Cultura

Tras los pasos de la monja alférez

Entrevista

La escritora Florencia Canale recorre archivos, ciudades y paisajes para reconstruir la vida de Catalina de Erauso, la monja fugitiva que cruzó el Atlántico y, con pluma y espada en mano, cinceló su propia leyenda.

Florencia Canale estaba sumergida en su rito de cada tarde: la mesa de madera atiborrada de libros, el mate tibio al alcance de la mano. Las hojas sueltas con anotaciones se acumulaban en torres irregulares a su alrededor. Llevaba semanas entregada a la búsqueda obsesiva de datos para su novela ulterior. En esas estaba cuando un nombre, tan desconocido como sugerente, la detuvo en seco: Catalina de Erauso.

Esas tres palabras, recuerda, se le deslizaron bajo la piel como un leve choque eléctrico. Volvió a la página y buscó contexto, pero no había más que esa mención fugaz. La parquedad la irritó un poco. ¿Cómo era posible que una narradora como ella, habituada a revolver archivos y sumergirse en las intimidades de los personajes históricos, no conociera a esa mujer?

Cerró el tomo que tenía entre las manos y encendió la computadora. Buscó, googleó, anotó sus hallazgos. Con cada nuevo dato, la figura de Catalina de Erauso se agrandaba, pero también se hacía más borrosa y nítida a la vez, una paradoja que sólo el deseo de novelar podía sostener.

“Yo no tenía ni idea de quién era esta mujer”, cuenta en una videollamada desde Buenos Aires. “Podría haber seguido de largo, pero algo me detuvo. Recibí una llamada, no de Dios, de Catalina”.

Obsesiva rata de biblioteca (así se autodenomina), Canale interrumpió brevemente la investigación en curso para explorar a esa mujer del siglo XVII. Quedó asombrada ante sus descubrimientos: era una monja que había escapado de un convento a los quince años; se había disfrazado de hombre, cruzado el océano Atlántico y luchado en favor de la Corona. Había matado y sobrevivido. Por si algo le faltase, había escrito sus propias memorias. “Al leer solo un fragmento de su vida, supe que debía emprender esta aventura”, recuerda la autora argentina. “Era imposible no sentirse cautivada por su coraje y valentía”. 

En ese momento de fascinación surgió el germen de La cruzada (Planeta), la novela histórica más reciente de Florencia Canale.

Portada de 'La cruzada'. (Planeta)
Portada de 'La cruzada'. (Planeta)


La peregrinación

En 2020, Canale viajó a los lugares donde había vivido Catalina de Erauso. Su primer destino fue San Sebastián, la ciudad natal de la monja alférez, nacida en 1592. “Pasear por esas calles, contemplar el mar del País Vasco y respirar el aire de la ciudad me permitió captar algo esencial sobre ella”, dice la escritora.

No obstante, el viaje más revelador tuvo lugar en México, concretamente en Orizaba. Aquí, en Veracruz —se decía— yacían los restos de Catalina. “Eso es otra historia: el paradero de sus restos es un enigma”.

En la tierra del son jarocho, Canale se dedicó a buscar pruebas tangibles que la llevaran hasta su personaje, pero su investigación no dio frutos instantáneos. Desesperada, encontró un aliado en un joven conserje del hotel donde se alojaba. “Lo consulté angustiada. Al principio tampoco tenía idea, pero hizo una búsqueda en Google y me condujo hasta un busto de Catalina que se hallaba en el ayuntamiento, justo a la vuelta. Casi lo abracé, estaba en lágrimas”.

Sin embargo, había —cómo no—, otro obstáculo: el ayuntamiento estaba cerrado esa mañana y Canale partía al día siguiente. 

Con tesón sudamericano, no se rindió. “Fui temprano, pedí permiso para entrar y una mujer, muy generosa, me dejó pasar”. Esa mujer le informó que los restos de Catalina probablemente se habían extraviado a causa de terremotos o reconstrucciones de las iglesias.

