Muchas cosas pueden ocurrir cuando se pierde un dedo de la mano. Y no todas son malas. Hay quien crea toda una técnica para tocar la guitarra, como Django Reinhardt. Hay quienes los pierden después de muertos, como Galileo Galilei, y acaban expuestos en un museo de Florencia. Algunos los pierden siendo niños y al crecer se convierten en grandes pitchers, como Mordecai Brown; o de jóvenes, trabajando en una fábrica, y su amputación se transforma en símbolo de resistencia, como el ex presidente Lula de Brasil.
Pero hay otros dedos que se cortan voluntaria e intencionalmente, como el dedo del director general del Instituto Mexicano del Seguro Social. El dedo con el que se designaba a los “delegados” en los estados, con criterios más políticos que de salud, donde pesaba más la recomendación que la capacidad y el mérito. Eso se terminó y esa decisión fue providencial a la luz de la pandemia.
Por ello, mucho antes del covid-19, el 28 de agosto de 2019 anuncié que “me cortaba el dedo” y que los delegados serían nombrados a partir de un estricto proceso que consistió en un examen, una entrevista personalizada, un ensayo y una valoración curricular. Para participar había que ser médico, médica, enfermera o enfermero en activo o jubilado, con al menos 10 años de antigüedad en el IMSS.
El examen lo presentaron 159 postulantes; este se generó el mismo día de la aplicación ante un notario público. Un algoritmo escogió́ 75 preguntas aleatorias de una base de 790 reactivos formulados por quienes diseñan el Examen Nacional de Residencias Médicas. Para las entrevistas se conformó un panel de tres especialistas; para el ensayo fueron evaluados los motivos de la postulación, y para la valoración curricular se tomó en cuenta la antigüedad, el nivel de estudios y, especialmente, el historial de promociones y los hitos profesionales.
Los aspirantes mejor evaluados confirmaron su lealtad al Instituto en la última etapa: la insaculación del lugar a donde irían a trabajar. El 15 de enero, en sesión del Consejo Técnico, conocieron su destino cuando los niños gritones de la Lotería Nacional fueron sacando de una democrática tómbola el nombre de cada uno de ellos. Así evitamos inercias, conflictos de interés y aseguramos que en todas las entidades estuvieran los mejores perfiles.
El diseño del concurso fue paritario. En febrero tomaron posesión 17 mujeres y 18 hombres, 12 médicas, 17 médicos, 5 enfermeras y un enfermero, con quienes hemos enfrentado la pandemia. Se trata de 35 salubristas, lo mismo intensivistas, que urgenciólogos, enfermeras, médicos especialistas, gente que había dirigido algún programa del Instituto, un Hospital General o una Unidad Médica de Alta Especialidad. Todos con experiencia en, por lo menos, una pandemia, la de AH1N1.
No podíamos imaginar que, con menos de un mes en su nuevo encargo, tendrían que enfrentar una pandemia. Pronto sabríamos que la decisión había sido correcta.
Mientras escribo: El Senado decidió otorgar la medalla Belisario Domínguez a los integrantes del Sistema Nacional de Salud por su incansable lucha por el covid-19. Es una distinción bien merecida para quienes han dado todo por salvar vidas.
@zoerobledo