El amor no es color de rosa: los días de felicidad, placer y gusto conviven con aquellos donde reinan la molestia y la incomodidad. Y en un afán por “no arruinar el momento” o “llevar la fiesta en paz”, la mayoría de parejas prefieren evadirlas para evitar discusiones.
Pero contrario a lo que se pensaría, una de las claves para una relación exitosa es abordar esos temas desagradables e inquietantes. Y para ello, el primer paso— o uno de los primeros— es deshacerse de la idea de que las discusiones sólo conllevan drama, gritos, malas miradas o enfados.
“Más que normal, es sano y súper necesario saber discutir en pareja”, resaltó la psicóloga, Sara Becerra Robles, en entrevista con MILENIO.
El “arte” de discutir con la pareja
El término “discusión” carga con una connotación negativa: usualmente, se piensa como un diálogo que está destinado a convertirse en pelea y al cual sólo se recurre cuando la gota está por derramar el vaso. Y si bien esto puede ser una posibilidad, la realidad es que las discusiones fortalecen la comunicación de pareja, el diálogo y los acuerdos.
“(Significa) que tú puedes escuchar mi parte, que yo pueda escuchar tu parte y ver si hay un punto medio que podamos encontrar dentro de lo que los dos pensamos respecto a esto”, explicó Becerra. “No está asociado con pelear, gritar o con el drama. Está asociado a una conversación”.
Tan es así, destacó, que una discusión no tiene por qué nacer de una inconformidad acumulada. Al contrario, entre más pronto se aborde ese “pero” de la relación, la pareja se ahorrará muchos más problemas.
“No necesariamente debemos terminar mal. De hecho, muchas veces se puede terminar más tranquilo y más fortalecido. De que: ‘Yo ya dije lo que traía guardado, ya hablamos de esto y él se queda tranquilo porque ya no me ve a mí rara y yo me quedo tranquila porque por fin hablé de esto’”.

Además de no “esperar a que la bomba explote”, la psicóloga recomendó buscar el tiempo y el lugar adecuado para iniciar esas pláticas incómodas. ¿Pero cuándo será el momento ideal? Cuando ambas partes se encuentren relajadas, atentas, abiertas a escuchar y alejadas de cualquier tensión, por ejemplo: en una cena, al degustar una copa de vino o en una noche de películas.
Por supuesto, la intención tampoco será que cada comida o tiempo libre se convierta en espacio de discusión. De ahí la importancia de escoger nuestras batallas y decidir cuáles valen la pena poner sobre la mesa y cuáles no.
— ¿Pero cómo saber que sí es necesario abordar una conducta o situación, entendiéndose que una pareja se conforma por dos personas a veces completamente diferentes y quienes no siempre van a coincidir?, cuestionó MILENIO a la especialista.
Para ello, Becerra recurrió a la analogía de la hoja de papel: “Al inicio de una relación es como si la hoja estuviera plana, lisa y perfecta. Y cada discusión, si no se cuida la manera, le va haciendo arrugas a la hoja”. Con eso en mente, puntualizó dos factores que podrían dar el "sí" a la pregunta "¿Esto debería discutirlo con mi pareja?"
- Nivel de importancia: la relevancia que el asunto tiene para nosotros. ¿Y cómo saber eso? A recomendación de la psicóloga, pensando si esa actitud o situación entra dentro de nuestros “no negociables”; “algo con lo que no puedo vivir o que realmente me está impactando fuerte”.
- Recurrencia: cuando un asunto no negociable que se ha tratado en varias ocasiones sigue sin cambiar.

A esta dupla, la psicóloga agregó un tercer y cuarto elemento: priorizar e identificar si la molestia deviene de un asunto personal o de pareja.
“A lo mejor tienes diez temas que no te gustan. Puede que no tengamos que hablar de esos 10 temas porque a lo mejor un tema va a ser que dejó un calcetín fuera del cesto de la ropa sucia y el otro tema va a ser que le faltó al respeto a tu papá cuando hablaba. ¿Cuál es más importante? (...) Entonces voy a evaluar el nivel de importancia y voy a elegir los más relevantes”, explicó respecto al primero.
En tanto, el segundo es resultado de un ejercicio de autorreflexión para identificar qué molestias puedo o debo resolver por mi cuenta, y en cuáles la pareja puede intervenir para modificarlas o mejorarlas. Por ejemplo: no hay responsabilidad en ambas partes si una soñó con infidelidad, pero sí lo hay cuando alguien cancela planes de último momento sin razón válida.
Tres tips para discutir sanamente

Pese a no ser su propósito inicial, las discusiones pueden fácilmente generar fricciones en vano.
Por ello es crucial procurar la forma y el fondo de lo que se va a discutir. Además— a modo de comodín— ambas partes deben actuar desde la madurez y la autorregulación emocional: “Si uno cuida la forma en el 90% de los casos la discusión puede ser fructífera en vez de perjudicial”.
1. Comunicación de amable y respetuosa
Cuidar el tono de voz y las palabras que se utilizan. No sólo evitar groserías y ofensas, también las expresiones faciales y hasta corporales.
2. Buscar el lugar y momento adecuado
Evitar sostener dichas conversaciones en sitios que propicien la distracción o dificulten la comunicación: “No lo hago en medio de la calle. No lo hago enfrente de su familia. No lo hago cuando ya esté a dos de dormirse con un ojo cerrado”, ejemplificó Becerra.
3. Hablar de “mí” y no del otro
Un consejo clásico de la terapia de pareja: plantear a la otra parte cómo te hizo sentir alguna conducta o situación, y evitar señalamientos como “Tú no piensas en mí”, “No sabes comprometerte” o “La relación ya no te importa”.
Apelar por esta estrategia puede hacer que la otra persona lo interprete como un ataque. Ante eso, lo más seguro es que se pondrá a la defensiva y, por ende, no haya apertura a un intercambio de diálogo.
ASG