Política

Ansiada “normalidad” tras covid no llega a EU

La presidencia demócrata inició con ímpetu y buenos resultados, pero la pandemia y la inflación eclipsaron sus proyectos hasta dejar en 33% los niveles de popularidad

La idea de que la presidencia de Joe Biden es un fracaso se ha extendido en muchos sectores en Estados Unidos, sobre todo a raíz de su desastrosa gestión de las últimas semanas.

La Suprema Corte de Justicia, de sesgo conservador, bloqueó la intención de Biden de obligar a los empleados de grandes negocios a vacunarse o a someterse a pruebas semanales, en medio de una nueva oleada de contagios.

Luego se involucró en una campaña para proteger los derechos de voto que se vino abajo unos días después, cuando la senadora demócrata Kyrsten Sinema señaló que de ninguna manera apoyaría al mandatario para cambiar las reglas en la Cámara alta que le permitirían introducir una legislación para combatir los esfuerzos republicanos para limitar esos derechos.

Biden llega a la celebración de su primer año de gobierno con aprobación de apenas 33 por ciento. Al mismo tiempo, la inflación en EU ha aumentado 7 por ciento, el alza más alta de los últimos 40 años, y la variante ómicron ha provocado nuevos picos de contagio, comprometiendo el sistema de salud estadunidense y la paciencia de la población.

El ascenso de Biden a la presidencia significaba algo muy simple: el regreso a una normalidad política. EU estaba sumido en otra gran crisis. Por un lado, el ataque al Capitolio por un grupo de radicales había dado un golpe a la confianza en las instituciones del país; por el otro, heredaba un desastroso manejo de la pandemia que desplegó sus alas causando muchas muertes.

Pero Biden prometió más, una agenda transformadora como el país no había visto desde la gestión de Franklin Delano Roosevelt, elevando las expectativas a la altura de esa ambición.

Jonathan Lemire, jefe de corresponsales en Washington del portal Politico, escribió que la gestión de Biden está dividida entre el éxito y el fracaso. Durante los primeros seis meses empujó una ley que le permitió disponer de casi 2 billones de dólares para ayudar a familias, negocios y escuelas arrasadas por la pandemia; implementó un programa que puso las vacunas a disposición de quien quisiera tomarlas y llevó a cabo una serie de medidas económicas que redujó exitosamente el desempleo.

Entre descensos y torpezas

A mitad del año, la fortuna de Biden comenzó a cambiar, en parte como consecuencia de eventos inesperados, en parte, por razones imputables a su propia torpeza. Una nueva variante del virus, la delta, llegó a Estados Unidos.

Muchos estadunidenses murieron, sobre todo aquellos que no estaban vacunados. La nueva ola del coronavirus arrinconó a la administración y la aprobación del presidente bajó a un nivel del que no se ha podido recuperar.

Luego vino la torpe e intempestiva retirada de las tropas estadunidenses de Afganistán, que dejaron una imagen de rara incompetencia, en medio del sufrimiento de los civiles tras el regreso de los talibanes.

En el otoño, Biden centró sus baterías en un par de legislaciones cuyo legado transformaría completamente al país. Después de arduas negociaciones, a principios de noviembre el demócrata firmó la ley sobre infraestructura asegurando un gasto de 1.2 billones de dólares para mejorar puertos, caminos y puentes, entre otras muchas obras. De cualquier manera, es un gasto significativamente menor de la propuesta de 2.5 billones de dólares que se dio a conocer en marzo.

Pero la maquinaria dejó de funcionar cuando intentó echar para adelante su agenda más codiciada, conocida como Build Back Better. Se trata de un ambicioso plan de 2.2 billones de dólares centrado en educación, cambio climático e impuestos.

La legislación se ha estancado no solo porque los republicanos se oponen a ello, sino también por las pugnas dentro del Partido Demócrata. A pesar de las intensas negociaciones, a mediados de diciembre pasado el senador de Virginia Occidental Joe Manchin III declaró que no apoyaría la iniciativa de Biden. Fue un golpe mortal al mayor plan de la Casa Blanca.

“Pobre Joe”

Maureen Dowd, columnista de The New York Times, lo resume así: “Pobre Joe […] Hay una serie de sentimientos que conectan con lo que el presidente debe estar sintiendo y debemos todos ponernos en su lugar. Lástima, enojo, decepción, vergüenza y esperanza de que se pueda echar a andar, porque la alternativa es realmente mala”.

Es probable que ahora Biden parta el plan de Build Back Better en pedazos para poder negociar mejor. Además, ómicron está dando signos de ceder y los economistas piensan que la inflación será pasajera. De hecho, el pronóstico es bastante bueno.

Pero también es cierto que Biden ya no podrá medirse con la vara de Roosevelt, sobre todo si los republicanos liderados por Trump adquieren nueva fuerza y rompen la ya de por sí inestable mayoría demócrata en el Congreso. La poderosa narrativa transformadora se quedará, entonces, hundida en un país dividido.

Admite fallas

Joe Biden admitió ayer haber cometido fallas en su primer año, al tiempo que pronosticó que Rusia invadirá Ucrania sin dejar en claro cómo responderá EU.

En rueda de prensa, Biden hizo balance de su mandato en lo relativo a la pandemia, economía e inflación, proyectos de ley pendientes sobre gasto social y derecho al voto, además de las relaciones internacionales.

Reconoció que hay mucha “frustración y fatiga” por el covid y admitió que su gobierno debió haber hecho más pruebas para detectarlo. También señaló que no se aprobará intacto su plan de gasto social debido a divisiones partidistas. 

Lamentó que no se haya aprobado su propuesta de reforma en beneficio de los inmigrantes debido a los republicanos.

También se refirió a sus conversaciones con México y otros países latinoamericanos sobre la inmigración centroamericana; dijo que ya no quiere hablar del continente como “el patio trasero”, sino como “el patio delantero”, porque considera que son naciones “iguales” a EU.

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Guillermo Osorno
  • Guillermo Osorno
  • Guillermo Osorno es escritor y periodista. Es autor del libro Tengo que morir todas las noches. Hoy conduce el programa Por si las moscas que se transmite en Canal 22.
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