El 23 de marzo de 1994, el entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, recibió dos heridas de fuego —una en la cabeza y otra en el abdomen— que le causaron la muerte, durante un mitin en la colonia Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California.
Por estos hechos, las autoridades detuvieron a Mario Aburto Martínez y lo acusaron de ser el responsable de la muerte del ex funcionario público, razón por la cual fue sentenciado a 45 años de prisión; sin embargo, siempre existió la duda sobre si hubo un segundo tirador en la escena del crimen, teoría que, a más de 30 años del homicidio, ha vuelto a cobrar fuerza.
Esto luego de que Jorge Antonio Sánchez Ortega, ex agente del Centro Nacional de Inteligencia (Cisen), encargado de cubrir al candidato después de terminar su acto político, diera positivo a una prueba de balística y, recientemente, el 16 de noviembre de 2025, le dictaran auto de formal prisión. MILENIO te dice cuáles son las tres pruebas que existen en su contra.
Las tres pruebas contra Jorge Antonio Sánchez Ortega
El ex agente del Cisen nació el 24 de abril de 1961 en El Rosario, Sinaloa. Se sabe que sus padres se llamaban Antonio Sánchez y Tomasa Ortega. Tenía poco en la agencia de seguridad cuando ocurrió el asesinato de Donaldo Colosio.
Un día antes de la visita de Colosio a Tijuana, los jefes de Sánchez Ortega le avisaron que tendría que dar seguimiento al candidato priista desde el aeropuerto hasta su mitin en la colonia Lomas Taurinas, una de las más pobres de la época.
Por esta razón, cuando asesinaron al candidato presidencial, Jorge Antonio Sánchez, se encontraba a tan sólo 15 metros de donde cayó herido Colosio; pero entonces… ¿por qué lo acusan de ser el segundo tirador?
1. Prueba uno: La chamarra con sangre
El día del asesinato, Jorge Antonio Sánchez fue detenido debido a que su chamarra —color blanco— tenía manchas de sangre aparentemente de Colosio.
El sospechoso rindió una declaración ante la Procuraduría General de la República (PGR). Aseguró que no vio el momento del asesinato; sin embargo, reconoció que la sangre de su chamarra sí era del candidato presidencial, pero esto —según él— ocurrió porque, al momento en que trasladaron al hospital al candidato, alguien lo manchó en su manga izquierda.
Ante las declaraciones de Jorge Antonio, la Fiscalía Especial para el caso Colosio descartó que el hombre tuviera participación en el homicidio, pese a que sí tenía plomo en las manos, lo que lleva a la segunda prueba en su contra.
Las autoridades llegaron a la conclusión de que el agente del Cisen estaba diciendo la verdad y que él no cometió el magnicidio, por lo que lo dejaron libre.
Sin embargo, entre 2023 y 2024, la Fiscalía General de la República solicitó aprehenderlo de nuevo, pero Jesús Chávez Hernández, juez Quinto de Distrito de Procesos Penales Federales en Toluca, lo rechazó por no existir elementos que hicieran presumir su responsabilidad en el magnicidio.
No obstante, apenas el 16 de noviembre de este año, otro juez federal le dictó auto de formal prisión al ex agente del Cisen.
2. Prueba dos: Positivo a rodizonato de sodio
La prueba por la cual Jorge Antonio Sánchez Ortega volvió a estar en el ojo del huracán tiene que ver con que en la chamarra que usaba ese día encontraron rastros de plomo, lo cual indicaría que disparó un arma de fuego.
El 29 de enero, la Fiscalía General de la República (FGR) aseguró que hubo un segundo tirador en el magnicidio del candidato del PRI, luego de que el ex director del Cisen dio positivo a la prueba de Harrison Gilroy, mejor conocida como rodizonato de sodio, método empleado en delitos relacionados con detonaciones de armas de fuego.
Cuando una persona detona una pistola, ésta expulsa gases compuestos por diversos elementos químicos y metálicos, relacionados con la pólvora, los cuales se pueden identificar como una huella en la escena del crimen.
La manera en la que las autoridades pueden descubrir estos elementos es a través de la prueba de Harrison Gilroy, la cual, por medio del método rodizonato de sodio, puede detectar la presencia de bario y plomo, “metales pesados” expulsados cuando alguien detona un arma de fuego.
Bajo la técnica de Trifenil-Arsonio, la prueba también puede dar positivo a antimonio en las manos de la persona que disparó la pistola, situación que, en el caso del segundo tirador de Colosio, se encontró.
Javier Paredes, químico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó para MILENIO que el rodizonato de sodio es un compuesto cíclico conocido como C6Na2O6 que al combinarlo con ciertos ácidos cambia de color para detectar la presencia de ciertos metales.
Por este hecho, después de más de 30 años del magnicidio, Daniel Marcelino Niño Jiménez, juez Cuarto de Distrito en Materia Penal en el Estado de México, determinó que hay elementos que hacen presumir la participación de Jorge Antonio Sánchez Ortega en el caso Colosio.
3. Prueba tres: El testigo inesperado
El día que a Sánchez Ortega le dictaron auto de formal prisión, el periodista de MILENIO Rubén Mosso informó que una de las pruebas admitidas por el juzgador fue la declaración de Leticia Ortiz, compañera de trabajo de Mario Aburto, quien afirmó que el ex agente del Cisen visitó en diversas ocasiones al magnicida, semanas antes de que ocurriera el crimen.
Sobre este testimonio no hay más información al respecto, por lo que toca esperar que lleguen las próximas audiencias para ver si el ex agente del Cisen también tuvo una participación activa en el magnicidio del candidato presidencial.

Hay que recordar que luego de que ocurrieron los hechos, en 1994, Jorge Antonio Sánchez Ortega declaró que supuestamente llegó tarde al mitin de Colosio porque se estuvo comiendo una sopa instantánea.
Sin embargo, —narró— al momento en que se escucharon las detonaciones de arma de fuego y la multitud comenzó a dispersarse, corrió hacia donde estaba el candidato priista, momento en el que se habría manchado la chamarra de sangre.
La hipótesis sobre la existencia de un segundo tirador en el caso Colosio es algo que lleva escuchándose durante más de tres décadas y que, incluso, llevó a la detención de otra persona identificada como Othón Cortés, en 1995.
Se trataba del chofer del candidato priista en Tijuana el 23 de marzo de 1994, a quien la entonces Procuraduría General de la República (PGR) señaló como el presunto segundo tirador en la escena del crimen.
Sin embargo, en 1996, el juez federal Jorge Mario Pardo Rebolledo —quien años después se convertiría en ministro de la Corte— lo absolvió del delito por no existir alguna prueba fehaciente en su contra.
En 2019, Othón Cortés anunció que llevaría su caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que el Estado Mexicano lo compensara, pero falleció en abril de 2020, informó Rubén Mosso.
RM