La neuroeconomía es una ciencia interdisciplinaria que analiza la toma de decisiones de los individuos y la capacidad cerebral para procesar múltiples alternativas con el propósito de elegir una acción óptima. Investiga el funcionamiento del cerebro humano durante el comportamiento económico y busca la manera de impulsar la creación de nuevos modelos económicos a partir de descubrimientos neurocientíficos. Esta disciplina apareció formalmente durante los primeros años de la década de los noventa, como una combinación de economía y neurociencia, con la finalidad de analizar la vinculación de diferentes partes del cerebro frente a decisiones económico-financieras. Surgió debido al cuestionamiento sobre la forma en la que los economistas estudian el comportamiento de los individuos, en particular, se cuestionó el supuesto de racionalidad establecido por el modelo neoclásico.
Cabe mencionar que existen tres posturas de los economistas frente a esta nueva disciplina: La de los partidarios, representados por Colin Camerer, profesor del California Institute of Technology (Caltech), un joven prodigio que se doctoró a los 21 años en la prestigiosa Universidad de Chicago; la de los escépticos, cuyos máximos exponentes son los profesores de la Universidad de Princeton F. Gül y W. Pesendorfer, quienes critican fuertemente a la neuroeconomía argumentando que ésta se encuentra lejos del campo de estudio de la economía y que las imágenes sobre la actividad cerebral no realizan aportaciones al estudio de la misma; y la de los moderados, quienes no comparten el entusiasmo de los primeros, pero tampoco descartan los aportes que la neuroeconomía pudiera ofrecer a las ciencias económicas.
A pesar de que la neuroeconomía es de reciente creación, resulta indudable la influencia de economistas como F. Hayek (Premio Nobel, 1974) y H. A. Simon (Premio Nobel, 1978), cuyos trabajos de investigación impulsaron a la consolidación de esta disciplina. Aunado a lo anterior, los avances en neurociencia han facilitado el desarrollo de la neuroeconomía, que intenta impulsar una nueva forma de analizar los procesos económico-decisorios. Al retar al estatus quo de la economía, la neuroeconomía plantea dudas importantes respecto a si deben reestructurase los modelos económicos, es decir, se cuestiona sí se debería optar por modelos que vinculen de forma explícita el funcionamiento del cerebro con la toma de decisiones económicas. De modo que el reto para los neuroeconomistas está en encontrar evidencia de entender cómo funciona el cerebro humano, lo cual resulta útil para la construcción de modelos económicos cuyas predicciones pudieran servir, por ejemplo, para el diseño de políticas públicas. Ya sea que se concluya que esta disciplina puede o no aportar conocimiento a la teoría económica, la neuroeconomía ya tiene una importancia relevante al cuestionar la forma preestablecida de estudiar economía: el tiempo nos dirá qué postura tenía razón.
ELITANIA BLANCO
