Miguel Ángel y Omar Treviño Morales le heredaron a México uno de los periodos más sanguinarios de su historia durante el tiempo que encabezaron a Los Zetas. Pese a que ha transcurrido poco más de una década desde sus respectivos arrestos, los hermanos, mejor conocidos como El Z40 y El Z42, se perfilan para enfrentar un juicio en Estados Unidos que podría dejarlos en prisión el resto de su vida.
De acuerdo con reportes del periodista Angel Hernández para MILENIO, la mañana del pasado martes 14 de octubre los ex líderes criminales fueron presentados ante el juez Trevor McFadden en una corte federal de Washington DC como parte del proceso judicial que se sigue en su contra por cargos relacionados al crimen organizado, tráfico de drogas, lavado de dinero y posesión de armas de fuego.

La fiscalía estadounidense continúa reuniendo evidencia inculpatoria que podría desahogarse si los hermanos llegan a juicio, empero, desde años anteriores diversos procesos judiciales que integrantes de Los Zetas enfrentaron en Estados Unidos dejaron entrever la brutalidad con la que El Z40 y El Z42 operaban, la misma que les permitió forjar con sangre y plomo un imperio criminal en el noreste de México.
Coahuila: la plaza codiciada
El origen de Los Zetas tiene nombre y apellido: Osiel Cárdenas Guillén. El otrora líder del Cártel del Golfo, decidido a llegar a la cúpula del narcotráfico en México, se dió a la tarea de reclutar a un grupo de soldados de élite desertores del Ejército Mexicano para conformar su propio brazo armado a finales de los años noventa.
El objetivo era tan simple como peligroso. Aquella tropa debía de proteger al también llamado Mata Amigos y a su lucrativo negocio de trasiego de drogas de organizaciones criminales rivales y de las autoridades que buscaran interferir en sus intereses.
Con lo que nunca contó Osiel Cárdenas Guillén es que su detención se haría inminente en 2003 y dejaría un serio problema de sucesión de liderazgo que, sumado al fortalecimiento de su brazo armado, terminaría por consolidar la emancipación de Los Zetas del Cártel del Golfo.

Entonces, aquellas organizaciones criminales que operaban aliadas se enemistaron y comenzaron a disputarse el control de plazas clave para el trasiego de drogas, armas y migrantes en el noreste de México, específicamente en Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León y parte de Veracruz.
Dicha reorganización criminal coincidió con el ascenso de Miguel Ángel Treviño Morales, quien aunque ya se ubicaba como el segundo al mando, tras el abatimiento de Heriberto Lazcano -alias Z3- , logró consolidar su liderazgo.
Mientras múltiples escisiones del Cártel del Golfo comenzaban a disputarse el control de ciudades fronterizas clave de Tamaulipas, Los Zetas vieron en Coahuila, especialmente en Piedras Negras, un corredor fronterizo clave para sus operaciones de contrabando de drogas a Estados Unidos.
El control de dicha plaza únicamente podía estar en manos de una persona de toda la confianza del líder de Los Zetas, por lo que fue asignada a su hermano Omar Treviño Morales, El Z42. Para 2011, municipios coahuilenses como Allende, Piedras Negras, Nava y Morelos ya se encontraban bajo el yugo zeta.
Corrupción y autogobierno: el imperio criminal

Entre 2013 y 2016, al menos ocho miembros de Los Zetas que trabajaron para Miguel Ángel y Omar Treviño Morales fueron juzgados en tribunales de Austin, San Antonio y Del Río por delitos como homicidio, conspiración para importar drogas y armas, así como por lavado de dinero.
En cada uno de esos procesos, por las cortes desfilaron diversos testigos cuyas declaraciones fueron recopiladas por la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas y el Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios de Coahuila en un informe que retrata la forma en la que Los Zetas construyeron un imperio criminal en el estado a través de dos elementos principales: el horror y la corrupción.
Ambos factores quedaron expuestos en el juicio que Marciano Millán Vásquez, alias Chano, enfrentó en San Antonio. Identificado como un importante comandante de los hermanos Treviño Morales en Piedras Negras, en su contra testificaron al menos 12 personas entre los que se ubicaron a narcotraficantes de niveles medios y bajos, así como asesores de inversiones y lavadores de dinero.

