Cuando la primera película de Intensamente se estrenó en cines, una de las escenas que más impactó a la audiencia fue la muerte de Bing Bong, el amigo imaginario que Riley creó en su infancia.
“Llévala a la luna por mí”, fueron las últimas palabras que dijo el pintoresco personaje antes de ser olvidado para siempre. Y aunque provocó el llanto en varias personas, la realidad es que olvidar a los amigos imaginarios es un proceso normal del crecimiento. Es decir, el destino de Bing Bong siempre fue desaparecer, más aún considerando que Riley ya era una niña de 11 años.
“¿Cuándo los amigos imaginarios entran dentro de lo esperado? En la etapa de la fantasía. De los dos a los siete años de edad; máximo ocho”, explicó la psicóloga, Alejandra Becerra, en entrevista con MILENIO.

Durante esta etapa, las niñas y los niños aprenden a comprender la diferencia entre lo real y lo irreal. Y la imaginación es una herramienta crucial para ello.
Por esa razón, ocasionalmente vemos a los hijos charlar con ellos mismos o creando historias con sus juguetes, por ejemplo: que los peluches tienen una fiesta de té; las muñecas Bratz son las rivales de las Barbies en la Universidad, o el cochecito Volkswagen azul está triste porque el Ferrari siempre le hace burla.
Esa creatividad puede trabajarse tanto que llegan a personificar, o sea, crear sus propios amigos imaginarios. Sin embargo, destacó Becerra, esto no ocurre en todos los casos y tampoco son indispensables para su desarrollo.
“Hay distintas formas de vivir la creatividad. (…) Hay niños que tienen una mente más creativa. Entonces si no lo presentan, vivirán su creatividad de otra forma”.

¿Qué hacer si mi hijo tiene amigos imaginarios?
Normalmente, un niño o niña no esconderá a su amigo imaginario, sino que se expresará de él tan naturalmente como si se tratase de una persona real. Tanto así que intentará integrar a sus papás y mamás a la dinámica que ha creado con ese amigo.
Ahí es cuando entra en juego esa delgada línea entre validar y fomentar dicha ilusión: la primera, refiere al hecho de no “quitarles” a su amigo imaginario. O como la psicóloga lo explicó:
“No decirles: ‘¿Qué te pasa? Eso es lo peor’, ‘Esto no existe’. (…) No le quito la ilusión, la fantasía, la creatividad porque está dentro de lo esperado. No se trata de anulárselos”.
Una de las maneras en que puede lograrse esto es a través del lenguaje, con frases que reafirman el interés pero sin involucrarse. Por ejemplo, si el niño nos cuenta que estaba jugando con ese amigo se podría contestar con frases como: “Ah, okay mi amor”, “¿Y qué estabas jugando?” o “¡Qué padre juego estabas haciendo!”.

Sin embargo, validar no significa fomentar esa fantasía, como por ejemplo, preparar la merienda para el niño y su amigo imaginario; comprar cosas que a éste “le gustan”, o integrarse a los juegos.
La única excepción sería si el pequeño pide expresamente que mamá o papá se integre. En ese caso, lo recomendable sí es incluirse pero sin dar protagonismo al amigo imaginario.
“Fomentarlo no hará que los niños y las niñas salgan de ese momento de fantasía. (...) Podemos integrarnos siempre y cuando el niño o niña no tenga problema de acercarse a la vida social con otros niños”.
Signos de alerta con los amigos imaginarios
- 1 La fantasía continúa después de los ocho años
- 2 Se vuelve un pretexto para que el niño o niña no socialice
- 3 El amigo imaginario "los controla" y el comportamiento del niño y la niña es por y para el amigo imaginario
"El niño 'abandonará' naturalmente al amigo imaginario"
Durante la infancia, ese mundo abstracto se mezcla con la realidad en distintas intensidades: un día lo abandonará por completo y al otro lo retomará “como si nada”. Así ocurrirá hasta que naturalmente abandone ese mundo y, por ende, al amigo imaginario.
Interactuar con diferentes personas (primos, familia, amigos de la escuela, etcétera) ayuda al niño y a la niña a atravesar este proceso. De hecho, el amigo imaginario puede funcionar como un “objeto transicional”: una posesión (juguete, mantita o almohadita) que les ofrece consuelo y seguridad emocional durante la transición de la dependencia a la independencia.
“Pueden utilizarlo para practicar cómo integrarse a la vida social (…) El punto natural es que al irse integrando socialmente, vaya soltando el objeto transicional”.
ASG