Cultura

Casa | Por Alberto Blanco

Meditaciones

El poeta escribe sobre la confianza que construye, más allá de los espacios, un hogar.

No necesitamos saber

quién dijo tal o cual verdad

para saber, con todo el cuerpo

y con toda el alma, que es verdad. 


Si nuestra vida ya está lista

para comprender una verdad,

ésta cae por su propio peso

y no hay nada ni nadie

que pueda evitarlo.


No necesitamos ver la hoja de cálculos

ni saber demasiado de resistencia de materiales

ni de tensores o estructuras

para sentirnos seguros en una casa.


Nos basta con saber que la casa es sólida,

los cimientos bien plantados,

las paredes firmes,

y que el techo nos protege

de la lluvia, el frío, el viento y el sol.


Pero, lo más importante, como siempre,

es lo que no está allí…


Eso que no existe y nos permite existir:

el hueco de las ventanas y las puertas.

Es en el espacio abierto donde vivimos,

no en los muros, las escaleras y los techos.


Y el espacio abierto se extiende

más allá de las ventanas y las puertas,

más acá de los títulos de propiedad

—los muebles, los objetos, las cosas—

y los límites trazados de un terreno.


Sin casa se puede vivir

—allí están los nómadas—

sin espacio, no.


El espacio sin límites es la casa.

AQ

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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