total, el Barcelona disputó 14 partidos (10 en México y 4 en Estados Unidos) entre el 20 de junio y el 20 de septiembre, con un saldo de 10 triunfos y 4 derrotas; sin embargo, más allá de los resultados deportivos, el club ganó un enorme prestigio internacional y obtuvo 461 mil 799.10 pesetas, (algo así como 60 mil pesos de la actualidad), cantidad que fue depositada en un banco de París en octubre. Ese dinero, tras el final de la Guerra Civil Española en 1939, resultó crucial para sanear las finanzas del club, que apenas contaba con poco más de dos mil socios y se encontraba al borde del colapso económico.
Aquellos encuentros son considerados una semilla del vínculo especial que el club catalán mantiene con la afición mexicana.
¿Puede el deporte escapar de la guerra?
El calendario deportivo mundial de hoy es un rompecabezas de intereses políticos, económicos y sociales. Los próximos Juegos Olímpicos, los mundiales de futbol y las ligas internacionales siguen expuestos a los riesgos de conflictos geopolíticos.
Los expertos advierten que, aunque el deporte puede suspenderse o trasladarse, nunca está al margen de la realidad política. Y es, en muchos sentidos, un espejo de la humanidad: cuando hay paz, florece; cuando hay guerra, se detiene o se convierte en un campo de batalla simbólico.
A pesar de la crudeza de la guerra, el deporte ha demostrado también su capacidad para inspirar. En campos de refugiados, niños improvisan porterías con piedras. En ciudades bajo ataque, partidos de futbol o basquetbol se convierten en actos de resistencia y normalidad.
La psicología del deporte señala que estas actividades ayudan a sobrellevar el trauma bélico, ofreciendo un espacio de esperanza en medio de la devastación.
La historia demuestra que el deporte no puede escapar de la guerra. Desde Berlín 1916 hasta Ucrania 2022, pasando por los boicots de la Guerra Fría y los estadios destruidos en los Balcanes, la relación entre ambos fenómenos es innegable.
Pero también demuestra algo más: incluso en los momentos más oscuros, el deporte sobrevive, se reinventa y ofrece un atisbo de esperanza porque “cuando todo se derrumba, el deporte nos recuerda que aún somos capaces de jugar”.
Una historia que irá a la pantalla grande
La historia del Shaktar, el equipo de futbol ucraniano que se quedó sin estadio propio por la guerra en Ucrania, será llevado al cine, en un proyecto encabezado por los guionistas Paul Tamasy y Eric Johnson. La cinta estará ambientada en la Temporada 2022 y detallará cómo muchos futbolistas extranjeros se vieron obligados a abandonar el club bajo regulaciones especiales de la FIFA.
Tras el inicio del conflicto en 2014, con la llamada Guerra del Donbás, en la que fuerzas separatistas prorrusas se enfrentaron con el Gobierno de Ucrania, el equipo se exilió y se convirtió en un equipo nómada que juega sus partidos como local en distintas ciudades de Ucrania. Incluso, los partidos internacionales del Shakhtar se disputan en Alemania o Polonia.
Línea del tiempo: deporte y guerra
• 1916 – Primera Guerra Mundial
Los Juegos Olímpicos de Berlín fueron cancelados. Alemania debía ser la sede, pero la guerra hizo imposible la organización.
• 1920 – Juegos de Amberes
Se reanudan los Juegos en Bélgica, un país devastado. Alemania, Austria, Hungría y Turquía son excluidos como castigo de guerra.
• 1936 – Juegos Olímpicos de Berlín
El régimen nazi usa el deporte como propaganda. Jesse Owens, velocista afroamericano, rompe el discurso de la “supremacía aria” al ganar cuatro medallas de oro.
• 1940 y 1944 – Segunda Guerra Mundial
Cancelación de los Juegos Olímpicos de Tokio/Helsinki (1940) y Londres (1944).
La Football League inglesa y otras ligas europeas se suspenden. Varios atletas se alistan en el ejército.
• 1936–1939 – Guerra Civil Española
El FC Barcelona realiza una gira por México y Estados Unidos para sobrevivir. Muchos jugadores se exilian.
• 1980 – Guerra Fría
Estados Unidos y más de 60 países boicotean los Juegos Olímpicos de Moscú en protesta por la invasión soviética a Afganistán.
• 1984 – Guerra Fría
La Unión Soviética y 14 países aliados responden con el boicot a los Juegos de Los Ángeles.
• 1992 – Guerra de los Balcanes
Yugoslavia es expulsada de la Eurocopa por sanciones internacionales. Croacia y Eslovenia comienzan su camino independiente en el deporte.
• 2000 en adelante – Medio Oriente
Los conflictos entre Israel y Palestina provocan la suspensión de partidos, ligas incompletas y limitaciones a selecciones juveniles y mayores.
• 2022 – Invasión rusa a Ucrania
Rusia es suspendida de competencias internacionales por FIFA, UEFA y el COI. La final de la Champions League se traslada de San Petersburgo a París. Varios atletas ucranianos se enlistan en el ejército.
FCM