El Palacio de Bellas Artes era el patio de juegos de la niña María Luisa Tamez, hija del tenor Eduardo González y de la mezzosoprano Luz María Tamez, que a sus cinco años arrancó su carrera en la ópera con una suerte de trouser role actoral.
Encarnó a Dolore, hijo de los protagonistas de la Madama Butterfly de Giacomo Puccini con la que dos décadas después, en 1982, debutó a los 23 años como Cio-Cio San en ese escenario, donde ya había ganado el II Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli y donde hoy, 44 años después de aquel triunfo el 17 de agosto de 1981, recibe la Medalla Bellas Artes.

“¿La verdad? Pensé que nunca me iban a dar este reconocimiento”, confiesa con humildad y emoción a MILENIO la maestra Tamez, quien literalmente ha brillado con dos carreras en la historia de la ópera: como soprano y, después, como mezzosoprano; y quien se reconoce pionera de los desnudos en Bellas Artes con protagónicos en Salomé y La sunamita, o quien lo mismo ha interpretado a la Isolda de Richard Wagner que a la Carmen de George Bizet o a la Turandot de Puccini.
“Estoy muy emocionada por el hecho de que Bellas Artes reconozca a una de sus artistas, porque yo me formé en Bellas Artes, que es mi segunda casa, donde desde chiquita recorría los pasillos, donde jugaba, aunque era una niña disciplinada porque mi mamá me decía: 'No molestes a los solistas', 'No puedes entrar ahí porque viene la escenografía y te pueden tirar, puedes causar un accidente”, recuerda Tamez, cuyo primer protagónico se lo ofreció sin opción a réplica Eduardo Mata y que después de tres décadas como soprano cambió a la tesitura de mezzosoprano bajo la tutela del contratenor Héctor Sosa.
Al mediodía de este miércoles 22 de octubre, María Luisa Tamez recibirá la Medalla Bellas Artes 2025 en Música y Ópera, en una ceremonia en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde apenas el 8 de junio pasado ofreció el recital de España vengo, acompañada al piano por José Luis Trujillo Méndez, en una probada de su vastísimo repertorio.
“Nunca pensé que casi 50 años después iba yo a llegar a esta altura de mi vida cantando, sé que ha habido cantantes muy longevas, como Cristina Ortega o doña Irma González. Son tanto el amor, la pasión y la dedicación que tiene uno por la profesión, que seguimos funcionando. Siento que tengo los años, la energía y la voz para seguir cantando 20, 30 años o a lo mejor más. Este reconocimiento es para mí una gloria, estoy en el cielo de los artistas y lo recibo con toda la humildad, reconociendo a cada una de las personas del universo de la ópera y del teatro que conforman este ambiente tan hermoso.
“Para nosotros, cantar es como nuestra segunda piel, podernos comunicarnos con el público por medio de los sonidos, de las emociones, de los dramas, de los claroscuros de la vida, de los momentos alegres, maravillosos, llenos de alegría, pero también de aquellos donde hay muerte, desolación, enfermedad, toda esa parte inherente del ser humano... Todo eso he podido desarrollar en mi carrera y siento una profunda emoción en este momento en que, paradójicamente, el Instituto (Inbal) me toma de la mano para concederme esta medalla y espero que me queden muchísimos años más de cantar”, dice.
En la charla cuenta a este reportero qué un mensajero de Uber le robó su celular sin que la empresa se hiciera responsable y que como consecuencia del hurto hace algunas semanas la trataron de extorsionar. Pero no deja que a una diosa de los dramas operísticos la criminalidad en Ciudad de México la afecte, le quite la satisfacción por su Medalla ni su buen humor.
“Tengo que nombrar al maestro Enrique Patrón de Rueda, porque cuando me ofrecieron hacer Musetta, le dije: 'Yo no voy a cantar Musetta, eso es una mujer de cascos flojos y ese es un papel cómico y yo no soy cómica'. Y el maestro Patrón de Rueda me decía: 'Claro que sí, eres comiquísima, María Luisa, eres muy cómica y te va a salir maravillosa. Y, bueno, me tocó hacer La bohème en esas producciones; un martes cantaba Musetta y un jueves Mimí, porque entonces se hacían muchísimas funciones, de 12 a 16 de cada ópera”, cuenta la mezzosoprano, mientras ahora sólo hay cuando mucho cuatro.
Si un rol destaca justo Tamez es el de Cio-Cio San que interpretó en numerosas producciones desde muy joven en su carrera cuando Eduardo Mata literalmente la puso en el dilema de aceptar el papel o ninguno, ante las reticencias de la entonces joven soprano que temía por el futuro de su voz y quien también quedó marcada para siempre por el apoyo entonces de su colega y mentora Irma González, quien incluso le regaló sus kimonos para que caracterizara a la heroína.
“Irma González me cedió la batuta de la Madama Butterfly, me insistió y me insistió para que la aceptara, porque yo no quería, ya que era muy jovencita. Un día la maestra me citó en su casa y me dijo: 'Te voy a enseñar a caminar'. Y le dije: 'Fíjese, maestra, yo ya había dicho que no la iba a hacer'. Ya no me dejó hablar, de repente desapareció y regresó con unos kimonos doblados y me los regaló. Imagínese. Eso me pasó a los 21 años. Fue un momento verdaderamente mágico en mi vida”, recordó cómo es que al final se decidió a interpretar a Cio-Cio San, un rol que a miles de sopranos nunca les llega.
PCL