Las épocas engendran los monstruos que necesitan, dice Jeff VanderMeer, escritor de ciencia ficción estadounidense que, como muchos otros antes que él, vio la historia escribirse a través de Frankenstein, Drácula, zombies y momias.
De ser así, ¿qué dice de esta época el hecho de que las personas experimenten deseo por lo que también genera repulsión? Luego del estreno de la última película de Guillermo del Toro, Tiktok o X se llenaron de memes y debates sobre qué resultaba “más hot”, si la bestia ideada por Mary Shelley y creada a partir de cuerpos en descomposición o el Conde Orlok, criatura inmortal y putrefacta surgida de un castillo en Transilvania.
“Demasiado personal para compartirlo”, bromeó una joven en los comentarios de un video con más de 69 mil “Me gusta”.
Reacciones similares se desataron en 2017 con La Forma del Agua, película dirigida por Del Toro en la que una mujer se enamora de una especie de pez humanoide. Más allá del diseño de los personajes, existe una vieja atracción por lo monstruoso que ha evolucionado con el tiempo. De los clásicos, a las historias creadas por los fans (mejor conocidas en Wattpad como fanfics), se puede entender mucho de una sociedad a partir de lo que sus monstruos despiertan en ella.
¿Qué es lo monstruoso?
“Es una pregunta más compleja de lo que uno pensaría. No hay un monstruo para todos los humanos, es una construcción cultural, pero lo que tienen en común es que habitan un espacio liminal: no son lo uno ni lo otro. Mezclan lo humano con lo no humano”, dice Anne Johnson, antropóloga e investigadora de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana que ha dedicado parte de sus estudios en analizar cómo estos seres se convierten en espejos de la sociedad.
Durante una breve entrevista con MILENIO la experta compartió que es en estos límites de lo monstruoso donde se rozan distintos órdenes: lo bueno, lo malo, vida, muerte . Viejas preguntas sobre si existe o no el alma, el rostro del "otro" y la propia exploración de los deseos.
“Es en estos espacios donde hay una posibilidad para que el orden de las categorías de lo “normal” se quiebren”. Es aquí en donde se desborda la experiencia humana. El monstruo es una anomalía que paradójicamente, permite conocer lo que significa ser humano para un grupo determinado. “Si quieres entender una cultura, entiende a sus monstruos”, agrega la especialista.
Entre los años 40´s y 50´s surgieron seres mutantes y Godzilla: nacieron del temor por los efectos de la tecnología nuclear. Frankenstein fue creado en parte, por el miedo respecto a que la ciencia sobrepasara sus límites.
“Incluso hay testimonios de monstruos que son resultado de procesos de colonización. Pienso en Perú y Ecuador, donde había una especie de vampiro que en vez de chupar sangre, chupaba grasa. Se llama Pishtaco y era un europeo”, añadió Anne.
Los monstruos y el terror en sí siempre reflejan lo que pasa en su propio tiempo. Por siglos estas criaturas fueron creadas para representar a lo otro. Historias como las de brujas seduciendo hombres, el diablo sacando a bailar a las jóvenes del pueblo o vampiros saciando su sed de los cuellos de jóvenes doncellas y fuertes caballeros se usaron para plantear al villano y una ruptura de normas sociales.
En una entrevista para Vogue Australia, la experta en sexo y bienestar Christien Rafe comentó que personajes como Frankenstein, interpretado recientemente por Jacob Elordi, despiertan la fantasía a través algo “novedoso, trangresos y tabú” que, para una generación como la Z (es decir, aquellos nacidos entre 1997 y 2012), resuenan por su autenticidad y su sentido de “autoexpresión y fluidez”.
Asimismo, el cambio climático se ha convertido en tierra fértil para personificar el miedo, prueba de ello es el eco-terror que se popularizó en los 50 y que hoy en día sigue siendo tendencia: estremece la posibilidad de una venganza por parte de la naturaleza.
