No hay una sola forma de definir el dolor. Aunque a veces es una señal de advertencia, algunos traumas graves se presentan sin malestar. A veces es un indicador de que algo anda mal en el cuerpo, hasta que las personas lo experimentan en miembros fantasma, donde la parte dolorida ni siquiera está ahí.
En general, aunque el dolor puede definirse de mil formas, parece haber sido diseñado para operar dentro de una maquinaria compleja de protección. Considerando este punto, su presencia no debería ser ignorada, especialmente pensando que en algunos casos podrían ser señal de emergencia.
¿Cuándo un dolor es señal de peligro?
“Aunque es complicado englobarlos a todos, creo que sí podríamos dividir los tipos de dolor dependiendo de si son de urgencia o si son de un rango medio, es decir, que su atención pueda darse en cuestión de días”, explica la fisioterapeuta de la UNAM, Diana Vázquez Olvera durante una entrevista con MILENIO.
Uno de los principales dolores que hay que atender se presenta de manera intensa en el hombro y el pecho, se irradia a la mandíbula y normalmente viene acompañado de otros síntomas como palpitaciones y sudoración. En conjunto, estos síntomas podrían ser señal de un ataque cardíaco, como alerta la especialista.
Un dolor en la espalda que evoluciona rápidamente al grado de perder control en los esfínteres es también un síntoma de emergencia médica grave conocida como síndrome de cauda equina o síndrome de cola de caballo. Hay otros casos en los que las señales de alerta se van sumando con el tiempo.
“A veces llegan pacientes con dolor de espalda, de hombro, etcétera. Conforme vamos avanzando en la evaluación nos damos cuenta de que también presentan pérdida de peso repentina en poco tiempo, que han tenido fiebre o infecciones recientes, o tuvieron dolores nocturnos, además de que el dolor no cede a pesar del tratamiento”
“Si ya son varias sesiones y no vemos mejoría, como profesionales tenemos que derivar a otra área, otro especialista para que se haga otra historia clínica”, alerta la fisioterapeuta, quien añadió que este paso es de suma importancia para descartar afecciones subyacentes en el paciente, ya que, a pesar de que la probabilidad es baja, podrían ser señal de algo más grave.
“Son casos raros, la estadística indica que el 99% son benignos, pero ese 1% pues sí podría hablarnos a lo mejor un tumor, alguna fractura, alguna infección en estas articulaciones o huesos”, aclara Vázquez Olvera.
Harvard Health también alerta sobre los dolores pélvicos, de cabeza, abdominales y oculares. En el primer caso, la aparición repentina e intensa puede ser signo de apendicitis y en el caso de las mujeres, de la rotura de un quiste ovárico o un embarazo ectópico.
Por otro lado, a pesar de que los dolores de cabeza son comunes, en ocasiones llegan a ser resultado de un derrame o una infección cerebral, por ello hay que prestar atención a si los episodios están acompañados de otros síntomas como vómito, rigidez, convulsiones, sarpullido, debilidad o problemas para ver o hablar.
Aunque la mayoría ha experimentado malestar en el estómago, hay ocasiones en las que indica algo más que una mala digestión. Cuando se trata de un dolor intenso, persistente y acompañado de fiebre, sensibilidad en el abdomen o sangre al evacuar es momento de ir a urgencias.
Asimismo, el dolor en los ojos puede indicar problemas graves que van desde una infección hasta desprendimiento de retina, por ello hay que prestar atención a los síntomas que lo acompañan, si además del punzante malestar hay enrojecimiento, visión borrosa o destellos hay que consultar a un especialista inmediatamente, como detalla un artículo de la revista de salud de Harvard.
Cuándo el dolor no es tan evidente
La mayoría de los pacientes acude a urgencias después de un accidente grave. Sin embargo, en ocasiones las consecuencias de una caída o torcedura se pasarse por alto, incluso hay casos en los que pueden pasar días antes de que una persona se de cuenta de que se fracturó.
“Me han tocado casos donde piensan que fue un esguince, pero en realidad se trata de una fractura, llegan con un hematoma bastante grande e inflamación”, comenta la fisioterapeuta.
Es importante acudir con un especialista cuando la persona no puede apoyar el peso en la zona lesionada, siente que la rodilla “se le va” o inestabilidad, ya que, de acuerdo con la experta, estos síntomas pueden ser señal de una ruptura de ligamentos .
¿Qué es el dolor?
Las personas que han perdido una extremidad aseguran que sienten dolor en una parte del cuerpo que ya no existe. El malestar en estos miembros fantasma surge generalmente después de una amputación y puede ser una forma de entender cómo funciona el cerebro.
Gracias a las investigaciones, se ha comprobado que el dolor no proviene realmente de las lesiones después de una caída, es resultado de la lectura que hizo el cerebro respecto al incidente.
Cuando el sistema nervioso interpreta que una parte del cuerpo está en peligro o se lesionó, receptores del dolor liberan neurotransmisores, el mensaje que estas sustancias químicas envían viaja a través de los nervios hasta la médula espinal. Al recibir la información el cerebro reacciona produciendo dolor, liberando endorfinas (analgésicos naturales) e indicando al sistema inmunitario que comience a curar la lesión.
Esto también explica porque en ocasiones el cerebro “falla”. En un artículo para The Conversation, Lorimer Moseley, profesor de Neurociencias Clínicas y Cátedra Fundacional en Fisioterapia detalló que el órgano hace una estimación aproximada para ubicar el dolor, aunque por lo general acierta, a veces el dolor referido en la pierna en realidad está alertando que la espalda necesita protección.
Además, el dolor también puede ser activado o intensificado por cualquier cosa que proporcione al cerebro evidencia creíble de que el cuerpo está en peligro. En general, la forma en que se experimenta el dolor está influenciada por un conjunto complejo de factores únicos para cada persona y que incluyen: genes, biología, experiencias pasadas, emociones y entorno.
¿Cómo tratar el dolor?
Tomando esto en consideración, no hay una forma única de tratar el malestar. Lo mejor es buscar asesoría con un especialista para su manejo, lo que puede incluir:
- Medicamentos de venta libre y con receta (como analgésicos y fármacos que reducen la inflamación)
- Terapia física y ocupacional
- Asesoramiento y terapia para afrontar el dolor
- Tratamientos médicos (como medicamentos e inyecciones) enfocadas en los nervios
- Terapias de neuromodulación (dispositivos que estimulan los nervios o la médula espinal)
- Acupuntura o meditación
¿El dolor se puede volver crónico?
Si bien el malestar surge en el cerebro, nace gracias a los múltiples nervios distribuidos en todo el cuerpo que son capaces de valorar cambios repentinos en la temperatura, el equilibrio químico o la presión.
Una vez tratadas o curadas las lesiones, las señales de los nervioso desaparece, sin embargo, hay ocasiones en las que permanecen activas.
De acuerdo con un artículo de la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos, cuando el dolor persiste durante mucho tiempo —ya sea por una enfermedad prolongada o después de una lesión grave— puede provocar cambios en el sistema nervioso que aumentan la sensibilidad al dolor.
“Esto significa que ciertos estímulos hacen que se sienta dolor con mayor rapidez, y que el dolor puede ser más intenso y durar más tiempo”, detalla el Instituto de Salud de Estados Unidos.