Uno de dichos testigos declaró que Los Zetas llegaron a tener el control total de estados como Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Veracruz, Zacatecas, San Luis Potosí y Puebla, el cual se manifestaba a través de la influencia que el cártel tenía sobre las fuerzas policiales, fiscalías y otros funcionarios públicos.
Para lograrlo, la organización delictiva tuvo dos estrategias. La primera consistió en pagarle directamente a los policías e integrarlos a la jerarquía de Los Zetas ya sea para evitar que interfirieran en sus operaciones o para involucrarlos activamente en las mismas. En la segunda, según refirieron los testigos, era el jefe de plaza a cargo de la ciudad quien tenía el control de la policía y sus dirigentes.
"Campos explicó cómo empezó trabajando con el cártel, traficando armas y drogas y juntando información para ellos mientras trabajaba como policía en Coahuila. Él y otros policías monitoreaban el tráfico y le pasaban información a Los Zetas sobre los individuos que iban y venían de Piedras Negras [...] Los Zetas mantuvieron el control sobre la policía, garantizando su cooperación a través de la intimidación y la fuerza. Si un policía se negaba a hacer ciertas cosas, Los Zetas lo amenazaban a él y a su familia", se expone en el citado informe de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas.

Los testimonios recabados en los tres juicios hacen mención a los vínculos entre las agencias de seguridad estatales y municipales con Los Zetas, para quienes trabajaban brindando protección tanto de sus operaciones y cargamentos como de rivales. No obstante, algunos también refieren que no todas las autoridades, y en especial las federales, estuvieron bajo su influencia.
"Uribe declaró que integrantes de Los Zetas tomaban precauciones adicionales para prevenir ser detectados por los marinos, incluyendo el volar en helicópteros del gobierno, usar teléfonos BlackBerry y coordinar un sistema de vigilancia. También los jefes de plaza se rotaban entre los diferentes territorios bajo control zeta para protegerse", abunda el informe.
La corrupción con la que operaban Los Zetas se extendió hasta el Centro Penitenciario de Piedras Negras del cual tomaron el control e instauraron un autogobierno. José Luis Rodríguez, un narcotraficante de nivel medio que operó para la organización delictiva aseguró que el penal era utilizado para arreglar automóviles con compartimientos secretos para el trasiego de drogas, el narcomenudeo e incluso como escondite para aquellos integrantes y líderes buscados por la Marina o la Policía Federal.

Otro de los testigos, involucrado en lavado de dinero, declaró que miembros de Los Zetas que eran reclusos podían entrar y salir de la cárcel cuando quisieran, además de que aquellos eran sentenciados tenían acceso a drogas, alcohol, armas, televisiones, celulares, refrigeradores, mujeres y fiestas, así como a la comodidad de tener cuartos propios.
"Testigo A también hizo declaraciones sobre la relación entre Los Zetas y los procuradores estatales. Ella indicó que un sicario con el que ella estaba en una relación romántica pagó $167 mil pesos para ser liberado de prisión y para que los cargos en su contra fueran eliminados. Según el testimonio de Testigo A, hubo otras personas que también pagaron para ser puestas en libertad", se lee en una segunda parte del informe de la Universidad de Texas.
En septiembre de 2012, Los Zetas orquestaron una fuga masiva del penal de Piedras Negras para integrar a nuevos miembros que les ayudaran a mantener bajo su control la plaza ante la amenaza de un cártel rival. Alrededor de 130 internos fueron reclutados, algunos forzosamente, tras haber salido de prisión a través de un túnel que conectaba a un lote baldío.

"Los Zetas a menudo anunciaban que tomarían control de cualquier ciudad o plaza que querían y obligaban a los residentes de esa ciudad a trabajar para ellos. Si la gente no se reportaba ante Los Zetas en las plazas sería asesinada [...] En otra declaración se sostuvo que se aparecían frecuentemente en Piedras Negras para reclutar forzosamente a nuevos miembros. El cártel mataba a cualquiera que se rehusara a trabajar con ellos", se expone sobre su dinámica de reclutamiento.
Los nombres de diversos funcionarios públicos estatales así como meticulosos entramados de lavado de dinero también fueron descritos por los testigos durante los tres juicios en contra de miembros de Los Zetas. Factores que, al tiempo que exhibían el nivel de corrupción, también fortalecían su estructura criminal.
Las masacres de Los Zetas en Coahuila

