“¿Cuánto sexo es normal?”, es uno de los motivos más comunes que han llevado a diferentes parejas al consultorio de Camila Lavalle, educadora sexual de JoyClub. Curiosamente, aunque las necesidades de cada una son completamente distintas, la contestación suele ser igual para todos los casos: depende.
Algunos quizá esperarían escuchar algo más certero, como “una vez a la semana”, “mínimo dos veces al mes” o, por qué no, “cada que puedan”. Sin embargo, esto no es tan fácil. De hecho, uno de los factores que influye en la respuesta a ese “depende” viene de otra pregunta incluso más compleja: “¿Qué significa para tí tener relaciones sexuales?”
“Para muchas personas, por ejemplo, heterosexuales, el sexo significaría el coito. (...) En otro tipo de parejas, por ejemplo, gays, en el sexo se incluye otras mil prácticas”, explicó en entrevista con MILENIO.

No es inusual que, cuando un círculo de amistad es cercano y seguro, se compartan experiencias y consejos sobre sexualidad. Ahí te das cuenta que para algunas personas el sexo es indispensable en su relación y quizá para otras es un asunto de “segundo plano”. Y sí, ambos puntos de vista son válidos.
La importancia de las relaciones sexuales depende enteramente de la dinámica de pareja. O sea, los acuerdos que se plantearon con base en lo que cada uno necesita— tanto en la individualidad como en la relación—.
“Si no te molesta la dinámica sexual con tu pareja, pues no le muevas. Pero si hay algo que te mueve o que ya no te vibra, sí recomendaría hablar de estas cosas”.
¿Calidad o cantidad? La pregunta clave

Cuestionar y plantear la dinámica de pareja también implica preguntarse “¿Para qué tener sexo o qué buscamos con él?”. De nueva cuenta, no hay una respuesta correcta, sin embargo, la especialista recomienda a las parejas reflexionar si prefieren la cantidad sobre la calidad.
Un sexo de calidad significa disfrutarlo, "sentirse increíble" y pasar un buen momento con la pareja. Algunas parejas lo consiguen en las dos o tres ocasiones que tuvieron relaciones en el mes. En cambio, existen casos donde, al no priorizar la calidad, perciben los encuentros como algo “X” o “sólo para cumplir”.
“Al final la calidad, el cómo te la pasas, el cómo gozas o no gozas también habla mucho. Eso es lo que importa en el encuentro sexual: la satisfacción, más allá de los números; más allá de cuánto sí y cuánto no”.
“Entonces si coges una vez al año, una vez al mes, una vez a la semana y está brutal, increíble, te la pasas ‘Wow’. Pues está chido. A diferencia de alguien, por ejemplo, que tiene encuentros diarios, pero no se la pasa bien y nada más lo hace por el otro (...) La frecuencia no dice absolutamente nada de qué tan sana o no es tu relación”.
Sexo no siempre es coito

El coitocentrismo es aquella creencia en la que se limitan las relaciones sexuales a la penetración: “Generalmente lo pensamos cuando hay una erección y termina cuando existe una eyaculación dentro de la vagina. Así pensamos que termina el sexo”, explicó Lavalle.
Sin embargo, existe un abanico de posibilidades con las que se pueden experimentar, tales como el sexo oral, la masturbación, el juego previo o mensajes eróticos.
“Desde que empezamos a abrir el abanico de posibilidades de lo que es el sexo entonces nos relajamos un chorro cuando no tenemos tanto coito”.

El contexto también es un factor importante, ya que un buen estímulo y no tener presiones o pendientes en la mente influyen para el disfrute del sexo. Especialmente, cuando el trabajo o la rutina nos impiden frecuentar estos encuentros.
Así, estas otras prácticas no coitales entran en juego como una alternativa para incentivar el deseo receptivo: aquel que nace de un ambiente apropiado, una buena excitación, un estímulo sexual adecuado, entre otros factores.
Con esto en mente, destacó Camila, entendemos que “el deseo no es al principio de la relación sexual, sino surge a partir de un ‘montón’ de cosas”; incluso, cuando el deseo es espontáneo.
EL DATO...Los dos tipos de deseo
El espontáneo es aquel que no reconocemos que lo estimuló y se asocia con la pasión inicial que experimentamos en los primeros meses de relación. No así el deseo responsivo, el cual está asociado no sólo con el contacto físico, también la intimidad emocional.
El deseo sexual también cambia
Un error común en las parejas es asegurar que la sexualidad será igual a la de los primeros meses o años. Pero adoptar esa mentalidad únicamente asegura conflictos, discusiones y malentendidos a futuro, específicamente, cuando esa etapa de enamoramiento comienza a asentarse.
“Esa etapa es un subidón anormal de deseo. (...) Y evidentemente tenemos un punto de comparación: antes cogíamos todos los días, pero a partir de sentar base, el deseo baja. Entonces al compararlo con tus primeros meses, vas a salir perdiendo sí o sí”.
En ese sentido, es crucial hacer consciencia que la frecuencia del sexo cambiará no sólo con el paso del tiempo, también por diversas circunstancias que aquejan tanto en pareja, como individualmente.
Con las mujeres, por ejemplo, algunas pierden el placer porque el desconocimiento de sus cuerpos y esa idea de “querer priorizar al otro o la otra antes que a mí” comienza a perjudicar con el paso de los meses. Incluso, debido a estos dos factores, algunas ni siquiera han experimentado su placer sexual: “Es un tema social que el sexo es para darle placer al otro y no nos enfocamos en nosotras”.
Por su parte, los hombres se ven afectados por la cuestión del rendimiento: cuántas veces eyaculó, cuánto tiempo duraron en la cama y, justo, cuánto sexo tienen.
ASG