El primer presidente del Tribunal Electoral electo desde las urnas, se estrenó al ritmo de marimba e invitados con aliento a menta fresca. El magistrado Gilberto de Guzmán Bátiz asumió la presidencia del máximo tribunal electoral sin sombrerazos ni por un golpe de Estado en el que haya negociado su nombramiento.
Desde ahora, Bátiz se sentará en la ‘silla maldita’. Ésa que ha cargado los últimos años la condena de la traición, la negociación, los bloques, las alianzas y las puñaladas. En la que se llega por pactos, consciente de que los que te imponen, te quitan; aceptando que lo que hiciste para llegar se te puede cobrar; y que al que hoy ves desterrado, mañana puedes ser tú.
Para fortuna del chiapaneco, la historia de su llegada es distinta. La reforma judicial impuso que la candidatura más votada asumiría la presidencia del Tribunal Electoral federal por dos años, la mitad del tiempo previsto en la legislación anterior.
A diferencia de sus antecesores, integrantes del pleno que hoy encabeza, él llegó bajo un nuevo esquema. Eso sí, aunque rindió protesta ante el Senado y no en una reunión privada entre pactos de panzazo, el empujón no se lo dio un bloque interno, sino un acordeón.
Una guía de votación que le permitió brincar como pocos casos, de un Tribunal Electoral local a la última instancia, la Sala del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Plenos incompletos y cicles menta fresca
De lo que Gilberto de Guzmán Bátiz no estuvo exento fue de las sillas vacías, las ausencias y la logística que lo impuso dándole la espalda a ministros y ministras de la Suprema Corte, idea que capturó varias conductas como en salón de clases, cuando un compañero expone y los demás buscan con qué distraerse.
Entre acercamientos para susurrarse comentarios sobre el evento, risitas discretas y luego, el segundo a segundo de una mano que buscaba en su bolsa un distractor. La aparición en escena de los chicles Trident menta fresca, la cadena de reparto uno a uno, mano en mano, hasta llegar al ministro convaleciente quien desde una esquina rechazó el detalle, y por si alguien se había perdido el episodio, se dirigió a la ministra Lenia Batres, protagonista del momento, alzando los dedos pulgares para decir que estaba bien así, sin chicle, declinando a la camaradería del mismo aliento.
Poner a las ministras Lenia Batres y Sara Irene Herrerías, y a los ministros Giovanni Figueroa, Irving Espinosa y Arístides Rodrigo Guerrero detrás del pleno provocó que incluso, el magistrado presidente tuviera que esforzarse por voltear en varias ocasiones a agradecerles su presencia, aunque les diera la espalda.
“Ministros, ministras, perdón que me voltee a verlos”, tuvo que decir Bátiz tras tener que torcer el cuello varias veces en ambos lados para hacer referencia a la integración de la Corte que lo acompañaba en su primer día oficial.
Las ministras Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y María Estela Ríos no asistieron. Mientras que el ministro presidente Hugo Aguilar se sentó en el pleno de la Sala Superior del lado derecho del magistrado presidente desde donde dedicó unas palabras, llamando a que el Tribunal Electoral a sumarse al cambio que la reforma judicial exigió.
“Hay una sana pluralidad y convivencia democrática en México, pero siempre sujeta presiones y a la búsqueda de mantener viejos privilegios y a desplazar al pueblo del centro de la toma de decisiones.
“La reforma judicial del 2024 tenía entre sus premisas fundamentales que fuese el pueblo el que eligiera a las magistradas y magistrados de este órgano esencial para la vida democrática del país, ahora son electas por el pueblo, no son ya producto de acuerdos entre partidos o impuestos por élites políticas o económicas, se deben ahora a la ciudadanía que votó por ellos”.
En el pleno de la Sala Superior había otra silla vacía, la de la magistrada Mónica Soto quien apenas dejó la presidencia el pasado viernes. Estaba en Paraguay cumpliendo una misión previamente programada de la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE) como representante del Tribunal Electoral mexicano.
Soto tuvo que limitarse a participar desde zoom, pues la sesión solemne que por ley debía ser el 1 de noviembre se aplazó y pese a argumentar el compromiso, se fijó la nueva fecha en su ausencia, dejando el hueco de su espacio en el pleno en el arranque de esta nueva presidencia.
Estuvieron las magistraturas de las Salas Regionales, consejerías del INE sin su presidenta Guadalupe Taddei, el Tribunal de Disciplina Judicial, el Órgano de Administración Judicial y legisladores de Morena. Un evento en donde las presencias y las ausencias, también fueron un mensaje.
Colegialidad funcional, compromiso estrella
La promesa de colegialidad volvió a resonar en este pleno. En éste en el que suena trillada tras tantos intentos, pero que Gilberto Bátiz espera alcanzar.
Fue éste su primer compromiso, en el que, por orden de lista, se entendiera que es en el que más se va a esforzar, colegialidad que dijo, debe ser funcional.
“En un órgano como la Sala Superior, trabajar en equipo no es una cortesía, es un deber constitucional y moral ante la población. La pluralidad de visiones es riqueza y así, procesándola con respeto, diálogo y responsabilidad compartida será un baluarte.
“Un Tribunal dividido, un Tribunal puesto en polarización incluso mediática, no sirve a México, pretendo, desde esta responsabilidad, ser el catalizador de soluciones y no un generador de conflictos, para ello, es indispensable para mí la experiencia, la pericia y la apertura de mis colegas, sin su apoyo y sin su aporte, esta nueva etapa sería inviable.
