Hoy en día nos resultaría a muchos imposible imaginarnos el mundo sin el internet y las redes sociales; las tecnologías de la información han transformado la manera como nos comunicamos, como estudiamos e investigamos, la manera en que trabajamos y todo ello afectando nuestras relaciones sociales y dinámicas, marcando un punto de inflexión en la historia de la humanidad.
Por un lado, las redes sociales son un medio poderosísimo que nos permite estar conectados con miles, cientos de miles e incluso millones de personas de forma directa sin tener que pasar por el filtro de los medios tradicionales de comunicación.
Estas redes le dan voz y visibilidad a personas que antes no la tenían y que ahora no solo pueden estar enterados de todos lo que pasa en el país y el mundo, sino que pueden expresar sus opiniones, compartir sus sentimientos y hacerse presentes en la discusión social. Gracias a las redes las personas encuentran motivación para revelar y compartir contenido valioso, definirse a sí mismos, alzar la voz, estimular el espíritu crítico y participar en la discusión de la política, los negocios, la cultura mundial y mucho más.
Sin embargo, la presencia de las redes trajo algo que quizá no se anticipaba y que es especialmente preocupante en estos tiempos y que es la polarización de la sociedad.
En lugar de generar un diálogo respetuoso entre distintos, con el fin de ampliar nuestra visión de la vida en un mundo plural, lo que en realidad ha pasado es que se van creando grupos de seguidores que piensan igual, reafirmando así sus prejuicios y creencias, generando inevitablemente una confrontación con aquellos que son y piensan diferente a nosotros.
Esto es ampliado por la forma en que operan las redes que es a través de algoritmos que tiene como principal objetivo generar tráfico y seguidores, ya que la mayoría de las redes sociales hoy viven de la publicidad que venden, y podrán vender más aquellas que tienen más seguidores y generan más interacción.
Otro efecto muy dañino de las redes es la forma en la que afectan nuestra autoestima e identidad, y como van creando una nueva adicción en la sociedad que consiste precisamente en la búsqueda de aceptación a través de este nuevo medio.
Aquí no me refiero al robo de la identidad que se ha convertido en un gran problema y que se utiliza para hacer fraudes bancarios y de otra naturaleza en la sociedad, y de lo cual hablaré otro día, sino a la identidad como definición de quienes somos, en qué creemos y que nos hacer sentir únicos y especiales y a cómo las redes nos están afectando día a día nuestra conducta.
Es propio de los seres humanos la búsqueda de la aceptación en sociedad. Eso es normal. Y eso empieza por nuestra casa, escuela, trabajo y grupo de amigos. Sin embargo, a partir de las redes sociales buscamos aceptación y reconocimiento de personas que no conocemos, no sabemos de sus valores y principios, pero eso sí, nos hacen sentir bien o mal de acuerdo con si nos ponen un “like” o un “hate”.
Hoy en día es fácil caer en esta dinámica y los comentarios con elogios o críticas nos hacen cada vez más vulnerables como personas y donde nuestra autoestima ya no depende de lo que nosotros pensamos de nosotros mismos sino lo que unos desconocidos piensan de nosotros. Mientras más interacción tenemos con las personas, se incrementa o disminuye nuestro sentimiento de valor.
Una buena ilustración es la elección de Donald Trump quien mostró la fuerza de las redes sociales para reconectar con la sociedad humana.
Vivimos asediados por una avalancha de estereotipos de imágenes perfectas, filtros, simetrías que nos empujan al terreno resbaladizo de lo surreal. Con afán de querer encajar y pertenecer, somos capaces de crear imágenes y personalidades alejadas a lo que verdaderamente somos.
Si bien el activismo en redes ha generado mayor consciencia sobre los problemas sociales, del otro lado de la moneda se encuentran desafíos morales que lamentablemente han robustecido fenómenos como el “bullying”, el ciberacoso y el ya mencionado robo de identidad.
Es evidente que, durante el periodo de aislamiento por pandemia, el internet y las redes sociales han sido importantes aliados para generar cercanía con familiares y continuar la educación a distancia, alcanzando un promedio a escala mundial donde cada persona invierte en promedio de 2 horas y 25 minutos en redes por día, según indica el informe digital ‘’We are social y Hootsuite‘’.
De ahí que es responsabilidad de cada de uno de nosotros usar adecuadamente tanto el internet como las redes sociales para incidir en aspectos positivos que fortalezcan nuestra consciencia, contribuyan a construir un mundo mejor, aportando contenidos valiosos que inviten a la reflexión y al diálogo inteligente y respetuoso y nos ayude a ser mejores y más felices. Evitar a toda costa que se convierta en un mecanismo que atente contra la dignidad de las personas, polarice más a la sociedad y vulnere nuestra privacidad e identidad.
Como siempre, depende de nosotros la forma en que utilizamos estas y otras herramientas en nuestro beneficio y de un mejor mundo.
Verónica Sánchez