Cultura

Las “Poquianchis”, del burdel a la pantalla

Cine y televisión

‘Las muertas’, serie de Luis Estrada basada en la novela homónima de Ibargüengoitia, retrata una realidad vigente en México: impunidad, corrupción, desapariciones, prostitución.

La adaptación de la novela Las muertas, realizada por Luis Estrada, es un gran acierto. Respeta el contenido de la historia y no se altera el cronotopo, no se modifica la narración de Jorge Ibargüengoitia. Esto hace a la serie admirable: pocas veces se logra respetar la obra cuando se traslada a la pantalla.

Estrada entendió que era difícil, casi imposible, resumir en una película el contenido del libro, y que la estructura de Las muertas, publicada en 1977, estaba hecha para desarrollarse en una serie de seis capítulos. Y es en las originalidades donde la serie mantiene el estilo cinematográfico de Luis Estrada.

El manejo del tiempo

Luis Estrada respeta la temporalidad que Ibargüengoitia utilizó en su narración y permite que los traslapes de tiempo, narrados en el libro, sean entendidos por el espectador, quien no se pierde en la secuencia. Por ello, en el inicio de algún episodio se repiten breves fragmentos de escenas que ya se habían visto. Se contextualiza al espectador dándole a conocer que no existen hechos aislados. Todo en su conjunto forma parte de la misma narración televisiva, se entienden los brincos temporales, pasado-presente, y surge la curiosidad de saber qué sucederá después.

La construcción del espacio

La escenografía: los pueblos Concepción de Ruiz y Pedrones son una unidad donde las otras construcciones y los lugares baldíos y desolados van apareciendo como piezas, primero separadas, que al final cobran unidad y le dan sentido a la narración de la historia. Estos espacios se unificarán por los burdeles, en especial “México Lindo” y “El casino del Danzón”, lugares donde se verá el auge y el declive de las hermanas Baladro quienes se convertirán, sin pensarlo, en las protagonistas de un suceso que transformará al mismo pueblo, lo dará a conocer a los demás, le quitará el anonimato otorgándole un nombre, abriéndolo al exterior para convertirlo en un lugar de crimen y silencio, de sospecha y falta de autoridad. Un lugar donde nada está dicho. El espacio donde se desarrolla la historia puede ser cualquier rincón de México, donde las escenas de violencia se replican de manera permanente y, pareciera, sin fin.

El reparto

Hay, por parte del director, una selección inteligente de los personajes. Quien ha leído la historia irremediablemente terminará por identificar a cada uno de ellos. Es sin dudarlo, la presencia de “La Calavera”, interpretada por Mauricio Isaac, el personaje más entrañable, no solo por su actuación donde se percibe el estudio profundo que se realizó del personaje, sino por el rasgo tragicómico que lleva a mantener en un extremo el sufrimiento y en el otro la risa ante la tragedia. El amor de madre que profesa por las mujeres prostituidas y la fidelidad a las hermanas Baladro. Se retrata así la vida ambivalente del cabaret y la prostitución. Si algo singulariza a “La Calavera” es la forma peculiar como camina: muestra sometimiento al mantener sus extremidades pegadas al cuerpo, como una mujer abnegada; pero también esconde el carácter de alguien que se impone y guarda silencio sin importar la presión a la que sea sometida. El personaje encarna las características del resto de los personajes, por eso su centralidad.

El respeto al sentido del libro

Luis Estrada se toma el tiempo de construir las características de cada personaje y los espacios de la narración. Esta adaptación es de las pocas donde el lector ve retratado el texto, y es muy probable que sea así porque Estrada comparte mucho con Ibargüengoitia: ambos tienen una crítica ácida de la realidad y lo hacen desde un aspecto cómico, lo cual le quita solemnidad a los sucesos, sin borrar el dolor que reflejan. Ese es el ingenio de ambos creadores.

La recreación de una época

Estrada ambienta la serie, le coloca música de Agustín Lara, danzones que dan una ubicación temporal. Aparece la fotografía del presidente Adolfo López Mateos que sitúa al espectador en el tiempo donde están sucediendo los acontecimientos. Es cierto que aparecen fechas, pero las imágenes y la música dan una dimensión amplia, llevan a vivir la época en la que sucede la historia.

***

Las muertas es un texto que relata impunidad, corrupción, desapariciones, prostitución. La narración ambientada a mediados del siglo XX sigue hablando de nuestra realidad. Los hechos han rebasado el pueblo de Concepción de Ruiz y se han expandido por todo el país sin que esto parezca tener fin.

El caso de las “Poquianchis” aún resuena en nuestro tiempo como un mito que la serie rompe y presenta como una cruda realidad. ¿Quiénes fueron aquellas mujeres? ¿Qué hicieron? Y aunque se ubicaron algunos cuerpos, nunca se supo cuántos cuerpos quedaron bajo la tierra o perdidos en algún barranco. La serie es un cristal para mirar nuestro tiempo, para ser empáticos con la realidad.

Mediante cintas como La ley de Herodes (1999), El infierno (2010) o La dictadura perfecta (2014), Luis Estada ha construido una descripción de México, un retrato crítico de nuestra realidad. Se representa el dolor, pero el director otorga la posibilidad de reírse de nuestra tragedia, quizá como un exorcismo que permita sanar nuestros grandes problemas.

La serie ‘Las muertas’ está disponible en Netflix.

AQ / MCB

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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