Mucho se ha escrito sobre la asombrosa transformación urbana que está sucediendo en Iztapalapa durante este sexenio. Lo que no se ha escrito es cómo se logró. Me di a la tarea de investigarlo.
Si no has ido a Iztapalapa recientemente, urge que vayas. Las palabras no le hacen justicia a lo que ha pasado. Las tolvaneras, los terrenos baldíos, las calles grises y oscuras que caracterizaban a la alcaldía, se convirtieron en murales multicolores y jardines iluminados. Se han construido 12 centros culturales y deportivos llamados Utopías que contienen actividades que antes solo eran accesibles para personas de altos ingresos: pista de hielo, parque de dinosaurios gigantes, velódromo, pista de hielo, escuela de música, parkour, skate-park, cancha con duela, mariposario, orquidiario, alberca de olas y centros de lavado.
El cambio no se debe a que Iztapalapa tenga más dinero. De hecho, según datos del INEGI, Iztapalapa ha tenido, en términos reales, un presupuesto 2.5% menor al que tuvo el sexenio pasado.
El cambio se debe a cómo se está usando el dinero.
La alcaldía dejó de depender de contratistas para realizar trabajos básicos de mantenimiento urbano y desarrolló áreas internas para realizarlos de manera interna. Esto redujo significativamente los costos y permitió que se liberaran recursos para las obras de mayor calado, como las Utopías, que sí requieren de contratistas especializados.
Para lograrlo, se otorgó una estructura operativa básica a cada una de las 13 áreas territoriales que integran Iztapalapa. Se les dio una dirección, un área jurídica, un responsable de obras y cinco líderes coordinadores de proyectos para comandar brigadas que pavimentan, bachean, iluminan, pintan y realizan otras obras sencillas.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentó la alcaldía fue la austeridad. La alcaldía tenía restringida de manera permanente la creación de plazas y el único recurso que de verdad crecía era el de los programas sociales.
Para superar este problema, Iztapalapa ideó un programa social de trabajo temporal llamado “Ponte Guapa Iztapalapa”. Con él, se otorgaron apoyos económicos que van de 6 a 18 mil pesos a personas con habilidades para realizar tareas de mantenimiento y trabajo físico. Así, se creó al ejército de 1,200 brigadistas que transformó la alcaldía.
Un segundo obstáculo que se presentó fue la falta de insumos. Debido a que la alcaldía estaba acostumbrada a depender de contratistas, no se contaba con instrumentos para bachear, iluminar o realizar trabajos.
Para conseguirlos, la alcaldía utilizó una parte importante de su presupuesto de inversión en la adquisición de 200 vehículos de trabajo. Además, la alcaldía se dio a la tarea de comprar de manera directa. Las luminarias se compraron directo al fabricante y el asfalto provino de la planta productora del gobierno de la CDMX. Con todas las modificaciones en el uso de recursos, el costo de asfaltado se redujo a la mitad.
Todo lo anterior muestra que la transformación de Iztapalapa proviene de la conjunción de trabajo duro, creatividad y arrojo en el uso de recursos. Para la alcaldía, lo más sencillo era continuar dependiendo de contratistas. Ello facilitaba la comprobación del uso de recursos y limitaba la responsabilidad por medio de contratos. Sin embargo, hacerlo significaba gobernar como siempre: manteniendo, sin transformar.
Durante el sexenio se han realizado seis auditorías locales y tres federales a Iztapalapa. Ninguna ha encontrado aspectos graves o dinero faltante. Por supuesto, hay cosas que deben mejorarse. Se necesitan mejores controles internos para salvaguardar recursos y bienes patrimoniales, así como mejores registros para el seguimiento y control de la obra. Además, se tendrá que asignar un recurso significativo al mantenimiento de las obras. Algunas ya se ven desgastadas por el uso tan intensivo que tienen.
Sin embargo, no cabe duda de que algo bueno e importante está pasando en Iztapalapa. Su alcaldesa, Clara Brugada, ha convertido a la alcaldía en la prueba de que las utopías son posibles, pero requieren más trabajo del que el gobernante promedio está dispuesto a dar.