Cultura

La invención del color

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Ciencia, poesía y mito: cada tonalidad abre un arcoíris en la historia de la humanidad.

¿Qué cosa es el color? O, mejor dicho, ¿el color es una cosa? ¿Una vibración de la luz que nuestros ojos reciben y el cerebro interpreta? Comparto con los lectores de Laberinto estos apuntes que he recogido de muy diversas fuentes. Un primer avance lo publicó la revista Luvina, aquí la continuación.

A negro, E, blanco, I, rojo, O azul, U, verde. (Rimbaud)

Entre los sherpas del Tíbet existe la leyenda de un lama que alcanzó un alto grado de perfección. Cuando le llegó la hora de la muerte física su cuerpo se desintegró y se convirtió en el arcoíris.

Italo Calvino: Newton, que descubrió la refracción del espectro, estableció que los colores fundamentales son siete, no porque viera realmente siete, sino porque el siete era el número clave de la armonía del cosmos y además se fiaba de un ayudante dotado de un ojo tan selectivo que conseguía distinguir entre el azul y el violeta un color independiente: el índigo, bellísimo nombre, pero un color que nunca ha existido.

John Keats se queja, en su poema “Lamia” del día en que Newton acabó con la poesía del arco iris al reducirlo a los colores del prisma.

Baruch Spinoza, el filósofo que vio a Dios en los cristales que afanosamente pulía, escribió un libro: Cálculo algebraico del arco iris.

Paul Cézanne: El color es el lugar donde nuestro cerebro se encuentra con el universo.

En la lengua hanunoo, hablada por el pueblo malayo-polinesio de Filipinas, no existe la palabra “color”.

Amarillo indio: Antigua laca de ácido euxántico que se hacía en la India calentando la orina de vacas alimentadas con hojas de mango.

Borges, ya ciego, ofrece a su amada el color de una rosa amarilla, vista en el ocaso, “antes de que tú nacieras”.

Plinio cuenta que los pintores de la Grecia clásica usaban sólo cuatro colores: negro, blanco, rojo y amarillo. Y se lamentaba del influjo de nuevos pigmentos llegados de Oriente: “Ahora la India trae el légamo de sus ríos y la sangre de dragones y de elefantes”.

La artista japonesa Chiharo Shiota usa en sus instalaciones -hechas de innumerables hilos trenzados- los colores negro y rojo. Sólo muy recientemente el blanco. Nunca los mezcla.

Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. (Lorca)

El “verde Veronese”, claro y brillante, fue sustituido por el “verde de Scheele”. Ambos contenían compuestos tóxicos (arsénico, cianuro). Se usó para teñir ciertas telas. El contacto causaba severos problemas respiratorios, daños en la piel, riñones e hígado.

Wittgenstein: ¿Por qué el verde se ahoga en el negro y el blanco no?

Mircea Eliade cuenta en sus memorias que su primer recuerdo es el de un día cuando, durante un paseo por el bosque, se alejó gateando y de pronto se encontró, cara a cara, con un espléndido lagarto azul.

Hay azules que se caen de morados. (Pellicer).

El color “azur”, tan presente en los poemas de románticos y parnasianos –“mocos de azur”, escribe Rimbaud, burlándose-, viene del latín medieval “lazurium” y éste, a su vez, del persa “lajoard”. Una probable confusión entre la azurita y el lapislázuli.

En sus Escritos, reunidos a lo largo de su vida, Eduardo Chillida anota: ¿No sirve el azul para sentarse? Pero sin el azul, ¿para qué sentarse? Claro que sirve el azul para sentarse. […] Azul cobalto profundo. Azul como el espacio, crea los mis dedos. Azul como la vida, mira hacia adelante.

El azul de Prusia, cuyos residuos pueden verse en la cámara de exterminio en Auschwitz, fue descubierto por el químico alemán Heinrich Diesbach mientras intentaba crear un pigmento rojo.

Dolce color d’oriental zaffiro. (Dante).

Un farmacéutico holandés se jactaba de fabricar un bermellón tres veces más vivo que el de cualquier fabricante de pinturas.

En señal de gratitud, el Correggio pintó el retrato de un químico que le ayudaba a preparar los óleos y barnices.

Porque es blanco el color de la paciencia. (Schéhadé)

José Ángel Valente, sobre el Retablo de Isenheim: El blanco es el dolor de la Madre. Al lado de la cruz, la Magdalena, ropajes, cabellos, manos, color, es una llama.

Mi blanca elección, decía Emily Dickinson acerca de su preferencia por vestir solamente de blanco y consideraba al vestido nupcial como una mortaja.

Un cuadro de Van Gogh durante años se tituló Rosas blancas. A finales de 1990 se descubrió que contenía residuos de lo que probablemente fue rojo de rubia, y que las rosas, con el paso del tiempo, se habían desteñido.

Blanca es la primera capa de la casa de la Muerte. (Hejduk).

AQ / MCB

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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