La revelación

La estadía en Orizaba le permitió a Canale comprender algo fundamental acerca de Catalina de Erauso.“Entendí por qué eligió vivir sus últimos años en México y qué fue a buscar allí”.

Pero la revelación más profunda ocurrió cuando la escritora se plantó frente al mar en San Sebastián. Ahí comprendió la conexión que había experimentado desde el inicio con esta mujer del siglo XVII.

“No tengo nada que ver con Catalina de Erauso, pero la siento cercana. Entendí cosas que yo misma necesitaba. Ella nació en San Sebastián, una ciudad del norte de España. Yo nací en Mar del Plata, también una ciudad balnearia. Me paro frente al mar y siento que es lo mismo que pudo haber sentido Catalina: mirar el horizonte y desear conocer el mundo”.

Para Canale, la vida de Catalina es, en el fondo, la historia universal del coraje. “Tengo muchas contradicciones con este personaje. Era una mujer sanguinaria, ludópata, con las emociones congeladas. Pero al escribir sobre ella entendí su via crucis. Esta monja fugitiva abandonó el claustro religioso para entrar en otro: el de la vida”.

Para esta bonaerense, escribir sobre Catalina significó enfrentar sus propios miedos y limitaciones. Experta en el siglo XIX argentino, la escritura de La cruzada le exigió salir de su zona de confort y sumergirse en una época que no conocía, en un continente que no era el suyo, con un personaje que la desafiaba constantemente.

“Estoy hecha de desafíos, así que lo asumí con felicidad y con una entrega absoluta”, dice. Y zanja: “Catalina me lo propuso, su vida tan fascinante, tan inquietante, no me dio alternativa”.

La construcción de la novela

Canale no es la única escritora argentina fascinada por Catalina de Erauso. Gabriela Cabezón Cámara también reinventó su historia en Las niñas del naranjel, novela ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2024.  La suya es una novela osada, que experimenta con el lenguaje, que mezcla español contemporáneo con guaraní. Una reinvención pura que expande la definición de lo literario.

Canale, por otra parte, eligió ceñirse a los registros históricos. “Yo no invento personajes que Catalina no haya nombrado. Me ceñí a sus registros y a la investigación rigurosa de cada contexto”.

Pero dentro de esos límites, se permitió imaginar. “Tengo una imaginación potente, gracias a treinta años de lectura voraz”, dice. El desafío técnico era enorme: trasladar al lector al siglo XVII sin que se sintiera como un intruso.

“No está escrita en español antiguo porque sería ilegible, pero sí intenté mantener los giros, marcar la diferencia entre el español de España y el de América. Incluso hay momentos en los que se habla en euskera. Fue todo muy trabajado y cotejado”.

Una de las cosas que más fascina a Canale de Catalina es su complejidad, su incomodidad como heroína. “Es peligroso ceñirla al presente y borrar su contexto histórico. Usarla como estandarte de la diversidad o de los estudios de género es limitarla. Catalina se disfraza de varón para salvar su vida, no por coquetear con mujeres”.

La autora de Pasión y traición y más de una decena de novelas insiste en situar a Catalina en su época. “Estamos hablando del Siglo de Oro, de la picaresca, del teatro isabelino. La libertad sexual es un concepto moderno. Catalina buscaba algo mucho más inmenso y desolador: su libertad”.

Florencia Canale destaca la inclinación literaria de Catalina, a quien considera una pionera. La apoda así porque esta monja escribió sus memorias un siglo antes de que Sor Juana se erigiera como la mayor pluma del español en América.

Con intuición profética, Catalina se anticipó a la Historia. Exclaustrada y lejos de su terruño, nos heredó las primeras líneas de su propia leyenda.

ÁSS

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Ángel Soto
  • Ángel Soto
  • Periodista cultural y escritor. Es editor digital de Laberinto, el suplemento cultural de MILENIO, donde escribe sobre literatura, música y cine. Sus textos, fotografías y poemas han aparecido en la Revista de la Universidad de México, Langosta Literaria, Punto de partida, Algarabía Niños, Picnic y Yaconic. Es creador del podcast y newsletter "Tinta y voz".
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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