Política

Poniatowska en el Senado: un acto de 'justicia poética'

El empeño de Elena Poniatowska por recopilar testimonios de hechos y procesos dolorosos que han ocurrido en nuestro país es una de las características de parte de su obra. Libros como La noche de Tlatelolco, Fuerte es el silencio, o Nada, nadie. Las voces del temblor han conmovido a muchísimas personas de ideologías políticas distintas, y lo siguen haciendo con generaciones de jóvenes que se asombran al leerla. También sus novelas y cuentos (demasiados para nombrarlos aquí) han llenado las mentes y corazones de generaciones. Esa es la magia de la escritura de Elena Poniatowska, una mexicana que nació en París y que se fue construyendo poco a poco como escritora, en contra de lo que le deparaba su destino de hija de aristócratas. Cada uno de sus libros difunde su amor por México, y los que ha realizado a partir de testimonios y entrevistas trasmiten su compromiso irreductible con las personas más vulnerables y desfavorecidas socialmente.

Celebro la iniciativa de la Presidenta de la Comisión de Cultura del Senado para renombrar la Sala de Comparecencias como Sala Elena Poniatowska, y creo que esta designación tiene un sentido de justicia poética. Se llama justicia poética a un recurso en la literatura que se usa cuando, por ejemplo, cuando un ser malvado sufre un castigo insospechado o cuando las buenas acciones de un personaje son recompensadas, a menudo de forma simbólica. En las narraciones, en las que la virtud triunfa y el vicio es castigado, se crea una satisfacción en la persona que lee la historia, pues aunque la ley no haya actuado en su momento, la justicia poética recompensa lo bueno y castiga lo malo. njusto. Así, la justicia se restaura, sea por obra del destino, por una casualidad o incluso por un acto deliberado.

Comparecer es, según el Diccionario de la Real Academia, “presentarse alguien en algún lugar, llamado o convocado por otra persona o de acuerdo con ella”. A Elena la han convocado nuestros acontecimientos políticos y tragedias sociales, y ha comparecido para ver, escribir y transmitir. El reconocimiento que hoy el Senado le hace al nombrar la Sala de Comparecencias con su nombre es en cierto modo un acto de justicia poética, que me genera una sensación de beneplácito.

La filósofa Martha Nussbaum, en su libro “Justicia poética” (1996) que combina una reflexión acerca del derecho y la literatura, sostiene la tesis de que ante la necesidad de humanización que requieren tener los jueces y abogados para aplicar justicia, es necesario que lean literatura, porque ello les dotará de una mirada sobre la complejidad humana que les ayudará a la hora de tomar decisiones. La literatura, dice esta filósofa, desarrolla la imaginación y forma las capacidades que ayudan al ser humano a llevar a cabo un mejor análisis de las relaciones sociales, para así poder juzgar y legislar más atinadamente. Para Nussbaum “la literatura y la imaginación literaria son subversivas” y sin literatura los jueces no podrán ser buenos jueces, ni los legisladores buenos legisladores.

La obra de Elena Poniatowska aporta en el sentido que señala Nussbaum, quien afirma que la literatura es significativa para la justicia pues permite hacer análisis más complejos de la acción humana, y entender su rica variedad de motivaciones. Sí, la lectura de novelas y cuentos nos enseña rasgos de la personalidad humana, con sus ambigüedades y contradicciones, y nos hace reflexionar. Mediante la buena literatura accedemos a una mejor comprensión de la condición humana y sus acciones. De ahí que Nussbaum diga que leer novelas y cuentos humanice a quienes imparten justicia.

Las novelas, cuentos y testimonios de Elena Poniatowska le han ganado un lugar destacado en el mundo de la literatura. Sin embargo, el hecho de que el Senado ponga su nombre en la Sala de Comparecencias es algo de otro orden, que me hizo pensar en la figura de la justicia poética: como si el poder político le diera una recompensa simbólica a una escritora cuya obra muestra no sólo su amor por nuestro país, sino también su profundo compromiso al escuchar y acompañar a quienes han vivido acontecimientos tremendos, como la masacre de Tlatelolco, el temblor de 1985 y las desapariciones que muchas personas reclaman. No sólo al leer a Poniatowska se adquiere una comprensión más rica de la humanidad, sino también leerla nos recuerda las tremendas heridas que han sufrido nuestros compatriotas, muchas de las cuales siguen sin cicatrizar.


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Marta Lamas
  • Marta Lamas
  • Antropóloga, catedrática de ITAM y UNAM, integrante del Consejo Asesor de Clara Brugada y fundadora y presidenta de la Asamblea de GIRE
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