El poderío e impunidad que Los Zetas alcanzaron en Coahuila convirtieron al estado en escenario de dos brutales masacres: la de Allende y la de Piedras Negras. De acuerdo con lo expuesto en distintos testimonios e investigaciones plasmadas en documentos judiciales, ambos sucesos consistieron en una serie de asesinatos y secuestros sistematizados que Los Zetas cometieron como represalia luego de que algunos de sus integrantes de más alto rango se entregaron voluntariamente a Estados Unidos para cooperar como testigos en juicios federales.
El informe de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas estima que más de 300 personas supuestamente vinculadas a quienes huyeron a Estados Unidos fueron asesinadas o desaparecidas durante marzo y abril de 2011.
"Cuando Poncho Cuellar huyó a Estados Unidos, Z40 y Z42 -los hermanos Treviño- y sus sicarios se vengaron masacrando a cualquier persona que estuviera vinculada a Cuellar [...] Rodríguez, un narcotraficante, aseguró que la condena de muerte incluyó a hombres, niños y ancianos que estaban vinculados de alguna manera u otra con Poncho Cuellar, incluso aquellas personas que no estaban involucradas en el tráfico de drogas", se explica sobre las atrocidades de Los Zetas.

Adolfo Efrén Tavira Alvarado, identificado como el único sobreviviente de la masacre de Piedras Negras narró cómo miembros del cártel entraron armados a su casa para secuestrarlo y llevarlo esposado hasta un lugar donde El Z40 y El Z42 estaban junto a sus sicarios. En el sitio, según describió, había más de 30 personas arrodilladas, quienes fueron interrogadas sobre Cuéllar antes de que los líderes de Los Zetas y sus subordinados les dispararan. "Los estaban matando a sangre fría. Y sus cuerpos, ellos los agarraban y los arrojaban a unas camionetas", recordó Tavira.
Las masacres de Allende y Piedras Negras fueron tan sólo la punta del iceberg de la brutalidad con la que operaban Los Zetas bajo el mando de los hermanos Treviño Morales. Los testimonios de los tres juicios recuperados por la Facultad de Derecho de Texas describieron cómo los integrantes de la organización delictiva se deshacían de los cuerpos de sus víctimas.
Uno de los testigos de las atrocidades fue Jorge de León, un ex asistente personal de uno de los líderes, traficante de drogas y dinero, a quien secuestraron luego de responsabilizarlo de la pérdida de un cargamento de marihuana. Según refirió, durante el tiempo que estuvo privado de la libertad fue obligado a ver diversos asesinatos en los que las víctimas eran desmembrados vivas para, posteriormente, incinerar sus restos en barriles.

"De León declaró que fue forzado a presencia el asesinato de una familia en su hogar en Piedras Negras, por El Chano, El Enano y otros sicarios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y una niña que parecía tener cerca de seis años. El Chano empezó con la niña. Las partes de su cuerpo que El Chano cortó primero fueron arrojadas al fuego que había dentro de un barril [...] La madre y el padre de la niña lloraban", describe el informe sobre el testimonio del ex zeta.
Jorge de León también presenció cómo la madre corrió el mismo destino de su hija mientras que El Chano y El Enano obligaban al padre a seguir mirando hasta que, finalmente, lo mataron de la misma forma. Dicho episodio también fue confirmado por Saúl Fernández, otro reclutador, halcón y contrabandista de armas de fuego que testificó en el juicio de San Antonio contra Marciano Millán Vásquez, El Chano.
Miembros de las fuerzas del orden también fueron objetivos de la violencia de Los Zetas. El mismo de León narró la ocasión en la que El Chano, El Enano, El Z40 y El Z42 estuvieron presentes en el asesinato de tres soldados del Ejército Mexicano cerca de un pequeño río a las afueras de Piedras Negras.
"Cuando digo 'matarlos' estoy diciendo que los iban a desmembrar. Iban a cortarles las cabezas y luego irían tras toda su familia. Y les harían lo mismo sin importar si fueran niños o adultos", reza el testimonio del ex zeta recuperado en el informe de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas.

Ese tipo de incidentes orillaron a los marinos y a policías federales a cubrir sus rostros con pasamontañas cuando participaban en operativos cuyo objetivo era arrestar a miembros de Los Zetas.
En junio de 2017, Marciano Millán Vásquez -El Chano-, uno de los principales aliados de los hermanos Treviño Morales en Piedras Negras, fue sentenciado a siete cadenas perpetuas consecutivas por cometer numerosos asesinatos, tráfico de drogas y armas mientras sus jefes continuaban promoviendo amparos para evadir su extradición a Estados Unidos.
En febrero de 2025, tanto El Z40 como El Z42 fueron entregados a autoridades estadounidenses para enfrentar un proceso judicial que se perfila a exponer aún más su amplio y doloroso historial delictivo, aquel del cual México nunca se recuperó.
ATJ