“Estoy seguro que todas y todos comprendemos el momento histórico que enfrentamos y que con ese compromiso y generosidad aportaremos nuestro compromiso y experiencia al servicio de la democracia nacional”.
Su segundo compromiso fue un Tribunal cercano; el tercero, tomar decisiones que fortalezcan la estabilidad y la gobernabilidad del país; el cuarto, un aterrizaje administrativo ordenado y racional para generar ahorros; y el quinto, justicia con rostro humano.
El magistrado Felipe Fuentes Barrera habló como nuevo decano de la Sala Superior, lugar que ocupaba hasta hace unos días la magistrada Janine Otálora. Reconoció que la llegada de Bátiz ha sido de respeto y sobre todo, de claras intenciones de respetar la labor institucional demostrando que el TEPJF está más allá de las personas.
“Durante las semanas de transición usted señaló que ese periodo debía servir, y cito, ‘para dar un pase de mano, cerrar las instituciones como es debido, proyectar, planear y evaluar para seguir adelante’, coincido plenamente con esa visión. Una transición así, ordenada y responsable, demuestra que la institucionalidad del Tribunal no depende de personas, depende de reglas, depende de compromisos y de continuidad”.
Bátiz habló de su campaña, de cómo recorrió el país en 60 días, de las peticiones que escuchó y que con sus cinco compromisos pretende cumplir.
“Porque no es lo mismo aplicar justicia en San Pedro Garza García que en San Pedro Chenalhó, las reglas podrán ser las mismas pero las condiciones sociales son distintas, y la justicia debe entender esas condiciones del contexto, los derechos políticos son la puerta al resto de los derechos fundamentales y por eso, la justicia electoral debe considerar el mosaico de realidades que conforman a México para hacer más eficaz y más humana la garantía de estos derechos”.
Ni la marimba logró estrenar colegialidad
Después de las promesas, las sonrisas, los abrazos y las selfies para las que hicieron fila los representantes de partidos y las magistraturas electorales regionales que también estarán bajo su coordinación, Gilberto de Guzmán Bátiz invitó a un convivio con marimba.
En el quinto piso del Tribunal Electoral hubo música y bocadillos, refresco y agua. Eso sí, nadie hizo sonar una campana y gritó ‘¡ahí viene el pumpo!’, la famosa bebida alcohólica chiapaneca, pues en este convivio, nadie brindó.
Pero ni siquiera la marimba y el nivel de invitados de toda la cúpula electoral hizo que la colegialidad llegara al nivel de convivir más allá de la votación en pleno. El magistrado Reyes Rodríguez Mondragón declinó la invitación a degustar bocadillos con quienes, hasta ahora, todavía no les dirige la palabra. Y Mónica Soto desde Paraguay, no alcanzaba a llegar.
Otro que no aceptó el convivio electoral fue Pablo Gómez, cabeza de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral y quien se encargará de reformar a todos esos que reían al ritmo de marimba. No vaya a ser que todos lo empezaran a sondear o a hacerle lista de peticiones que el morenista no quería escuchar, para eso están los foros, esos en los que se dice, a cualquiera se le puede escuchar.
Noveno presidente en nueve años
Gilberto de Guzmán Bátiz García es el noveno presidente en nueve años de integración de este pleno.
La magistrada Janine Otálora arrancó esta Sala Superior en 2016 cuando el nombramiento de la presidencia era válido por cuatro años, pero tres años casi tres meses después, renunció luego de que el entonces magistrado José Luis Vargas inaugurara las rebeliones internas y los cuestionamientos públicos a la presidencia para exigir cambios antes de que concluyeran los plazos legales.
Otálora renunció el 23 de enero de 2019 y ese mismo día, el pleno eligió a Felipe Fuentes para concluir el periodo de nueve meses que le restaba a Otálora. En noviembre de 2020, apenas con un voto de diferencia, José Luis Vargas asumió la presidencia que le duró apenas nueve meses tras conflictos y ofensas públicas a sus pares que llevaron a un hecho inédito el 4 de agosto de 2021, donde el TEPJF vio tres presidencias en un mismo día: Vargas aferrándose al cargo, Otálora encabezando como decana para destituirlo y Reyes con nombramiento exprés.
Durante cinco días la Sala Superior tuvo dos presidentes, hasta que Vargas y Reyes renunciaron el 9 de agosto a la presidencia que cada uno insistía en tener.
Felipe Fuentes fue nombrado como interino por 22 días y el 2 de septiembre Reyes volvió a ser electo, esta vez en una sorpresiva unanimidad que se acabó dos años y tres meses después cuando el 7 de diciembre, sus pares cuestionaron su presidencia orillándolo a renunciar cinco días después.
El 1 de enero de 2024, Mónica Soto asumió la presidencia con una votación que apenas logró mayoría y tras un año y 10 meses, concluyó el 31 de octubre dando paso a las nuevas reglas de la reforma judicial y a la definición de la presidencia desde las urnas, dejando fuera las manos de la mayoría y dándole todo el peso a los votos, pocos o muchos, con o sin ayuda de acordeón.
Así, el magistrado que hasta hace unas semanas vivía en Chiapas, se estrenó como la cabeza del máximo tribunal electoral del país. Con una llegada distinta, o que al menos hasta ahora, eso parece. En un Tribunal donde todo puede cambiar, dependiendo de las decisiones que empiece a tomar y cuánto gusten a ésa, la llamada colegialidad.
LG