Este año no llevé cuenta de los libros que leí y decidí dejar de una vez por todas mi deseo anual frustrado de llevar una lista. Decidí leer más por placer, interés genuino y recomendaciones que me latieran. Dejé a un lado la falsa imposición de leer los best sellers y decidí irme por los que me atraparan, ya sea por el título o alguna palabra clave.
El 2025 fue el año de los libros largos, de las novelas profundas, de los temas actuales. Siempre he combinado libros de negocios y académicos relacionados a mi trabajo con literatura, pero este año puse en pausa ese hábito, me fui solo por lo segundo para regalarme tardes y noches de perderme en historias ajenas y cercanas a la vez.
Leer es vivir otras vidas, es cuestionar tus pensamientos, es comprender esa duda que tenías tiempo sintiendo. Leer nos regala tiempo a solas, pero a la vez acompañados con esa voz que parece que escribió pensando en ti. Creo que a todos nos pasa, leer algo y confirmar que tú ya habías pensado eso, pero no lo habías puesto en palabras. El leer nos da la certeza de que otros viven, sienten y piensan eso que tú ya habías experimentado.
Cierro el año compartiendo y celebrando los mejores libros que leí este 2025. Es tan difícil hacer la selección, pero me tengo que ir por los que me hacían querer llegar a casa más temprano. El primero, El loco de Dios en el fin del mundo, de Javier Cercas, que habla sobre el papa Francisco, cuestiona la fe, expone el trabajo de la Iglesia y todo desde una voz anticlerical y atea. Magistral, es la palabra que lo define y te mantiene a la expectativa en cada hoja. De ahí paso a El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac, que tuve la fortuna de escuchar en la FIL de Monterrey. Lo leí en dos días, no podía pararme del sillón; una belleza de historia, de pensamientos que todos compartimos, y con una crudeza y a la vez ternura que te abraza. Cierro con ***Ahora y en la hora***, de Héctor Abad, quien vivió una experiencia inverosímil en Ucrania en medio de la guerra. Su maestría con las palabras nos regala una realidad que se tiene que compartir.
Que el 2026 nos regale más libros que leer, a los ya lectores ávidos, recurrentes y a los nuevos. Que tengamos más horas frente a un libro que frente a la televisión o el celular.