El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, exmilitante de Morena, ninguneado por los opositores cuando fue diputado federal, pero convertido en héroe nacional tras su homicidio en plena celebración del Día de Muertos, despertó en un grupo social la intención de exigir justicia y paz.
Y aunque se hacen llamar la Generación Z, listos para manifestarse el sábado, la realidad es que dentro del seno familiar muchos son conocidos como los “ninis”, es decir, jóvenes que ni estudian ni trabajan, apapachados por sus padres, quienes desde la infancia les han proporcionado todas sus necesidades, incluidos sus berrinches.
Este movimiento recuerda a otro —muy distinto por sus circunstancias— que sacudió a la sociedad civil mexicana: el Yo soy 132, conformado por estudiantes universitarios que desafiaron al entonces sistema priista y al último aliento del panismo, allá por 2012.
Las diferencias son notables, casi abismales. Mientras los ahora adultos treintañeros y cuarentones sufrieron la censura, el desdén de la élite política y económica, y los macanazos de la Policía Federal durante sus protestas, el sector juvenil actual se expresa libremente en redes sociales, su principal herramienta. Al final, es válido: vivimos en un país libre.
Lo curioso —y sospechoso— es que, de cara a la movilización del fin de semana en la Ciudad de México y en otras regiones del país (incluido Tamaulipas), quienes la convocan tienen una afiliación directa o indirecta con el Partido Acción Nacional. Grave error su involucramiento, pues le resta credibilidad y legitimidad.
Los partidarios azules y de otros colores deberían dejar solos a los jóvenes para que expresen el México que ellos ven. Intervenir solo entorpece un movimiento que podría marcar un antes y un después en la vida pública del país.
Ojalá no se manche con tintes políticos, como ya ocurrió con FRENAA, “El INE no se toca”, la negativa a la reforma del Poder Judicial y otros movimientos similares.
Y, segundo: que este intento no termine como una llamarada de petate, como sucedió hace 13 años, cuando los intereses y aspiraciones personales fracturaron al Yo soy 132.