Los monstruos que creamos y deseamos
Desde su perspectiva como psicólogo y estudiante de doctorado en salud colectiva de la UAM Xochimilco, para Diego Safa Valenzuela lo que crea a un monstruo es algo que habita dentro de nosotros.
“Lo genial por ejemplo de Mary Shelley es eso: plantea que lo monstruoso del ser humano es hacer todo por no quedarse solo. Otro ejemplo es como el duelo y el dolor producen algo monstruoso. Por lo tanto, resonamos en esa soledad y en ese dolor”, comparte durante una charla con MILENIO.
En Nosferatu y su historia antecesora, Drácula, existe una urgencia por devorar. La desdicha del monstruo viene de tener que comer al otro sin jamás sentirse satisfecho.
“Sabemos que existe eso: la urgencia de necesitar al otro. Melanie Klein, una psicoanalista inglesa, piensa en esa devoración del objeto, ¿cuál es el límite entre comer y devorar? Devorar implica la destrucción del otro. Nuestra propia urgencia de tener aquello que nos va a remediar la soledad implica también la destrucción de aquello que amamos y ahí está lo terrorífico”
El también psicoanalista sostiene que hay “algo demasiado humano” en esa destrucción, algo que despierta no solo repulsión sino también pasión.
“Lo grotesco en realidad nos está mostrando algo que deseamos y que nos da miedo desear. Eso es lo mágico del deseo: sabes lo que quieres pero te angustia. Lo grotesco y la belleza son dos caras de lo mismo, pero que nos da miedo aceptar. Viene de ese miedo a nosotros mismos, el miedo a querer destruir o al revés, de reducirnos para que el otro haga lo que quiera con nosotros”
Sumado a sus palabras, Anne considera que los monstruos también esconden las aspiraciones de una sociedad.
La vida eterna en algunos casos, la posibilidad de riquezas infinitas en otros, todo anclado a sentimientos muchas veces opuestos que son aprovechados, en este caso, por el mercado que ha encontrado en el horror una de sus entradas más lucrativas: solo en 2024, las películas y la televisión de este género alcanzaron los 12.50 millones de dólares, como reporta Market Research Intellect.
Curiosamente, tanto en las películas como en redes sociales, son las mujeres quienes expresan amor por lo monstruoso, los hombres parecen no tener esa misma consideración o al menos, no la hacen evidente. Clásicos como la Bella y la Bestia son ejemplos claros de cómo la figura femenina es utilizada para cuidar e impulsar la transformación de lo "feo, cruel o perverso".
Sin embargo, y sin negar el papel tradicional que las mujeres han tenido dentro de estas historias por décadas, la antropóloga considera esta imagen un tanto simplista ya que reduce a las mujeres a “masoquistas que piensan que pueden curar a la criatura o arreglar lo que está roto”.
“Hay algo más pasando ahí. Tiene más que ver con una identificación entre la mujer y el monstruo. Claro que no es con todos, pero creo que las mujeres pueden ver a ciertos monstruos como espejo de su propia condición. Es decir, de estar al margen, de no ser plenamente humanas o no tener plenamente derechos”
En El anhelo por la criatura: Un estudio sobre el fetichismo de los monstruos y la monstruosidad, Collin Andrews sostiene que las mujeres fantasean con estos seres precisamente porque no son hombres. Los monstruos son, por definición, el otro, son objeto de miradas, objetivados e incomprendidos.
“Aquí hay una identificación, creo yo entonces que hay una especie de empatía, hay un potencial subversivo en querer al monstruo”
No importa entonces el actor debajo de los prostéticos en Nosferatu, sino el reconocimiento de las posibilidades dentro de las criaturas: las mujeres pueden no ser buenas y también pueden romper. Al final, como espejos, rotos y múltiples, los monstruos están ahí, reflejando los más profundos temores y anhelos.
“En resumidas cuentas, lo terrorífico es concretar el deseo y en esa pasión convertirnos en monstruos. No se avergüencen de sentirse un poco monstruosos a veces”, concluye Diego.
LHM