A los 27 años, mientras cursaba una maestría en Inglaterra, Maureen Terán comenzó a sentirse invencible, “me creía Spider Man” con superpoderes destinados a salvar al mundo por mandato divino.
“Me subí a los campanarios que hay en casi cada esquina para contemplar la ciudad, convencida de que iba a salvar al mundo, aunque no sabía exactamente de qué. Tenía esa misión grabada en la mente. En uno de esos campanarios ya estaba agotada, porque llega un punto en que te cansas de que tu mente vaya a mil por hora mientras la vida cotidiana sigue su curso. En ese momento, puse un pie delante del otro, al filo del campanario, y dije: ‘Ya me quiero ir contigo, ya estoy en paz’.
"¿Qué me detuvo? No lo sé. Hasta el día de hoy, cada vez que cuento esta historia, se me pone la piel chinita. No sé qué pasó después; tengo blackouts de esos momentos en los que pierdes totalmente la noción de la realidad”, relató en entrevista con MILENIO por el Día Mundial de la Salud Mental.
En aquella ocasión, Terán debutó con el primer brote psicótico provocado por trastorno bipolar, un padecimiento que altera los estados de ánimo entre la euforia extrema y la depresión más profunda.
“A los dos o tres meses me empezaron los síntomas de manía: dejé de dormir, sentía muchísima energía, a hilar cosas reales con irreales, realizaba compras compulsivas. Me sentía con superpoderes y creía tener una conexión directa con Dios… hasta que perdí totalmente la noción de la realidad”, explicó.
“Dos amigas mías de Bolivia, que tenía poco tiempo de conocerlas, se turnaban para cuidarme, porque yo no paraba. Una en la mañana y otra en la noche. La mamá de una de ellas era psicóloga y le dijo: ‘Creo que lo mejor es que la lleves a un hospital psiquiátrico’. No tengo la menor idea de cómo fue mi internamiento.
“Solo recuerdo que tenía miedo porque estaba en un hospital psiquiátrico, y según las películas eso significaba que te amarran y te olvidan. Hoy sé que no es así. El objetivo de un hospital es estabilizarte y que vuelvas a tu vida normal”, comentó.
A partir de entonces, su vida se transformó. “El trastorno bipolar no tiene cura, es una enfermedad con la que me voy a morir, pero si te haces responsable de ella y sigues las indicaciones médicas, puedes llevar una vida estable como cualquier otra persona”.
ASÍ LO VIVIÓTrastornos mentales
Desde los 27 hasta hoy, a sus 45 años, Maureen ha tenido cinco internamientos y ha pasado de los brotes psicóticos a largos periodos de depresión.
“Las primeras recaídas me duraban hasta dos años. Era una apatía total hacia la vida, sentirme muerta en vida.
“No tenía ganas de hablar ni de moverme. Era como estar despierta dentro de un cuerpo que ya no sentía nada”, explicó. “Cuando la gente te dice ‘te ves bastante bien’, no hay forma de explicarlo, porque no hay empatía por parte de la sociedad. No entienden que por dentro estás vacía”, añadió.
Esos episodios de manía o psicóticos, en los que pierde contacto con la realidad la ha colocado en situaciones de peligro. “El suicidio no solo se da por depresión, sino también por esos brotes de manía. Por creerte el Hombre Araña, arriesgas tu vida”.

En México, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas vive con un trastorno o condición mental. “Se tiene estimado que hay más de 3 millones de personas diagnosticadas en el país y el 50 por ciento no acepta la enfermedad”, señaló.
El problema, aseguró, es la falta de psicoeducación y de psiquiatras capacitados. “Hay aproximadamente seis mil psiquiatras en el país y , lamentablemente, están concentrados en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey”, apuntó.

Terán recordó que durante años no entendía qué le ocurría. “Siempre fui la niña perfecta, la que no hablaba, la que obedecía todo. Hoy sé que ese silencio fue un foco rojo que nadie tomó en cuenta. No nos educan para tener psicoeducación ni para conectar con nuestras emociones. Todo se minimiza con un ‘échale ganas’”, relató.
“Yo vivía hacia afuera, intentando cumplir con todo, pero por dentro había un vacío, una tristeza constante que nadie veía. Aprendí a fingir que todo estaba bien”.
Su primer paso fue aceptar que requería ayuda profesional. “Fueron siete años que no acepté la enfermedad y no tomaba el medicamento por el estigma. Pero en mi caso, el medicamento es una canasta básica. Me lo tengo que tomar diario, y no porque me sienta bien lo puedo dejar. Dejar el tratamiento es como si un diabético dejara la insulina: te pones en riesgo”, advirtió.
“Al principio me daba miedo depender de una pastilla. Pensaba que eso me hacía débil. Hoy sé que me da vida, que me mantiene estable”, expresó.

La aceptación de la enfermedad y del tratamiento farmacológico han sido claves. “Automedicarse es lo peor que puedes hacer. Tampoco puedes dejar de la noche a la mañana el medicamento que te da el psiquiatra porque, si haces eso, seguramente vas a tener una recaída. Si te llegas a sentir mal, alza la mano, ve con tu psiquiatra y él te hará los ajustes para volver a estar estable”, abundó.
La escritora ya sabe identificar cuando empieza a perder contacto con la realidad. “Yo le digo ‘el chango’. Cuando ya he caído en un hospital psiquiátrico es porque se me bota el chango y se apodera de mí. No tengo control sobre él”.
Por ello, Terán considera esencial el acompañamiento terapéutico. “Llevo más de diez años yendo a terapia. La evolución y la manera como me conozco el día de hoy se la debo a eso. Me ha ayudado a cambiar hábitos, a tener un mejor sueño, a recuperar la confianza en mí.
“Cuando te diagnostican o tienes una recaída, lo primero que pierdes es la confianza en ti misma”, subrayó. “La terapia me enseñó a reconciliarme con mi enfermedad. A dejar de odiarla y a verla como una parte de mí que puedo cuidar”.
Desde 2022 dirige la asociación civil Es Tiempo de Hablar, dedicada a visibilizar la salud mental y combatir el estigma. “Si yo no tuviera el trastorno, no sería activista. Me ha enseñado a ir a terapia, a conocerme y a poner límites. La terapia me salvó”, comentó.

En alianza con el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, organiza la Cuarta Carrera por el Bienestar y la Salud Mental, que este año se celebrará el 11 de octubre en la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec, con la participación de mil 900 corredores, bajo el lema “Lo que sentimos importa”. Una parte de las ganancias se destinarán a proyectos conjuntos con el Instituto Nacional de Psiquiatría.
“El objetivo es normalizar hablar de salud mental y crear un espacio donde las personas con alguna condición no se sientan solas”, agregó.
Se trata de romper con el estigma. “No solo cayó en mí, también en mis papás. Soy hija única y el tema era un tabú. No lo compartían ni con familiares por miedo al juicio. No es lo mismo tener un hijo con una enfermedad física que con una mental".
“Te dicen: ‘Ahí va la bipolar’. Con las otras enfermedades no pasa eso. Es un duelo, un dolor emocional. Y además, todos te dicen: ‘No hables, no digas que estuviste en un hospital psiquiátrico’ porque todo juega en contra”, recalcó.
Por ello Terán lanzó un mensaje directo: “La única manera de crear un mundo más empático es eliminando el estigma. Si aceptas el diagnóstico, el camino hacia una vida estable es más fácil. Un trastorno mental no te define como persona. Hoy puedo decir que estoy en paz, que ya no me da miedo hablar. Lo que sentimos importa, y callarlo duele más que enfrentarlo”, aseveró.
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