En realidad, Jack (Madison Davenport) es una chica rebelde que odia todo lo que haga Ashley O (interpretada metafísicamente por Miley Cyrus) , la cantante del momento, ídolo y ejemplo de vida de las juventudes postdistópicas que habitan el último episodio de la quinta temporada de Black Mirror. Incluyendo Ashley Too, la versión en forma de asistente virtual. Un robot aséptico y blanco con peluca rosa que básicamente es un clon de la mente de Ashley O, programada para saciar el morbo y las ansias de ser asimilado socialmente de sus fanáticos, como Rachel (Angourie Rice), la hermana menor de Jack. Ambas son huérfanas de madre y el padre apenas habla con ellas, pues se la vive hundido en el sótano inventando el exterminador que acabará de una vez por todas con las ratas del futuro. Ashley Too es un costoso regalo de cumpleaños que pretende sosegar los susurros de culpa del padre por su frialdad y Rachel se pasa las horas platicando con el dispositivo de peluca rosa como si fuera un ser humano. O peor aún: como si de verdad fuera Ashley O quien responde sus preguntas. A Jack esas conversaciones le parecen enfermizas.
Hay una escena en la que Jack se queda sola tocando el bajo frente al dispositivo Ashley Too y este al reconocer las notas entabla una conversación con Jack. Le pregunta qué hace y cuáles son sus canciones favoritas de Ashley O, porque su algoritmo solo gira en torno a la estrella juvenil. Jack responde que no escucha su música con el insoportable desplante moral de la quinceañera rebelde que se tiñe el cabello de negro. ¿Entonces qué escuchas? Pregunta el dispositivo. Jack responde que rock vintage, como Sonic Youth y Idles.
El capítulo fue emitido en el verano del 2019. Para ese entonces, entre los mejores discos de Sonic Youth y el trancazo que fue Joy as an Act of Resistance (2018) de Idles existe más de una década, pero los guionistas de Black Mirror dieron por hecho que el rock es un género que apesta naftalina y camisetas de segunda mano y caben en el mismo concepto de anticuado. El capítulo reivindica al rock como género auténtico, libre de perversidades corporativas en los últimos minutos del episodio, pero es claro su manifiesto de que el pop es lo que domina la conciencias juveniles.
No es la mejor entrega de Black Mirror, pero eso no la quita su virtud vidente. Siendo la otrora Hannah Montana, quien encarnó a la estrella instantánea, creada ex profeso para el capítulo, pero inspirada en el fenómeno de su vida real, el encontronazo entre rock y pop, tal como sucedió en el capítulo, se vivió en el escenario principal del pasado Corona Capital 2022. No solo los géneros se enseñaron la lengua sin filtros de Instagram.
Desde las cinco de la tarde, desde que Father John Misty salió al escenario con su reinvención de crooner hipersexualizado, los fanáticos de Miley se abrían paso a empujones con tal de ver a su estrella de la infancia tan cerca como fuera posible. Al principio me pareció simpático y honesto esa violencia de peluche. Pero la realidad siempre termina por patearnos las encías y los primeros dientes cayeron cuando Kim Gordon salió al escenario con su trap desfigurado por reverbs de guitarra y caja de ritmos. Los fanáticos de Miley, insertados en el ahora, no paraban de hablar diciendo que lo que hacía la ex Sonic Youth era puro ruido sin sentido. Sus reclamos sonaban más boomers que mi abuela cuando escuchaba a Sepultura. Y como ya todos leyeron y vieron, Idles rompió la cámara de eco. La generación de la diversidad y lo señores de concreto sobreviviendo a olas de moshpit y gritos que se quejaban de los violentos empujones por parte de los hinchas de Idles, que hartan con sus discursos progresistas
Al final, una cosa quedó en evidencia, los orígenes tarde o temprano vendrán a reclamar su sitio. Y como en el capítulo de Black Mirror, fue claro que la fantasía de diversidad, tolerancia y armonía de Miley Cyrus es tan endeble como cualquier juguete de temporada de la casa de Disney, en donde ella se hizo precisamente. Ser fanático de Disney y todo lo que produzca es lo mismo que prenderle veladoras y persignarte frente al dólar.
Fue interesante ver el mito generacional desmoronarse. Es una vil mentira eso de las edades. Vi cuarentones deconstruidos lloriquear porque el slam los dejaba sin aire y adolescentes cayéndose al piso por la intensidad de los chingadazos del slam, y que regresaban a la vida cuando otro compa les echaba la mano.
Wenceslao Bruciaga